El pupitre de su escuela lo cambió por una sillita de plástico que coloca en el mejor lugar posible cercano al palacio municipal de Ecatepec para que su teléfono celular capte la señal wifi y se pueda conectar a las clases virtuales.

Hadassa Desiree

, una niña de 14 años de edad, quien cursa el tercer grado de secundaria llega todos los días a las 8:30 de la mañana al centro del municipio más poblado del país para iniciar su jornada académica.

Vive con su mamá en una vivienda precaria localizada en la colonia Tierra Blanca en la que no tiene televisión, computadora, ni señal de internet , por lo que tomar clases en línea se ha convertido en casi un lujo para ella durante en esta pandemia de Covid-19.

La madre de la infante no la puede dejar sola en su morada porque en esa comunidad nadie se fía de nadie por la inseguridad que prevalece y la acompaña al primer cuadro de Ecatepec donde vende dulces y con lo que obtiene deben sobrevivir las dos.

Hadassa Desiree es hija única y solo vive con su madre, quien no la pierde de vista mientras están en las clases virtuales o hace las tareas que les dejan los profesores de la Secundaria Técnica 58 Tlamatinime.

“Con esta problemática de la pandemia me veo en la necesidad de venir aquí a realizar mis tareas por vía internet, que son medios que en casa no puedo tener, entonces por eso vengo aquí a tomar clases que necesitan internet, para hacer mis videollamadas o meterme a plataformas o ver videos que me mandan los maestros”, contó la menor.

En medio del bullicio que generan los transeúntes y los vehículos que circulan por el centro ecatepense la niña tiene que concentrarse para entender lo que explican los docentes y luego hacer los reportes de cada clase.

Hadassa Desiree es la única estudiante de su generación que enfrenta esta carencia tecnológica . “De algunos compañeros que he platicado con ellos sí tienen televisión, computadoras, impresoras y todo ese tipo de tecnologías actuales, pero al parecer de mi grupo soy la única que no cuento con ese servicio”, narró.

Aún con todas las limitaciones que tiene, sueña con estudiar Medicina o Pedagogía y salir de la pobreza en la que vive actualmente.

Antes de la suspensión de clases, en marzo pasado, aprendía a tocar el violín y ahora combina sus lecciones de las materias del curso normal con las de música porque también le apasiona.

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Es estudiante de excelencia, pero nunca le han otorgado una beca escolar para premiar sus altas calificaciones.

El centro ecatepense seguirá siendo su gran aula al aire libre, antes de que regrese a su salón de clases.

lr/hm

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