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Texcoco.-
Sentada en el comedor de su casa, la joven oaxaqueña no está lista para mostrar su rostro, ni que se sepa en qué carrera estudia. La comunidad de la Universidad Autónoma de Chapingo ( UACh ) es reducida y de inmediato, dijo, sabrían su identidad. A cuatro años de haber sido violada sexualmente dentro de su propia escuela cuando tenía 17 años, no está lista para enfrentar el escrutinio social.
Para los estudiantes de la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh), el Baile de la Quema de 2016 fue un día memorable, para la joven fue la noche que deseó la muerte.
El mismo día del baile, la joven que entonces tenía 17 años planeó con su mejor amiga no ir a esa fiesta y optaron por desvelarse viendo películas en el internado de la universidad, donde la amiga vivía, muy cerca de donde ocurría el evento en honor a los graduados y al que cualquier persona puede entrar. La joven se autodefine como una persona a la que no le atraen las fiestas ni la vida nocturna. Eran cerca de las 10 de la noche, su plan era hacer ejercicio en las canchas de la colonia El Cooperativo, ubicada frente a la UACh, y caminar 15 minutos hasta el internado.
Cuando ya iba por el puente que conecta la colonia con la universidad, notó que alguien la estaba siguiendo, pero como había más gente caminando, debido a la fiesta, no le dio importancia.
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“Me dijeron ‘dame el teléfono’, dije ‘no traigo’ y aventé mi tablet, yo no me iba a pelear con ellos porque eran dos personas (hombres), en lo que uno recogió la tablet, el otro me agarró. Pensé que era un asalto , pues resultó que no”, contó.
La forzaron a ir a los campos experimentales, creados originalmente para que los y las jóvenes de todo el país aprendieran ciencias agronómicas y ambientales en una institución que se precia, en su descripción oficial, de formar conciencias sociales. Tras la agresión sexual en ese mismo lugar, la amarraron de manos y pies con las agujetas de sus propios tenis y amenazaron con matarla. “En un momento, créeme que lo desee. Desee que lo hicieran”, narró.
“Estoy harta de todo lo que he tenido que vivir, y que la escuela no haga nada. Lo mío no trascendió porque no me mataron, pero a Nazareth (Bautista) sí y fue la única razón por la que se visibilizó. Yo he sabido de muchísimos casos, amigas que sufren abusos de sus novios (alumnos), acoso de profesores y de tenientes (seguridad interna de la escuela)”, contó en referencia al feminicidio de una alumna de 15 años encontrada en un pozo de agua en los campos experimentales de la UACh la Nochebuena de 2019.
De la agresión sexual, no se abrió una carpeta de investigación porque ni ella ni su madre quisieron denunciar. A la distancia, la joven que ahora tiene 21 años piensa que la falta de una orientación legal integral, de apoyo psicológico la hicieron desistir de seguir con el proceso legal. Las mismas autoridades escolares dudaron de su testimonio y la revictimizaron en repetidas ocasiones. La joven ha tenido que sacar conjeturas del caso por sí misma.
Hasta septiembre de 2019, en la UACh había 4 mil 694 mujeres inscritas contra 5 mil 856 varones.
“Los sujetos me dijeron que eran chapingueros y que vivían en “la Primera”, y comían en el (comedor) central, según esto. Yo creo que no, porque se veían muy grandes, yo estoy casi segura que eran trabajadores porque conocían la universidad pero eran muy grandes para ser estudiantes. Entraron, se movieron e hicieron lo que quisieron”, recordó.
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Lo que vino después fue la parte más complicada. Desde que se tuvo que desatar para poder pedir ayuda a los vigilantes de la escuela, hasta la fecha.
