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Isabel López Villalobos se mueve con dificultad. Cada paso es una negociación con sus piernas para convencerlas de avanzar sin tropiezos, una tras otra. Sin embargo, no se detiene: todos los días llena sus canastas con coloridas orquídeas para ir a vender a la calle.

Ella vino al mundo con pie equino varo, una malformación de nacimiento por la anormalidad en el desarrollo de músculos, tendones y huesos. Los primeros años de su vida los pasó atrapada entre aparatos para las piernas o yeso. Fue una habitante de los brazos de su papá, la silla de ruedas, su cama y hospitales.

En el país nacen al año cinco mil niños con este padecimiento, de acuerdo con la Fundación Mexicana del Pie Equino Varo; casi siempre el defecto se puede corregir si es tratado inmediatamente.

El especialista David González ha atendido a Isabel desde hace cerca de dos décadas, cuando ya estaba avanzada en su tratamiento. Explica que el expediente de la paciente mostraba un caso grave, aunque su padecimiento ha mejorado notablemente persisten las secuelas, como la difícil marcha de sus pies arqueados.

Isabel debe recibir una vez al año una inyección en la rodilla que cuesta cerca de 10 mil pesos, ésta la ayuda a proteger su cartílago y evitar el proceso degenerativo. Su condición ya no puede corregirse, pero podría tener alguna mejoría si recibe otra cirugía, afirma el médico.

Esta mujer comenzó a caminar a los siete años, sonríe hasta con los ojos y muestra orgullosa sus certificados escolares de primaria y secundaria, obtenidos lejos de las aulas, pese a la discriminación que experimentó cuando tenía sólo cuatro años: “me hicieron mucho bullying, me jalaban el cabello, me trataban mal, me aventaban y mis papás mejor decidieron sacarme de la escuela, estuve en una escuela un año nada más”, relata velozmente, como si quisiera alejar los malos recuerdos.

El Inegi señala que el 23.1 por ciento de la población con discapacidad de 15 años y más no cuentan con algún nivel de escolaridad. Algunas personas le han dicho a Isabel que no merece seguir estudiando y por su discapacidad la han llamado “tonta”; no obstante, persiste en su deseo de terminar la preparatoria, la estudia a distancia y acude solo algunos días. La movilidad es un problema: no puede ir por su cuenta a clases y un amigo la acompaña sólo cuando puede, “como Dios me ayude, pero voy a conseguirlo”, asevera.

Después de la muerte de su mamá el mundo de Isabel se paralizó, su voz se tambalea al recordar: “fue un choque muy grande, muy fuerte, no sabía al principio por dónde jalar, por dónde estar o qué hacer, como diciendo ‘se me rompieron mis manos, se me rompieron mis piernas, ¿cómo hago para poder seguir adelante?’”.

Isabel considera que en el país no existe la estructura necesaria para dar empleo a las personas con discapacidad: “la gente a veces no te abre las puertas tan fácilmente”, expone, por ello, al no encontrar trabajo se inició en el comercio informal.

El Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 menciona que en México aún prevalece una gran brecha en el acceso a oportunidades de trabajo de este sector poblacional: el desempleo es una de las principales preocupaciones por atender.

Según el Inegi, en el 2014 el 32 por ciento del total de la población de 15 años y más que vive con discapacidad dijo no recibir dinero; en tanto, quienes sí perciben ingresos señalaron que estos provienen de su trabajo (40.2%), programas sociales del gobierno (39%), jubilación o pensión (21.6%) y por ayuda de personas que viven en el país (12.9%).

Cándida Villalobos confiaba en el ingenio de su hija Isabel, antes de partir la motivó no sólo a encontrar trabajo, sino a hacer algo que le gustara. Hoy, no tiene lo suficiente para cubrir todos sus gastos.

Al inicio de su búsqueda por la autosuficiencia ella elaboraba y vendía cuadernos forrados, bancos de madera pintados a mano o bufandas. Luego, eligió vivir entre flores exóticas: “las orquídeas como que te dan vida, te dan tranquilidad, te dan ganas de hacer cosas, a mí me gustan las plantas”, dice.

Al principio caminaba por la calles del barrio puerta por puerta, ofreciendo estas lujosas plantas, luego tuvo un local en el que soñó con emplear a personas con discapacidad de cualquier edad para que decoraran las macetas, pero tuvo que abandonar la accesoria por problemas familiares y económicos.

La vendedora tiene un primo que cultiva orquídeas y la beneficia con un precio especial. Menciona que por el momento hay dos personas que la apoyan con su puesto: una colabora administrando el dinero de las ventas y los pedidos, otra revive las flores cuando “se ponen tristes”.

A veces con asistencia, a veces sola, desde hace dos años Isabel lleva con cuidado las orquídeas hasta su espacio de trabajo:la entrada de un edificio, ahí ha llegado a vender hasta tres orquídeas diarias y el pasado Día de las madres ganó cerca de cuatro mil pesos.

Ahora Isabel tiene 43 años, se sienta a las afueras de un inmueble de las Lomas de Chapultepec, haciendo juego con la peculiaridad de las orquídeas. Cuenta que le gusta decorar las macetas con sus dibujos para hacerlas más alegres.

Desde la calle Félix Berenguer, ella anhela ayudar a los demás, especialmente a quienes tienen una discapacidad y estar siempre cerca de sus flores: “me gusta ver a la gente... conmigo se porta muy abierta, muy cariñosa, nadie me ha tratado mal cuando vienen a comprar orquídeas”.

Puedes contactar a la vendedora de orquídeas a través del correo electrónico: hemerotecaeluniversal@gmail.com

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