Además de la operación de grupos criminales y cárteles, la Ciudad de México vive otro problema delincuencial: familias enteras que se dedican al tráfico de drogas, explotación sexual, secuestro, extorsión y el llamado cobro por derecho de piso.
El problema se complica o escala la violencia cuando una familia vecina también empieza a delinquir y entre ambas se disputan a los consumidores.
Con este modus operandi existen una infinidad de familias criminales. Uno de los ejemplos que recientemente llamó la atención de las autoridades fue el de la chelería Las Fregonas VIP; en sólo dos años la familia Sandoval Vázquez pasó de vender en la banqueta frente a su casa, en la colonia Lomas de San Lorenzo, alcaldía Iztapalapa, a apoderarse de toda la calle, corromper a inspectores de la demarcación e iniciar la venta de droga, disputándole así al Cártel de Tláhuac la zona suroriente de la Ciudad.
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A decir de especialistas en cuestiones de seguridad consultados por EL UNIVERSAL, el factor común en estos casos son la corrupción y la propia desatención de las autoridades, mientras que los registros de la fiscalía capitalina revelan que familias criminales como estas hay en todas las alcaldías, pero se vuelven más violentas donde hay “más ganancias” como en Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc, Benito Juárez o Miguel Hidalgo.
En Iztapalapa, la investigación de la fiscalía capitalina revela que operan al menos 100 familias criminales que delinquen con total impunidad. Otro ejemplo es el de los Pérez Hernández, en la colonia Gabriel Hérnandez, Gustavo A. Madero: pasaron de vender frituras y refrescos afuera de una escuela a distribuir drogas en secundarias y preparatorias de la zona norte de la Ciudad; llegaron a tener tanta injerencia que le disputaron a La Unión Tepito el control del narcomenudeo.
En Tlalpan, las autoridades no han podido erradicar a Los Michoacanos, una familia entera que opera en las inmediaciones de la colonia Cantera Puente de Piedra, surten de drogas a todo el sector y, aunque los líderes José Burrola Hernández y sus dos hermanos ya han sido detenidos en diversas ocasiones, siempre logran burlar la ley y regresan a delinquir. Tienen una barbería, un taller mecánico y de hojalatería sobre la calle Moctezuma, donde todos los días patrullas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) pasan por su “cuota” y nadie los molesta.
En Benito Juárez, la familia criminal a la que no han podido detener tiene como centro de operaciones el callejón Negrete de la colonia Niños Héroes, a escasos metros de un módulo de seguridad de la SSC y a espaldas de la iglesia Nativitas, donde se ha implementado el programa Sí al Desarme, Sí a la Paz.
Los Rodríguez Castrellón son los encargados de distribuir droga en los bares y antros del Eje Central y los que están en los alrededores de la Glorieta de Vértiz. Los han detenido cinco veces en un lapso de 10 meses, pero logran obtener su libertad.
“Es un tema pendiente, la llamada justicia para las víctimas o los propios vecinos que ya no toleran vivir con esos delincuentes, pero ellos mismos se sienten decepcionados por las autoridades, porque los denuncian y denuncian y siguen saliendo libres, entonces de ahí surge la desconfianza en las mismas instituciones”, señaló Carina Morales, socióloga y urbanista por la Universidad Autónoma Metropolitana.
Las Fregonas VIP
El caso de la chelería Las Fregonas VIP, en Iztapalapa, es analizado a detalle por especialistas y autoridades preventivas y de investigación, pues ejemplifica la diversificación de la delincuencia. Las autoridades preventivas buscan implementar una serie de candados y mejorar los patrullajes o cambiar los sistemas de vigilancia para evitar que este tipo de familias sigan apoderándose de las calles y generando violencia.
De acuerdo con su expediente, ese negocio fundado por Daniel Sandoval Vázquez, alias El Diablo, quien en 15 meses, junto con sus dos hermanos —uno de ellos identificado con el mote de El Camarón—, empezaron vendiendo micheladas en una mesa de plástico, para luego, convertir toda la calle Santa Cruz en un bar ambulante, ahí mismo organizaban diversos eventos de comparsas y carnavales donde se venden drogas y alcohol a menores de edad.