Todo el caso se mantuvo como un asunto interno. Esa noche de 2016, llegó una ambulancia y ahí confesó lo que había sucedido. En la unidad médica de la UACh le pidieron que llamara a sus padres en Oaxaca, pero le dio vergüenza. Alguien más le llamó a su madre para que se pusiera en camino a Texcoco cuanto antes sin decirle por qué. La señora llegó la mañana siguiente y también entró en shock. Una representante de la Unidad Jurídica de la universidad se encargó de revictimizarla. Que si conocía a sus agresores, que por qué traía cierta ropa, etcétera. Tras darle la pastilla del día siguiente para evitar embarazos , las propias enfermeras le aseguraron a la joven que la denuncia no tenía caso porque “nunca pasa nada”.
“Mi mamá le dijo a la directora de la Unidad Médica si podían hacerme más estudios, revisarme que no me hubieran lastimado más. Pero ella le dijo ‘fue una relación sexual, señora, ¿cómo cree que la van a lastimar? ¡es normal!”, contó.
La joven pensó que si concentraba toda su energía en terminar el semestre el dolor emocional se iría poco a poco. Pero no fue así. Lo que vino después fueron semanas de depresión y angustia de vivir sola en Texcoco.
“Tener que pasar por el lugar, o sea no, yo ya no me sentía segura, no iba ni al comedor, dejé de ir a clases, me quedaba dormida, no pude superarlo sola”, recordó. Así que interrumpió sus estudios para buscar tranquilidad en su casa de Oaxaca, donde comenzó una terapia y un tratamiento con pastillas para poder dormir. Al siguiente semestre su madre la motivó para que volviera a Chapingo y terminara la preparatoria. Así fue cómo descubrió que las autoridades escolares obstaculizaron que tuviera una terapia psicológica con una especialista con la que la joven ya había tenido contacto antes de la agresión. También se enteró que cualquiera que tuviera acceso a su expediente médico sabría de lo ocurrido. De nuevo, la revictimización.
Al retomar sus estudios e iniciar una carrera universitaria, la joven fue a una revisión médica y el doctor en turno leyó todo lo ocurrido aquella noche.
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“Me dijo ‘y qué, ¿ya te trataste?’ y yo ‘¿de qué?’, ‘pues de lo que te pasó, es el evento más importante de tu vida’. Yo empecé a llorar, y dije ‘sí’ me vio llorando y me dijo ‘pues veo que no tanto porque mira, cómo te pones’”, expresó.
A cuatro años de lo ocurrido, la joven reconoció que el ejemplo de su madre como una mujer con estudios e independencia económica la hizo seguir estudiando en Chapingo, pero también el apoyo de sus amigos y dos libros, regalados por un compañero, que la hicieron sentirse acompañada: Un Cuarto Propio, de Virginia Woolf y El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir.
Minerva Pacheco Ramón, estudiante de 21 años, fue hallada sin vida colgada de una portería del campo Teja 3.
Adeudan protocolo de género
De 2012 a 2019 la UACh reportó 13 denuncias o quejas de agresiones sexuales a alumnas mujeres. En 11 del total se informó que el agresor era una persona externa a la universidad y se había tratado de violación y en dos se trató de profesores cuya conducta fue descrita como hostigamiento sexual. De ellos, uno fue rescindido de su contrato de trabajo. De los 13 casos, se reportó que todos los agresores fueron 15 hombres, pues en un hecho ocurrido en 2019 una mujer fue atacada por dos hombres. Se informó además que 12 de los eventos derivaron en denuncia ante el Ministerio Público y se acota que en 2016 un caso no se denunció ante las autoridades oficiales por decisión de la menor y de su madre. Hecho que podría tratarse del caso de la estudiante oaxaqueña. De los feminicidios y hallazgos de mujeres muertas reportados por la prensa, no hay datos validados por la universidad.
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En 2004 fue el caso de Zully Shant Cruz Mendoza, de 18 años y tres meses de embarazo, asesinada en los internados de la escuela con arma de fuego presuntamente por quien era su novio. En 2014, Minerva Pacheco Ramón, de 21 años, fue hallada colgada de una portería también en la universidad, su muerte fue reportada por algunos medios como un suicidio, sin que se aclarara a futuro. Y a finales de 2019 el de Nazareth, cuyo caso provocó indignación y protestas de las alumnas. A raíz de eso, se colocó un jardín en memoria de la niña asesinada y una promesa del rector José Solís Ramírez de la creación de un marco jurídico con perspectiva y la Unidad de Género que a la fecha no han visto la luz.
