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Van en bicicletas o en patines, otros sólo están en las maquinitas jugando. Son más de diez pequeños, de aproximadamente seis años, los halcones más jóvenes que cuidan la Plaza Garibaldi en la Ciudad de México.
Se escucha un chiflido. Un joven de 14 años con su bicicleta se acerca a un niño y le dice: “Vete a generar”. En otras palabras significa: “consigue dinero como sea”. Robar en el Metro o afuera de las estaciones para después vender las cosas dentro de las vecindades es la forma en la que los menores obtienen dinero.
Otros son los que integran La Bandita, como los conocen sus vecinos. Son cerca de seis y tienen entre 14 y 16 años, y algunos de ellos, además de vigilar la zona, cuidan a sus hermanos y sobrinos, “pero desde ahí los empiezan a guiar”, dice un vecino.
“Les dicen lo que tienen que hacer, por ejemplo: si ven algo ‘extraño’ tienen que avisar. Si es algo pesado; si un güey está vendiendo por ahí cerca, hay alguien nuevo o a quien puedan asaltar, los grandes van a tantear el terreno. Le tienen que contar a sus hermanos y dependiendo la edad pueden actuar o hablarle a alguien más”. Los mayores en ocasiones esperan dentro de las vecindades.
“Los niños se dedican a checar cómo está la plaza, que empieza desde el Museo del Tequila hasta el Elektra. Esa es su zona, los callejones, la Plaza Montero y el mercado San Camilito. Los más chicos están en las maquinitas. Por eso hay muchas. Si pasas como turista puedes verlos como cualquier otro niño, pero están checando todo el cuadro. De pronto ves que salen de las maquinitas corriendo y agarran sus bicis, pero es porque van a avisar que llegó alguien o a alguien mandaron a llamar”.
“Yo tengo sobrinos de esa edad”, comenta una de las residentes, “pero ellos se comportan de manera diferente. Aquí hablan con muchas groserías, en ocasiones golpean a las niñas, pero no en una forma de juego. Lo hacen con odio, así son con sus hermanitas o con las vecinitas. Les dicen: ‘Tú vete de aquí’. Ellos lo que quieren es llegar con los altos porque aspiran tener algo. Sí van a la escuela, pero no les interesa. Ellos quieren ser como los grandes. Quieren las motos y el dinero”.
La violencia en la plaza
El 14 de septiembre de 2018, sujetos entraron disfrazados de mariachis con armas largas a la plaza. Seis personas murieron, siete resultaron heridas y los atacantes se dieron a la fuga a bordo de tres motocicletas. Después de mes y medio, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJ) dio a conocer la detención de uno de los participantes de la balacera, y según algunos medios de comunicación, fue La Unión Tepito contra la Fuerza Anti-Unión, los grupos criminales que se disputan la venta de droga.
En dos de los edificios, a un lado de la Casa del Mariachi, “después de que fue la balacera hicieron un cateo y sacaron mucha droga, pero todavía en las noches puedes escuchar camionetas que llegan. Aunque se supone que no deberían de entrar autos, sólo entran patrullas, gente con mucho dinero que lleva escoltas”.
“Todos saben que cuando llegan las camionetas negras llega alguien pesado o van a bajar mercancía”. Los viernes en la noche hay mucho movimiento en la plaza. Los niños cuidan y a veces desde una camioneta negra o un auto los vigilan.
Niños idealizan a delincuentes
En 2018, el actual secretario de Seguridad federal, Alfonso Durazo, habló sobre el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte de grupos delictivos y mencionó que las organizaciones estiman que hay aproximadamente 460 mil niños halcones.
En diciembre de 2018, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública recibieron una alerta de la presencia de un tambo en el que se encontraba el cadáver de una persona. Según los servicios periciales que realizaron las primeras diligencias, el cuerpo pertenecía a una mujer y fue encontrado en el basurero del mercado de San Camilito, a unas cuadras de la plaza.
A finales de diciembre, después de la persecución de un narcomenudista, éste se ocultó en un inmueble, lo que llevó a elementos de la policía a descubrir a un empresario secuestrado en el interior de un vehículo en un estacionamiento público en la calle cerrada de San Camilito. La víctima tenía una venda en los ojos, estaba amarrada de pies y manos y le habían cortado el dedo de un pie.
