“Ni el coronavirus pudo con nosotros, ¡estamos bendecidos desde que nacimos!”, gritó eufórico Kevin Alejandro, devoto de San Judas Tadeo y quien se formó más de cuatro horas para poder entrar ayer, 28 de octubre, a la iglesia de San Hipólito.

El feligrés, quien todo el tiempo cargó una imagen del santo que medía 1.5 metros de altura, contó que en sus 35 años de vida nunca ha faltado a misa en esa fecha. Lo han detenido por robo a mano armada y jura que San Judas Tadeo “le ha hecho el milagro”, pues justo antes de ese día queda en libertad por cualquier circunstancia y siempre viene a agradecer.

El año pasado no fue la excepción. Se contagió de Covid-19. Su abuela y dos de sus familiares murieron, pero él ni siquiera sintió la enfermedad.

“Estoy bendecido por San Judas, creo [que] soy su consentido y por eso siempre le vengo a agradecer”, explicó el exconvicto, quien luego se perdió entre la multitud que se concentró en las inmediaciones de la avenida Hidalgo y Paseo de la Reforma.

Como es tradición, cada 28 de octubre, Día de San Judas Tadeo, miles de fieles se congregaron en la iglesia de San Hipólito. La romería ocupó gran parte de avenida Hidalgo, Reforma y llegó hasta Juárez. La Secretaría de Gobierno reportó el arribo de 55 mil personas.

Por contingencia sanitaria, aun en semáforo epidemiológico verde por Covid-19, los fieles entraron de 100 en 100 a escuchar la misa. La fila era kilométrica en los alrededores.

Afuera, elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (SSC) y personal del Gobierno capitalino, así como de Protección Civil, vigilaban a distancia y conminaban a todos a usar cubrebocas y gel antibacterial. Extrañamente, todos obedecían y hacían caso sin chistar.

“Sólo aquí con el santo hacen caso esos cabrones, luego los quieres revisar y te hacen un desmadre”, comentó un policía que hacía guardia a la entrada del recinto religioso.

Los cohetes y la vendimia de playeras, pulseras, collares o figuras de San Judas Tadeo abarrotaron el exterior, pero también las cervezas, “las monas preparadas” y el olor a marihuana se hicieron presentes, lo cual toleraron las autoridades.

“La instrucción es que se mantenga el orden, si empezamos a quitar todo eso se hace un relajo. Lo jefes ya saben, entonces evitamos problemas”, detalló Marcela, empleada del Gobierno de la Ciudad de México, quien aprovechó el 2x1 en el tepache para invitarle uno a su compañera.

La familia de doña Raquel tampoco falta a la festividad. Con tiempo se preparan para vender pulseras de colores verde y blanco, típicos del santo.

La comerciante contó que el año pasado fue complicado, pues los fieles acudieron en menor cantidad, lo que le representó pérdidas económicas; sin embargo, dijo, no perdió la fe y el milagro se hizo, pues ayer, nuevamente, el lugar se vio abarrotado.

“Gracias a San Juditas este año sí nos recuperamos. El [año] pasado hubo poca gente y se vendió poco porque en ese tiempo nadie quería agarrar nada, porque pensaban que el virus estaba en todos lados, entonces se vendió poco.

“Este año ve, ya la gente salió y regresó aquí, entonces sacamos primero lo del año pasado y un poco más que traemos. San Juditas no falla y nos hizo el milagro a todos: a nadie de los que conozco se lo llevó el virus y, ahora, la venta es la de siempre”, narró mientras se daba tiempo de atender la demanda de pulseras que vendía de a 10 pesos. Todos le compraban.

En su silla de ruedas, don Ramiro señaló que ahora nadie lo respetó y se tuvo que formar más de dos horas para ingresar a la iglesia.

“El año pasado fue de volada, había menos gente, ahora mira, tengo que hacer toda la fila”, renegó el señor de 60 años, quien pidió por sus nietos, quienes gustan de andar en motocicleta, aunque a él le preocupa que un día “no lleguen a casa”.

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