Metepec, Méx.- Ser autosuficientes y “volar” tan alto como cualquiera es el mayor reto que enfrentan los jóvenes con discapacidad, coinciden las mamás de un grupo de chavos veinteañeros, en edad productiva, quienes contra todos los pronósticos médicos lograron desarrollar su talento como artistas plásticos y artesanos, actividades mediante las que obtienen ingresos.
Sandra Hernández García, María de la Cruz Rocha y Guadalupe Jardón son mamás de jóvenes con síndrome de Down, distrofia muscular y otros padecimientos, condiciones que los condenaban a ser dependientes el resto de su vida; sin embargo, dicen que gracias al empeño de sus hijos y la preparación académica, además de artística, ahora pueden demostrar lo que sí pueden hacer.
Estas mujeres conformaron hace cuatro años la Fundación IntegrArte, una asociación que busca ser una alternativa para los egresados de los Centro de Atención Múltiple (CAM), y que las personas con alguna discapacidad tengan una opción para recibir capacitación para el trabajo.
“Tras la instrucción académica, nuestros hijos no tenían dónde recibir más capacitación laboral y este tipo de desarrollo es un derecho que los seres humanos tenemos. Entonces al notar que ellos son vulnerables porque no se les brinda la oportunidad, nos constituimos como asociación y, primero que nada, les brindamos la oportunidad de recibir clases de arte”, dijo Sandra.
Explicó que se hacen cargo de los gastos en general, desde la renta del pequeño espacio que acondicionaron como escuela, hasta la pintura y el material de trabajo pese a que aún no reciben el permiso del Sistema de Administración Tributaria (SAT) para poder expedir facturas deducibles de impuestos a los donantes, aunque están en ese trámite para acudir con la iniciativa privada y las autoridades de los tres órdenes de gobierno y pedir apoyo.
Como una medida para sostenerse económicamente, en este taller incluyeron otras opciones, por ejemplo los jóvenes aprendieron a empaquetar dulces, producir cajas de galletas con fondos de arte y azulejos pintados.
“Cuando estábamos en el CAM decidimos platicar con la directora y pedirle clases de pintura, música, pero nos comentó que tenía a un conocido —diseñador gráfico— que había trabajado con chicos con autismo. Lo contactamos y cuando nuestros hijos comenzaron a tomar sus clases, nos dimos cuenta de todo lo que pueden hacer, del talento que tienen”, platicó María.
Los chicos han expuesto en varias ocasiones, incluso en recintos con reconocimiento estatal, en los que vendieron varias de sus pinturas, además de tener ingresos con el resto de las actividades.
“Ellos empaquetan botana que se vende, hacen galletas, pintan fondos de cajas de madera y le damos el terminado las mamás. Las obras se plasman en souvenirs como tazas, separadores de libros, azulejos, jabones, pero el fuerte es la pintura”, indicó.
El proyecto a largo plazo es tener una cafetería con galería en la que se puedan exponer las obras, sólo que a la fecha no han recibido el apoyo que requieren, dicen. “En cierta forma nos dimos cuenta de que el arte y la pintura les ayuda con la autoestima, les brinda seguridad, pueden desarrollar muchas habilidades, pero más allá de eso, es que les da alas, son como peces en el agua cuando exponen. Son otros”.
Mariana y Paola son gemelas, ellas tienen distrofia muscular, pero nada las detiene. Entre sus obras más preciadas están una que desarrollaron en honor a su hermano, que titularon: Un sueño logrado, y una de mariposas monarca, que representa la fuerza con que un día se levantaron de la silla de ruedas.