Mientras don Roque hace fila y se pelea con más de 10 personas para pedir dos tacos de maciza, a sus espaldas enfermeras del sector Salud capitalino, instaladas en el Kiosco de Salud del pueblo de Topilejo, en la alcaldía Tlalpan, tratan de convencer a los habitantes para que se acerquen con ellas y así darles detalles de protección y prevención contra el coronavirus (Covid-19).
“Hay más gente en las carnitas que interesadas en la información que les queremos dar y que salvan sus vidas, de sus vecinos o familiares”, cuenta Karen con una sonrisa nerviosa, al tiempo que sigue repartiendo volantes y conminando a las personas para usar cubrebocas, gel desinfectante y, sobre todo, guardar la sana distancia.
En ese kiosco apenas se aplicaron 30 pruebas a personas que aseguran presentar algún síntoma de Covid-19 o que estuvieron cerca de alguien que dio positivo.
“No le tengo miedo al Covid, de algo nos vamos a morir. La gente tiene que trabajar y hacer sus cosas”, comenta Ramiro, vendedor de barbacoa, quien despacha sin cubrebocas y sus clientes no guardan la sana distancia.
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En Tlalpan, uno de los puntos con más contagios por coronavirus, se instalaron tres kioscos: en San Miguel Topilejo, en El Capulín y en San Pedro Mártir. Este miércoles la afluencia fue poca, pues los pobladores no están convencidos de la gravedad del problema.
“Aquí la gente todavía es de sus costumbres, en las pláticas que hemos tenido con ellos nos dicen que se cuidan con tés y hierbas del campo. Andan como si nada, usando transporte público, comiendo en la calle, incluso desconfían de aplicarse la prueba.
En Coyoacán la situación es similar, en los alrededores del mercado de La Bola pareciera que no existe el virus, ni siquiera guardan sana distancia o usan tapabocas.
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Vecinos del lugar achacan el repunte de la enfermedad a la actividad del comercio informal, el tianguis de los domingos, también conocido como La Bola, no dejó de operar en la cuarentena, a pesar de la insistencia de las autoridades.
“Los jóvenes, grandes y viejos no se ponen cubrebocas. Van escupiendo en la calle, tosen, y por eso estamos como estamos. Luego uno les dice algo y se ofenden. Ahorita hay poquita gente, pero venga un domingo cuando está el tianguis y verá”, dice la señora María de Lourdes, quien pide información en el Kiosco de Salud.
En la carpa, dos médicos protegidos con equipo especial aplican las pruebas Covid-19, que demoran dos minutos. Al salir cada paciente alguien se encarga de sanitizar, rocía el líquido sobre los médicos, piso y sillas donde se sientan quienes acuden a examinarse.
Gonzalo González, vecino de la Nueva Atzacoalco, en la Gustavo A. Madero, explica que en el último mes dos familiares fallecieron a causa de la enfermedad y a pesar de que no tuvo contacto directo con ellos, asistió a sus respectivos funerales.
“Me ha dolido mucho la cabeza, también la garganta, sé que no fue prudente mi decisión, pero tenía que apoyar a los míos”, narra.
Rubén Linares, director General de Desarrollo Social de la alcaldía, asegura que gran parte de la población no reportaba su caso por miedo al prejuicio social.
Sergio Cuevas, quien está formado con su esposa e hija, comenta: “Nos sentimos mal hace unos días y mejor nos quedamos encerrados, supimos de un vecino que luego de que vinieron a hacerle la prueba le aventaban cloro en su puerta”.