La economista y doctorante por la UACh, Gabriela Monsalvo, vivió personalmente experiencias machistas en tal institución que decidió analizar los datos publicados por la universidad. A partir del feminicidio de Nazareth y del impacto de haber visto el cuerpo de Minerva al llegar a su jornada en la escuela, realizó el informe “Antecedentes de violencia en la UACh con análisis comparativo interuniversitario”.
Encontró que las razones más comunes por las que las alumnas acuden al servicio de terapia psicológica de la universidad son violencia en el noviazgo, depresión, problemas de pareja, autoestima y orientación. Sin embargo, los datos publicados referente a llegaron hasta 2009 y no se volvieron a actualizar.
La investigadora presentó el reporte personalmente al rector, quien la invitó a publicarlo en una reunión del Consejo Directivo y firmó una declaratoria de tolerancia cero a la violencia de género.
EL UNIVERSAL pidió una postura a las autoridades de la UACh pero no obtuvo una respuesta.
Por su parte, Xilonen, la colectiva de universitarias de Chapingo, aseguró que una de las raíces de estos abusos se debe al origen militar de la institución formada en 1923, y que hasta la década de los 60 aceptó mujeres.
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“Estamos en una institución que comenzó siendo de enseñanza militar y que actualmente se especializa en las ciencias agropecuarias. Comenzó siendo exclusivamente para hombres y eso generó un machismo bien arraigado que continúa, porque muchísimos profesores de esa época siguen dando clases y fomentan el ambiente”.
Y a pesar de que la matrícula está cerca de ser equilibrada en cuanto a alumnos y alumnas. Hasta septiembre de 2019, en la UACh había 4 mil 694 mujeres inscritas contra 5 mil 856 varones. No se ha visto en prácticas más equitativas, aseguraron las jóvenes.
“La matrícula de mujeres está cerca de alcanzar las mismas proporciones que la masculina. Sin embargo, la legislación y la convivencia universitaria no lo reflejan. El protocolo informaría, prevendría y permitiría proceder eficientemente en contra de los casos de violencia de género. Sería un progreso enorme para nuestra universidad reconocer la problemática y actuar verdaderamente contra ella”, explicaron.
Zully Shant Cruz Mendoza, de 18 años y 3 meses de embarazo, fue asesinada en los internados por arma de fuego.
"Cuéntame tu historia, mujer"
Tras las conmoción causada en la comunidad universitaria a raíz del feminicidio de Zully Shant, la UACh publicó un libro testimonial donde 49 mujeres narran su experiencia en esa institución bajo el nombre “Cuéntame tu historia, mujer” de la autoría de Silvia Castillejos Peral. En 2017, los investigadores Roberto Castro y Verónica Gómez analizaron la obra ante la Asociación Latinoamericana de Sociología bajo el nombre “La universidad como espacio de reproducción de la desigualdad de género” y concluyeron que tan solo en esos testimonios se evidencia un acoso sistemático hacia las mujeres de la UACh. Con experiencias de violaciones sexuales en una biblioteca, en los baños o en los corredores de la universidad.
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“El acoso sistemático funciona como estrategia de legitimación de otras formas más severas de agresión contra las mujeres (...) Y porque las aspiraciones que las llevaron a la universidad están hechas simultáneamente de mandatos y de deseos de mejorar sus condiciones de vida, las mujeres identifican claramente estas adversidades, desarrollan estrategias de adaptación a las mismas (que son, a la vez, expresiones de la colonización de la que son objeto), y mantienen, en un primer momento, su determinación de salir adelante”.
Si bien en la investigación aclara que no se trata de un fenómeno exclusivo de Chapingo, sirve de ejemplo para identificar las “formas en que otras instituciones educativas forman parte de este sistema general de reproducción de la dominación masculina”.