Pese al alto grado de violencia, los niños buscan seguir los pasos de sus familiares o vecinos. “Los más grandes son los que ya pueden asaltar. Pueden ir a madrear, incluso hay unos que cobran piso a los que venden droga, no a los puesteros, a ellos son otros más grandes, porque los que venden droga en la plaza tienen que entregar cuentas. Ellos tienen a las personas que les consumen y ya saben qué cantidades deben de llevar. Si no les pagas te buscan en tu casa o mandan a los niños de la bicicleta.
“Sí es la primera vez que compras te la van a vender, pero van a investigar quién eres y porque les pediste a ellos justo para que no los vayas a traicionar. Si ven que eres como cualquier otro consumidor, pues ya te pueden vender, y si no, pues quién sabe qué te hagan”, menciona entre risas una vecina del lugar.
Según la UNICEF en su informe sobre la violencia en la vida de niños y adolescentes, cada siete minutos en el mundo un adolescente es asesinado en un acto violento. Sólo en 2015, “la violencia costó la vida a cerca de 82 mil adolescentes en todo el mundo, siendo los jóvenes de 15 a 19 años los más vulnerables, ya que tienen tres veces más posibilidades de morir violentamente que los de 10 a 14 años. Además de que en América Latina se encuentran los cinco países con mayores tasas de homicidio entre los adolescentes.
Cuatro meses después del ataque en la Plaza Garibaldi, uno de los sobrevivientes de nombre Daniel, de 35 años, fue baleado afuera de su domicilio en la alcaldía de Venustiano Carranza.
A los menores los hacen cómplices para que desde temprana edad se unan a las filas de los grupos delictivos. La corrupción de menores está penada en México, con siete a 12 años de prisión, y de mil a 2 mil quinientos días de multa.
La corrupción alcanzó en la Ciudad de México las 84 carpetas de investigación, y a nivel nacional se reportaron 511 en lo que va de 2019, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
En un número de la Revista del Posgrado en Derecho de la UNAM, Elba Cruz y Cruz menciona el concepto de menores infractores y lo sitúa como un grupo que “es el resultado de las influencias del medio social o de sus progenitores, quienes la mayoría de las ocasiones los determinan a incurrir en actividades delictivas y son un síntoma de la existencia de fallas más graves en la estructura social en especial dentro de la familia y el proceso educativo (...) Los menores serán los futuros delincuentes o los futuros hombres de bien, por lo que vale la pena hacer una gran inversión”.
“Son presas sin opción”
Guadalupe no es su verdadero nombre, pero tiene 13 años. Ella pudo salir. Fue víctima de violencia en su casa: su abuela la golpeaba y cuando tenía 11 años estuvo presente en un operativo por narcomenudeo en el que arrestaron a su padre, y en el que también, se menciona en la carpeta de investigación, detuvieron a algunos menores de edad.
Le enseñaron a robar, pero no quería. Buscó trabajo en un mercado e iba a la escuela. Sufrió abuso por parte de uno de sus tíos y cuando una noche su abuela no la dejó entrar a su casa, se quedó en la calle. Ahora está en un refugio.
“Va a pasar por un proceso de investigación. Tenía una cédula de desaparición poco antes de que se diera el aviso a las autoridades y, con base en eso, el día 17 de abril publicaron en redes sociales de la procuraduría la localización de la niña. También dieron aviso a la familia e iniciaron un proceso de revisión para determinar con quién le corresponde ir: con su familia o a una casa hogar o a otra instancia pensando en que pudiera estar involucrada en la comisión de un delito”, explica Mar Cruz, defensora de derechos humanos.
En el caso de Guadalupe se llevó primero un acompañamiento “como una niña en situación de calle, que ha vivido violencia y que es víctima. Ahora tenemos que esperar. Lo bueno de esto es que hay una carpeta de investigación de narcomenudeo y trata. ¿Qué edad tenía la niña cuando esto pasó?, ¿tenía 11 años? y ya está fichada por este sistema y por esa familia. Ellos se convierten en presas sin opción” comenta la activista.
Con la investigación hacia la familia de su padre retirarían la custodia temporalmente de Guadalupe y sus hermanos. “La mayoría de las familias que se dedican a esto no resisten porque no pueden hacer sus negocios ni vivir como lo hacían, entonces, después de dos o tres meses retiran la demanda de custodia y se los entregan al estado”.