A cambay, Méx. — En las montañas de Acambay, Estado de México, un grupo de mujeres otomíes trabaja incansablemente para rescatar una tradición ancestral: el tejido en telar de cintura.

Esta técnica, utilizada desde, permite transformar la lana en capas, blusas, bolsos y faldas, adornadas con motivos de animales, flores y escenas del campo, símbolos esenciales de la vida y cosmovisión otomí.

Entre estas mujeres se encuentran Francisca y Tania, quienes representan dos generaciones unidas por el amor al arte textil.

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A sus 66 años, Francisca Celedonio es una de las maestras tejedoras más respetadas de su comunidad. Aprendió el oficio a temprana edad observando a su madre y abuela, quienes tejían con dedicación, prendas para la vida cotidiana.

Para Francisca, el telar de cintura es más que una herramienta, es un puente con el pasado y una forma de mantener vivas las historias de su pueblo.

“Cada hilo cuenta algo de nosotros: las aves, los campos, las flores. Todo lo que tejemos viene del campo, de lo que nos rodea y nos da vida”, explica mientras sus manos expertas transforman la lana teñida con pigmentos naturales.

Además de tejer, Francisca se dedica a enseñar a las nuevas generaciones, consciente de que su conocimiento debe perdurar.

Tania Onofre, además de diseñadora gráfica, a sus 25 años, es una de las jóvenes tejedoras que aprendió de Francisca. Aunque su vida está marcada por la modernidad, Tania decidió regresar a sus raíces para aprender el arte del telar y buscar maneras de darle un enfoque contemporáneo.

“Quiero que nuestra tradición no solo sobreviva, sino que prospere. Sueño con que estos tejidos lleguen a más personas y sean apreciados como lo que son: arte e historia”, comenta la diseñadora gráfica.

Además de perfeccionar su técnica, Tania trabaja en proyectos que combinan los diseños tradicionales con nuevas tendencias, creando accesorios como bolsas y bufandas que apelan a públicos urbanos y la creación de una marca Doxkja Hilando Sueños.

Para ella, la tradición y la innovación pueden coexistir, y su objetivo es usar esta combinación para generar ingresos sostenibles en su comunidad.

El tejido en telar de cintura es una práctica cargada de simbolismo y complejidad.

Las tejedoras tensan la urdimbre entre un punto fijo y su cintura, logrando mediante movimientos precisos crear patrones complejos y significativos.

Este arte, transmitido de generación en generación, no solo refleja la creatividad de las mujeres otomíes, sino también su conexión profunda con la naturaleza y su entorno.

Cada diseño cuenta una historia: los animales representan la fauna local, las flores simbolizan la fertilidad y las figuras geométricas evocan los ciclos de la vida.

Los pigmentos naturales, extraídos de plantas como el cempasúchil y el añil, realzan los colores vivos de estas piezas únicas.

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En cada hilo, las tejedoras otomíes de Acambay tejen también una narrativa de resistencia, orgullo y esperanza.

Mientras Francisca sigue compartiendo su sabiduría y Tania abre puertas a nuevas oportunidades, ambas demuestran que preservar la tradición no está reñido con innovar.

Su historia es un ejemplo de cómo el pasado y el futuro pueden encontrarse en las manos creativas de quienes nunca olvidan sus raíces, como es el caso de Francisca.

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