En menos de 25 minutos debajo de los rayos del sol y con un uniforme que pesa más de cinco kilos, seis integrantes del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) rompen los vidrios, el parabrisas, las cuatro puertas y el toldo de un vehículo gris para rescatar a un lesionado.
Ellos dicen que buscan separar al automóvil del conductor, aunque usualmente cuando hay un accidente, la gente dice “sacar al herido del auto”. Estos rescatistas forman parte de los 400 integrantes del ERUM, quienes trabajan todos los días en cinco turnos.
Israel Reyes Carlón, el encargado de turno que supervisa a este grupo, explica que en el escuadrón hay tres tipos de especialidades; están los paramédicos, quienes se encargan de atender a las personas heridas o hacer traslados; aquellos que rescatan a las personas atrapadas en los edificios y están aquellos que actúan cuando hay personas perdidas en zonas boscosas, intentan aventarse de los edificios o están prensadas.
La labor del ERUM, que pertenece a la Secretaría de Seguridad Pública capitalina (SSPCDMX), ha sobresalido en estos últimos meses. El primer caso reconocido por los capitalinos ocurrió en un edificio cercano a la Glorieta de la Diana Cazadora, donde tres pintores extranjeros quedaron suspendidos cuando el sistema del andamio del que se sostenían falló.
Esa tarde los capitalinos se mantuvieron a la espera por la complejidad del rescate. El grupo se sujetó a cuerdas desde la parte alta del inmueble para descender lentamente hasta los afectados y, después de tranquilizarlos, lograron bajarlos. En esa ocasión ni la escalera más larga de los bomberos pudo llegar al punto que se requería.
Rápidos movimientos
Mientras Ana Gabriel César, la líder de equipo se separa de la zona para evaluar el nivel de peligrosidad, los rescatistas a su cargo actúan con rapidez. Lo primero que hacen es acumular niveles en la parte baja del automóvil para nivelarlo, luego uno de ellos rompe el vidrio trasero y otros dos sostienen pedazos de lona en los bordes para no cortarse; uno de los designados se mete al automóvil.
Este grupo actúa con varios movimientos al mismo tiempo: primero separan las puertas traseras en menos de cinco minutos y luego las delanteras. También rompen el parabrisas y cuando vuelves a enfocar la mirada, los rescatistas ya tienen una pinza de 3 kilos en sus manos para quitar el toldo.
“Hay de todo. A veces la gente llama por uñas enterradas, diarreas, porque se quedan atorados en las cisternas, pero lo que más he atendido son los casos de los anillos que ya no se pueden sacar y a la gente se le hincha el dedo”, dice Reyes.
La frecuencia es tanta que ya ideó una manera de salvarles los dedos a las personas, aunque signifique cortar el anillo que provoca malestar.
El sueldo del personal que forma parte del grupo difiere por años de experiencia, cursos; Reyes Carlón dice que “en mi caso particular gano alrededor de 7 mil… obviamente con descuentos, pero ya cerrados son como 15 mil pesos”.
Al preguntarle si ese dinero es suficiente al valorar que su vida está en riesgo todos los días durante su turno de ocho horas, sonríe y revira: “Yo creo que va a depender del ritmo de vida que lleve el rescatista o el paramédico”.
En los casi 30 años de carrera, el encargado de área ha atendido miles de casos, pero para él los más significativos son los partos que auxilió en la calle.
“He tenido la oportunidad de ayudar a traer vida a este mundo y lo más satisfactorio es poder ayudar a la gente que se encuentra en desgracia, en cuanto a que sufren algún accidente o estado de salud”.
Casos difíciles
Sobre los apoyos más peligrosos o que duran más tiempo, recuerda dos: la extracción de los cuerpos de gente que sufrió un accidente en el Metro, o los que intentan quitarse la vida y son violentos.
El 2 de noviembre Sergio, un hombre que dijo hacer labores de construcción, fue sorprendido en una antena del Centro Histórico desde la madrugada. Aunque hubo una ocasión en la que se bajó, subió de nuevo porque “tenía miedo”.
Pero, ¿qué pasa cuando las condiciones para hacer una intervención no son óptimas? De acuerdo con Reyes Carlón, una de las prioridades es poner a salvo a los lesionados o que necesiten ayuda.
Cuando hay una situación en la que uno de los paramédicos resulta herido, entonces el equipo se divide en dos; uno para atender la primera emergencia y la otra para dar apoyo al compañero.
El jefe recalca que se vela porque este tipo de incidentes no sucedan pues “baja la moral del equipo”.
Aun así siempre se capacitan para mejorar su trabajo pues, cada dos meses, aproximadamente, toman cursos. Una persona viaja al extranjero para recibir el conocimiento y después enseñarlo a sus compañeros.
Por ejemplo, el rescate del prensado —realizado en menos de 25 minutos— es sólo uno de los logros que hizo el equipo de seis personas.