De pura “chiripa” son detenidos los asesinos seriales como El Caníbal de Atizapán, El Monstruo de Ecatepec y Juana Barraza La Mataviejitas, sicópatas que es urgente e importante investigar científicamente para entender cómo llegaron a sumar tantas víctimas y que estos casos no se repitan, señaló la doctora Feggy Ostrosky, directora del Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología de la UNAM.
En un ambiente de violencia creciente en el que vivimos es importante analizar el origen y qué es lo que detona el comportamiento de los asesinos seriales, que representan entre 1% a 3 % de la población, indicó la especialista que en las últimas tres décadas se ha dedicado a estudiar la neurobiología que rodea a la violencia.
Al presentar su libro La violencia. Qué la genera y qué la previene, la doctora Feggy Ostrosky en entrevista con EL UNIVERSAL habló sobre el llamado Caníbal de Atizapán, entre otros asesinos seriales, miembros del crimen organizado y sicópatas exitosos, que forman parte de su investigación.
Este sujeto, de nombre Andrés Filomeno Mendoza Celis, quien fue capturado en 2021 a los 72 años de edad, es considerado uno de los feminicidas con mayor número de víctimas, con al menos 30 mujeres, que además de asesinarlas “se alimentaba con su carne y la compartía con sus vecinos convenciéndolos de que se trataba de carne de jabalí”, recordó la doctora Feggy Ostrosky.
“Lo entrevisté por tres días en el patio y en una celda del penal de Tenango del Valle” en el Estado de México, donde cumple una condena de prisión vitalicia por feminicidio.
El hombre platicó y manifestó su orgullo de ser representante vecinal, pero aclaró que no era del PRI, “porque esos son unos rateros” y contó que cuando ganó la elección en su colonia en Lomas de San Miguel en Atizapán de Zaragoza, sacó su bandera de México y repartió 600 tamales con sus vecinos.
Este sujeto empezó a matar desde 30 años antes, relató la especialista quien contó que la gente iba y le decía que habían desaparecido mujeres y les respondía: “se ha de haber ido con el novio” y en algunos casos, hasta ayudó a buscarlas.
A él lo agarraron de “chiripa” porque asesinó a la esposa de un policía, si no, no lo hubieran detenido. Reyna, su última víctima, desapareció cuando fue a comprar accesorios para celulares, el esposo siguió la ruta de la mujer en las cámaras de vigilancia, a las que no tiene acceso cualquier ciudadano y fue como se logró su detención. “Si no seguiría matando”.
“No me dijo por qué las mataba, pero los estudios que hice muestran que él piensa que las mujeres son animales y los animales son para comer. Hay un rasgo de deshumanización y cosificación de la mujer. Estos rasgos hacen que él viera que si son animales, se deben comer. Además, las usaba para tener satisfacción sexual, pero sólo las tenía si las dormía con cloroformo y cuando él tenía el poder sobre ellas”, relató la investigadora de la UNAM.
“El Caníbal de Atizapán se comía a las señoras, pero se filmaba con su camarita, llevaba su bitácora, decía: Juana López, 33 años, ‘se fue’. Nunca ponía ‘la maté’. Tenía el peso de todos los órganos, porque era carnicero y los carniceros pesan cada pieza y las hacía bistec”.
La investigadora de la UNAM explicó que hay muchos tipos de canibalismo, hay de supervivencia, como el de los sobrevivientes de Los Andes; otro, espiritual, que se da en ciertas comunidades, en las que en un ritual se toman el polvo de la ceniza del ser querido.
En el caso de El Caníbal de Atizapán era un sicópata primario, que es de los que nacen con una deficiencia de neurotransmisores, que no reaccionan al dolor de las personas. En el caso de Andrés Filomeno no hay una historia de abuso ni físico ni sicológico en su infancia, puntualizó Feggy Ostrosky.
Todas sus víctimas eran muy parecidas, todas eran gorditas, treintañeras, tez morena, buscaba el mismo perfil. Ya en prisión “yo le pregunté y qué te dan de comer aquí y él respondió casi con desagrado: ‘pollo con calabazas’”, lo que era un problema, pues él estaba acostumbrado a otro tipo de carne.
En prisión, al cambiar su dieta alimenticia, subió de peso, indicó la especialista.
Cuando ingresó al penal de Tenango del Valle, la investigadora pidió “hacer una resonancia, era importante dar seguimiento a este caso, entender cómo llegó a eso, para que no se repita. Pero no me dejaron meter mi equipo” y mucho menos trasladar a Andrés para realizarle una resonancia magnética, con ese estudio se puede observar cómo procesan las emociones.
“Yo creo que es importante entender qué les pasa en el cerebro” para saber cómo se previene, en este caso, la conducta de asesinos seriales. Pero el gobierno no hace nada y no le interesan este tipo de estudios científicos, sólo los meten a la cárcel y de los individuos que entran en prisión, 60% reincide y con crímenes más terribles, enfatizó.
La especialista lamentó que en México “no hay programas, ni medicinas para la población siquiátrica”, mucho menos hay atención para esta población sicópata.
Además de El Caníbal de Atizapán, Feggy Ostrosky analizó los casos de Juana Barraza La Mataviejitas, y El Coqueto, feminicida serial que captaba a sus víctimas en su microbús, El Caníbal de La Guerrero y El Monstruo de Ecatepec.
Adicionalmente estudió el perfil neuropsicológico, la personalidad y el nivel de sicopatía de 83 miembros del crimen organizado considerados de alta peligrosidad recluidos en penales federales.
Además de los asesinos seriales, “hay sicópatas exitosos, muy frecuentemente entre financieros y políticos. Los llamo sicópatas exitosos, porque no los han metido a la cárcel, pero sí hacen mucho daño”, lamentó la investigadora.
Aquí en México está el caso de Rafael Olvera —Amezcua—, de Ficrea, quien defraudó a muchos adultos mayores, “podemos decir que él es un sicópata”, además de Donald Trump y Vladimir Putin, quienes mienten de forma frecuente y patológica, para lograr sus objetivos, señaló la también doctora en Biomedicina.
Ante el entorno de violencia y al incremento de sicópatas, hay mucho que hacer como sociedad. De ahí la importancia de conocer el perfil de los asesinos seriales, que es diferente al de un asesino en masa, al de un multihomicida o al del sicario, “cada uno, si tú entiendes qué es lo que los mueve, puedes hacer programas de intervención. Tampoco es magia, pero es necesario”, reiteró Feggy Ostrosky, quien además pertenece al Sistema Nacional de Investigadores.