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“Es muy común que me vean feo en el mercado o en las tiendas, les hablas a las personas y no te atienden, te miran rayao (feo). Ya me ha pasado que me dicen negra en la calle”, comenta Jessica, mujer de origen colombiano que vive en el campamento de migrantes de la parroquia de Santa Cruz de Nuestra Soledad, en la alcaldía Venustiano Carranza.
Así como Jessica otros migrantes de este campamento reportaron que han sufrido distintos tipos de discriminación y racismo en la Ciudad de México, principalmente por su color de piel, su acento y su origen étnico o país de procedencia.
“Lo miran a uno como si tuviera una enfermedad contagiosa. Uno no les contesta por respeto, pero uno sabe por qué lo ven así. Igual a mí no me pasa nada, porque yo estoy orgullosa de mi raza. Yo soy negra, y sé bien de dónde vengo y la persona que soy”, dice Jessica.
Asegura que también han sufrido maltratos por parte de las personas que habitan cerca de su campamento, ya que consideran que ellos invaden su espacio.
“La señora de aquí al lado de la ferretería el otro día nos aventó agua caliente a mí y a mi hija y a otras personas que estábamos cerca de su local, pero ya otros días nos han dicho ‘pinche migrante, regrésate a tu país’, o luego nos dicen culeros o vagos sólo por cómo nos vemos o cómo estamos vestidos o por el tono en el que hablamos”, señala.
Otra de las habitantes del campamento, cuyo nombre no quiso revelar, explicó que existen otros tipos de discriminación a los que ellos se enfrentan constantemente, como el abuso laboral y los malos tratos en los trabajos que pueden conseguir, así como la mala paga por su condición de migrantes.
“Hay muchos negocios que ya sólo contratan migrantes colombianos y principalmente venezolanos, porque los dueños saben que a uno no le tienen que pagar como a un mexicano. Yo trabajé mucho tiempo para una tienda de tenis en Tepito y ganaba 100 pesos a la semana”, agregó.