Edwin Campos, de 24 años, tiene su puesto de tamales en la esquina entre Filomeno Mata y 5 de Mayo, en el centro de la Ciudad de México, y ya tiene 20 pedidos para este 2 de febrero, por lo que se prepara con un par de días de anticipación para la venta, que promete ser buena en esta fecha.
“Nosotros hacemos los tradicionales [tamales], que son verde y mole con pollo; el de rajas, que es con queso manchego, y el típico de dulce. Para la Candelaria nos prevenimos desde dos días antes, más que nada con las compras. La materia prima para nosotros la suben en estos días, entonces nos preparamos para el gasto”, explica.
Edwin vende tamales en este punto de la Ciudad de México desde hace apenas unos meses; sin embargo, lleva más de ocho años dedicándose a preparar este alimento, que antes comercializaba más cerca de su domicilio, en el municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México.
“Yo ya llevo ocho años dedicándome a vender tamales. Tengo 24 años, empecé desde jovencito, nada más que vendía por donde vivo; solamente somos mi esposa, yo y mi pequeño, me enseñó [a prepararlos] mi suegra y mi suegro, ellos fueron los que me alentaron a sacar mi puesto”, cuenta a EL UNIVERSAL.
Además de los pedidos que ya recibió para este 2 de febrero, también preparará los tamales habituales.
“Ya ahorita ya cerramos los pedidos, ya no estamos recibiendo, porque sólo somos mi esposa y yo, ahora sí que los que alcancen, ya si quieren y alcanzan de los que traemos ese día temprano”.
Junto a su bote de tamales, del que saca uno verde para ofrecerle a un cliente con un vaso de atole, Edwin comenta que habitualmente él pide la harina preparada del molino, especialmente para la elaboración de este platillo.
“Se le embarra una cucharada de harina preparada con sal, para que se pongan duritos los tamales, se le da embarrada a la hoja de maíz, a la hoja de piña que le llamamos nosotros, de ahí se le pone el relleno: la salsa verde, el mole o al de dulce que se le pone el color y azúcar. Se envuelven y se ponen a cocer; se tardan como una hora o una hora y media en prepararse”, dice.
Previo al 2 de febrero, el vendedor cuenta que en México “es ley tener que pagar los tamales” si te sale el muñeco en la Rosca de Reyes, por ello, se muestra contento de tener pedidos con anticipación, que afirma “son bastantes” para él y su esposa, que son quienes preparan la mercancía.
Raúl, otro vendedor de tamales que pone su puesto en el primer cuadro de la Ciudad, menciona que “indudablemente” el Día de la Candelaria es uno de sus días con mayores ventas.
“Aunque no se crea, ya ve cómo somos los mexicanos, cualquier día es bueno para comerse un tamal, una guajolota con su atolito. La verdad es que todos los días se venden tamales en la Ciudad, pero sí, el 2 de febrero, ahora sí que es el día de más ventas”, agrega.
Mientras saca de su bote un tamal oaxaqueño de mole para despachar a sus clientes, el vendedor cuenta que para la Candelaria normalmente se le duplican las ventas, por lo que además de los que vende “por encargo”, ese día acostumbra “hacer unos pocos más porque no falta el despistado al que se le olvida —o se hace— y que al último momento se acuerda que le salió el niño y que le toca pagar”.