Chalco, Méx.— Un lago de agua hedionda, que en el fondo tiene lodo también maloliente, rodea a un predio en la esquina de las calles Yaquis y Chalchiuhtlicue, en la colonia Culturas de México, el cual fue abandonado por sus dueños hace más de un año porque, tal vez, pensaron que la siguiente temporada de lluvias se pondría peor que la de 2023... y tuvieron razón, la de este año fue catastrófica.

En ese terreno —que se encuentra en la “zona cero” de Chalco, donde había locales comerciales y los inquilinos que los rentaban se fueron el año pasado— el nivel del agua subió más del metro de altura desde el 2 de agosto, cuando una tormenta acabó por destrozar el endeble sistema hidráulico que operaba en esa área densamente poblada, que alguna vez formó parte del antiguo lago de Chalco.

La extitular de la Secretaría de Gobernación, Luisa María Alcalde, quien visitó a finales de agosto las comunidades que se anegaron en Chalco, definió en pocas palabras la situación en el municipio: “El rezago es gigantesco, no se le había dado atención alguna”, comentó en referencia a las condiciones en las que estaba la red hidráulica.

Pero quienes lo sabían bien son las familias de esas comunidades porque desde hace varios años se han inundado irremediablemente en cada temporada de lluvias, por más leves o fuertes que fueran, o sin que se presentara precipitación alguna, pues el drenaje —al estar saturado— expulsa por las coladeras el líquido que debería desalojarse.

Vivir en esas condiciones no es vivir... no como quisieran quienes llegaron a asentarse en ese zona, que empezó como irregular en la década de los 90, cuando se impulsó el Programa Nacional Solidaridad en el sexenio del expresidente Carlos Salinas de Gortari.

Aunque después las autoridades de los tres niveles de gobierno tuvieron que proveer de servicios básicos a las miles de personas a las que se les regularizó su propiedad, la calidad de la infraestructura urbana no fue la adecuada, coinciden la mayoría de los vecinos.

“Todo el drenaje que funciona aquí no sirve y, aunque lo cambiaran, de todos [modos] se colapsará, porque estamos en lo que era un lago y la naturaleza siempre reclama su espacio”, dice resignado Pedro Gutiérrez, uno de los habitantes afectados de Culturas de México.

Por eso muchos se han ido ya, tanto de esa comunidad como de Jacalones 2, que son las dos colonias más afectadas.

Abandonaron las casas que habitaron varios años, propias o rentadas, donde resistieron una y otra inundación, varias por temporada de lluvias, pero la de agosto, la más devastadora para miles de familias, esa ya no.

Nadie conoce con certeza cuántos residentes se fueron, ya sea definitivamente o de manera temporal. El gobierno municipal de Chalco, que es el más cercano a los vecinos, desconoce ese dato y quizás nadie lo sepa.

Se fueron porque las aguas negras, las que no deberían estar ahí, extendieron su presencia más de lo inimaginable, más de lo que cualquier ser humano podría aguantar; si bien muchos lo han hecho, han resistido estoicos los embates de la naturaleza y la incapacidad de las autoridades para solucionar el problema que lleva más de 70 días, lo que es el clamor colectivo de los damnificados.

No sólo se ausentaron de sus viviendas, también de sus negocios, de sus familias, pues varios tomaron caminos distintos a los de sus vecinos, de su cotidianidad, de la vida que tenían ahí y que no saben si continuará como era antes de las inundaciones.

Hace dos semanas empezaron a funcionar los dos cárcamos emergentes, el de Culturas de México y Jacalones 2, cada uno tiene capacidad de desalojar 450 litros por segundo, con lo que piensan las autoridades extraer el líquido concentrado en la zona.

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