En ese mismo lugar, según la investigación, mataron a tres personas en el año de 2019 por la disputa del mercado de la venta de droga. Además, denuncian que en la casa desde donde despachan, en el segundo nivel, se dan servicios de tipo sexual y venden droga a los asistentes a dicho cuarto.
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Los dejan crecer, señalan
Aunque autoridades de la alcaldía Iztapalapa no reportaron las irregularidades cometidas en el lugar, la indagatoria reveló que los fundadores de Las Fregonas VIP sobornaban a inspectores y a los agentes de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del cuadrante para que no los molestaran y los dejaran “trabajar”.
“Es uno de los grandes problemas de la metrópoli, la corrupción. Estamos hablando de que cualquier policía se corrompe, cualquier comandante o cualquier inspector o autoridad delegacional, lo más grave es que el problema no es nuevo, pero se sigue registrando, si analizamos desde tiempo atrás, La Unión Tepito se fundó igual, con el Cártel de Tláhuac, pasó lo mismo con Los Rodolfos o los pequeños grupos que luego tomaron fuerza.
“A eso nos referimos cuando hablamos de la desatención de las autoridades; no quieren aprender de los errores de otras administraciones o de lo que pasó en otros estados. Prefieren dejar crecer estos pequeños grupos para después dar golpes mediáticos solamente cuando les conviene, es decir, en campaña o cuando hay cambios de poder”, comentó Reynel Orozco, criminólogo por el Colegio de la Frontera Norte (Colef).
El grupo delictivo encabezado por El Diablo cuenta con al menos dos carpetas de investigación abiertas en la Fiscalía General de Justicia (FGJ), la FIIZP/IZP-6/ UI-2CD/2371/05-2022 y la FIIZP/ IZP-6/UI-2CD/2613/06-2022, que se iniciaron por narcomenudeo y trata de personas.
En ambas se asienta que la familia era alertada cuando se realizaban operativos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, pues dentro de la alcaldía tenían “un contacto” que les avisaba de dichos trabajos, luego fueron escalando y el trato lo hacían con comandantes y coordinadores de la propia policía capitalina, por lo que nunca los molestaban.
A pesar de eso, en un operativo coordinado entre la Policía de Investigación (PDI) y el Ejército Mexicano, en julio pasado, se logró la desmantelación de ese lugar, lo que a su vez derivó en la aprehensión de Daniel Sandoval Vázquez, de 46 años; Édgar Miguel Sandoval Novelo, de 29; Giovanni López Silvia, de 23; Joanna Guadalupe Salas Leonardo, de 22, y Miriam Guadalupe Garfias Navarro, de 19.
Los imputados, según el expediente del caso, podrían pasar un máximo de ocho meses en prisión y luego regresarán al mismo negocio, pues en el archivo se detalla que es su “modo de vivir”.
Sin embargo, la chelería estuvo cerrada sólo dos meses, luego la volvieron a abrir, mientras que los imputados ya están libres y regresaron a la misma calle a continuar con el negocio, pues los delitos por los que fueron consignados no fueron considerados como graves por el juez que tomó el caso.
Ahora los vecinos temen represalias, pues fueron ellos mismos quienes denunciaron el hecho. El Diablo y su familia siguen operando impunemente.
“Ese es justo el gran problema de la capital del país. Las autoridades no saben o quizá no les interesa terminar con esa criminalidad y por eso abundan en todos los barrios en las colonias y en las alcaldías. Basta recordar cómo empezó [Felipe de Jesús Pérez] El Ojos con el Cártel de Tláhuac, en 10 años nunca lo atendieron hasta que era grande y de no ser por la Marina, [que lo abatió en una operación en julio de 2017 en Tláhuac], seguiría trabajando.
“La misma situación se repite con Los Rodolfos, hasta la fecha no han intervenido su centro de operaciones en Xochimilco y, aunque los detienen o matan a sus líderes, las familias —estoy hablando desde la abuela, la esposa, la hermana hasta los hijos y sobrinos— continúan con ese legado.
“¿Qué pasa con La Unión Tepito?, lo mismo, se dan cuenta hasta que ya es demasiado tarde o ya crecieron en demasía”, indicó Luis Hinojos, sociólogo y criminólogo.