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Aideé Mendoza era una joven entregada a su congregación religiosa, integrante de los Boy Scouts, con raíces indígenas y amada por su familia, originaria de Puebla y radicada al oriente de la Ciudad de México.
Por más de nueve horas, la joven de 18 años asesinada en su salón de clases del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Oriente, fue velada en la iglesia Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en la colonia Xalpa, alcaldía Iztapalapa.
Después del amanecer, su cuerpo fue entregado a los servicios funerarios, donde la vistieron con un atuendo blanco brilloso, polvearon su rostro, pintaron sus labios de rosa tenue, le colocaron una diadema de flores blancas y una medalla sobre su pecho.
Un grupo de hombres con traje y camisas blancas resguardaba la entrada a ese lugar, pues sólo los parientes y conocidos de la alumna estaban autorizados para ingresar.
Los primeros en arribar fueron hombres y mujeres a pie sosteniendo arreglos florales pequeños en sus manos. Luego, grupos de estudiantes del CCH Oriente vestidos con ropa negra. Todos evadían dar declaraciones sobre el fallecimiento de Aideé.
Después del mediodía, una camioneta con los logos de la alcaldía Iztapalapa arribó a la iglesia, se estacionó y personal que iba a bordo bajó una mesa, manteles, vasos y ofreció agua a los dolientes.
“Exigimos justicia”. Las únicas declaraciones que dio la familia de la estudiante fueron por parte de su tía, Lourdes Cuautle, quien se acercó a las rejas y dijo brevemente que exigían justicia por el asesinato.
“Les exigimos justicia, sólo justicia por la niña... no es gran cosa lo que estamos pidiendo”, externó.
En palabras de la mujer, Aideé era tranquila, quería estudiar Ciencias Forenses y hasta ese momento, nada sabía sobre el curso de las investigaciones sobre el caso.
Dentro de la iglesia, el féretro de la estudiante se colocó en medio de 14 arreglos florales. Por su religión, diferente a la católica, no había cruces ni fotografías; no se rezaron rosarios y tampoco hubo llanto, más que el de su madre, quien por algunos minutos permaneció sentada en la segunda banca, abrazada por sus familiares.
El ataúd de la joven estaba abierto y encima, una flor blanca, un arreglo floral, una pulsera bordada con las letras “CCH” y una tela con una flor de lis, insignia de los Boy Scouts.
Andy, una de sus mejores amigas, llegó con su madre al templo para despedir el cuerpo de Aideé. La joven contó que la estudiante era una de las más devotas de su religión, no le interesaban las relaciones amorosas, era buena estudiante y que a ambas les gustaba escuchar a la boy band One Direction.
Por la tarde, luego de que sus compañeros del bachillerato, de la UNAM, sus familiares y vecinos de Iztapalapa la velaron, hubo una homilía en aquella iglesia para después partir en caravana hacia Puebla, donde sería sepultada.