Toluca, Méx.— Ángel Daniel Hernández López se integró al equipo de USAR de la Cruz Roja Mexicana desde 2017, especialistas en rescate de estructuras colapsadas; es instructor de Rex, un pastor belga capacitado, entrenado y especializado en salvar personas heridas, localizar cuerpos y brindar apoyo emocional.
Para Ángel, lo que vivió en Turquía es la imagen más dolorosa y aterradora que jamás haya visto, pues por cada 10 edificios sólo uno permanecía en pie.
Relata que de inmediato fueron los perros quienes captaron la atención de los turcos, que informaron a través de los medios de comunicación sobre su participación.
“Fue una experiencia muy impresionante, no esperaba nunca en mi vida ver un nivel tan grande de afectación, la cantidad de edificios colapsados es incontable, por uno de pie hay 10 en el piso. La escena de primer impacto fue compleja”, recuerda.
Leer también: Héroes mexicanos en Turquía: “El respeto por los perros allá es cultura”
En entrevista con EL UNIVERSAL, en Toluca, Estado de México, donde recibió un reconocimiento por su labor en Turquía, explica que gracias a la difusión sobre el trabajo de los canes, la gente supo sobre su importancia, así que cuando los veían por la calle, se acercaban y les pedían acudir a donde pensaban que estaban sepultados sus familiares.
“Los conocían [a los perros] por su nombre, era impresionante cómo le tienen fe, esperanza y cómo creen en ellos para ser la opción viable para dar con su familia”, comenta.
Dice que el aprecio hacia los rescatistas fue inmediato, la gente se volcó para facilitar su trabajo, lo que generó un vínculo muy importante entre mexicanos y turcos. Recibieron alimentos y bebidas, y a cambio dieron todo para encontrar a las víctimas.
Canes para curar el alma
Rex es un pastor belga que aprendió a ladrar como señal del hallazgo de un cuerpo, está entrenado para encontrar personas vivas y realizar marcajes como indicativo de que había cuerpos sepultados, algunas veces sin vida.
El trabajo para este pastor belga fue arduo, por lo que tras unos días de labor, el veterinario les pidió que lo llevaran a descansar, pues el esfuerzo y las condiciones climatológicas eran duras.
Ángel, en 2017, viajó con Luna, una perrita que murió de cáncer, no es la primera vez que enfrenta las tristes secuelas de un sismo; sin embargo, señala que en esta ocasión lo más emotivo que vivió fue ver cómo un pueblo es capaz de cambiar su cultura entera para ver a sus seres amados, darles una sepultura conforme a su cultura.
“Romper las barreras fue algo que no pensé jamás poder ver, y lo hicieron sólo para despedir a su familias en paz”, narra.
Ángel Daniel relata que muchas veces los familiares que ya no lograron localizar a nadie con vida se apoyaron de los canes para ponerse de pie, les dieron abrazos que les sanaron un poco el alma; los perros también jugaron con los niños del campamento, a quienes pudieron distraer.
“Valió la pena cada segundo en el lugar, todo el tiempo, de hecho perdimos la noción de cuánto tiempo pasamos allá, para nosotros fueron tres días, pero hasta la fecha no sabemos cuántos; con cambios de clima extremos, temperaturas tan bajas, largas jornadas, mucho humo porque no hay luz y la gente enciende fogatas para ver”, cuenta.
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.