El féretro ocupó gran parte del estacionamiento de la casa de ; a su alrededor, cientos de flores blancas. Cada 10 minutos su mamá salía y lo tocaba, le echaba agua bendita y lloraba.

“!No, mi vida, no. Tú no. Levántate, por favor, ya despierta!”, decía la mujer. Luego se desvanecía mientras sus otros hijos, como podían, la cargaban y la regresaban a su recámara. Junto a ella, en todo momento, los hijos de Lesly: “!Mamá, ya despierta, no me dejes por favor!”

El cuerpo de Lesly llegó a su casa procedente de Guerrero, donde fue encontrado en un paraje cerca del poblado de Huitzuco. De ahí pasó al Servicio Médico Forense (Semefo) de aquella entidad, donde fue reconocida por sus familiares. Sus tatuajes sirvieron para confirmar la tragedia. El trabajo de identificación lo supervisó personal especializado de la fiscalía capitalina, así como de la Comisión de Víctimas.

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Desde la noche del miércoles la gente empezó a llegar. Su mamá, en medio de su dolor, se dio tiempo para atender a todos, amigos, vecinos, curiosos y hasta reporteros. Mandó a instalar una carpa y ordenó que no faltara comida para nadie.

“Mi hija siempre fue así, se preocupaba por todos y era buena anfitriona; así la vamos a recordar siempre”, se escuchó decir a la mujer que por momentos se veía estoica, pero luego, al recordar que nunca más volverá a ver a una de sus hijas, se llenaba de lágrimas, las cuales convertía en palabras duras.

“¡Te juro, mija, te lo juro por tus hijos, que voy a encontrar al maldito; lo va a pagar!”

Ese fue el tenor del velorio. Todos pedían justicia para Lesly, quien dejó en la orfandad a dos niños. “¡Nos falta Lesly!”, “¡Justicia para Lesly!”, “¡Ni una más!”, decían sus amigos, que de uno en uno fueron llegando y preparándose para la caminata final.

Luego de una última misa se alistaron para ir al panteón. Sin importar nada todos caminaron más de media hora arengando el nombre de la joven y exigiendo justicia. En el trayecto, los cláxones de los autos se sumaban al clamor de todos y más de uno, no pudo evitar soltar una lágrima y si tenía a una hija o mujer a un lado, abrazarla y darle un beso en la frente.

En el panteón, todos los que amaron a Lesly formaron una fila. Sus hijos, su mamá y sus hermanos le abrieron paso, entre aplausos y gritos de justicia.

El féretro que llevaba adentro el cuerpo de la mujer avanzó a paso lento, al tiempo que se fueron soltando globos blancos y morados en su memoria.

Los mariachis entonaron Amor eterno de Juan Gabriel, los aplausos duraron poco más de un minuto, pero fueron insuficientes para llenar el gran vacío que deja la joven mujer, víctima de feminicidio.

¡Tú me debiste enterrar, mi vida, no yo a ti. Así no, mi amor. Te amo mucho y me duele dejarte aquí. No te preocupes por nada, lo voy a encontrar y a tus hijos no les va a faltar nada. Descansa, mi vida, vete en paz!, exclamó su mamá con profundo dolor.

Los aplausos no dejaban de escucharse y el mariachi continuó con el repertorio de despedida, mientras el féretro se hundía tres metros bajo tierra. En ese momento, uno de sus hijos se aferró al ataúd y pedía que lo enterraran con ella: “¡Mamita chula, no me dejes, no me dejes, por favor; sal de ahí. No nos dejes aquí, por favor, ya despierta!”.

Nadie pudo quitar los brazos del niño que se aferraba al ataúd. “¡Llévanos contigo!”, se escuchó un último grito desgarrador que rompió con la tranquilidad del panteón Jardín de la alcaldía Álvaro Obregón.

Al final, la madre sólo tuvo una petición para todos: “Ayúdenme a encontrar a Alejandro [el presunto feminicida], ayúdenme a que mi hija, nosotros, sus hijos y todas las madres y mujeres tengan paz. Si alguien lo reconoce digan dónde está, nosotros vamos por él. Sé que somos más los buenos, somos más las mamás y papás preocupados por nuestros hijos. Hoy por mí y espero de verdad que nunca más sea por alguien más. No saben el dolor que se siente”, expresó la mamá de Lesly.

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