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Carolina y su hermana gemela tenían un año, cuando quedaron abrazadas por el fuego que envolvió a su familia en la explosión de Pemex en San Juan Ixhuatepec, detonación en cadena que el amanecer del 19 de noviembre de 1984 terminó con la vida de más de 500 personas que vivían en San Juanico, entre ellas Rufina, su madre, y Sofía, su hermanita de tres años.
A 33 años de la explosión, Carolina es de los cientos de personas que sobreviven sin pensión alguna e incluso sin cobertura médica, pese a que el siniestro de Pemex marcó sus cuerpos, plegó su piel y al igual que muchas otras víctimas perdió su rostro original, sus dedos, otros perdieron extremidades, por el fuego que penetró a sus casas y los envolvió en llamas.
Por justicia, “debimos contar al menos con atención médica permanente, con alguna pensión que nos permitiera tener ingresos básicos”, afirmó Carolina, quien ahora tiene 34 años y tuvo que postergar de forma indefinida operaciones, cuando su padre quedó desempleado.
Los estallidos de Pemex y de las gaseras de San Juanico envolvieron en llamas a todo el pueblo y ahí a los cinco hijos de Rufina y Sabino, donde Carolina sobrevivió junto con su gemela cuando tenían un año, su hermano cuatro; su hermana mayor, 14 años, así como su padre, quien al paso de los días fue encontrando a sus hijos en diversos hospitales, luego de que él mismo fue trasladado a una sala de emergencia, por las severas quemaduras que marcaron sus cuerpos.
“Mi madre falleció el 24 de noviembre, cinco días después de la explosión y mi hermanita Sofía que tenía tres años, murió un mes después, en diciembre del mismo año”, relató Caro, quien pese a los estragos que el fuego dejó en su cuerpo es una mujer segura, autosuficiente, desinhibida y sin complejos, llena de planes y amante de la música.
“Yo no me acuerdo del día de la explosión, lo que si viví fue el dolor de las quemaduras, supe por relatos de mi padre que vivíamos en San Juanico, a unos 100 metros del establo”, afirmó la joven.
Caro vivió el siniestro en una zona donde muchos cuerpos quedaron carbonizados, a unos pasos del corral donde caballos y vacas quedaron inmóviles, totalmente quemados, pero vivos, permanecieron de pie por horas y sólo movían los ojos, en una escena que rescatistas y reporteros que llegaron a la zona de desastre recuerdan con impacto.
“Lo que sí sé es que pasé muchos meses en hospitales, en cirugías y terapias de rehabilitación, hasta que cumplí los 10 años, cuando mi padre perdió el empleo y perdimos la cobertura del Seguro Social”, expresó.
Sin embargo, Carolina no dejó la escuela y llegó hasta la preparatoria con una carrera técnica en computación, que le permitió ser autosuficiente y trabajar en la delegación Gustavo A. Madero, en un área administrativa, donde luego de 12 años de trabajar por honorarios, logró por méritos una plaza en 2015 y tiene en mente continuar estudiando una licenciatura en Administración.
“¿Regresar a San Juanico?, nunca, ese lugar no me provoca nada bueno, para mí es un sitio hostil al que sólo volví en el 25 aniversario de la explosión y no me quedaron ganas de regresar”, afirmó Carolina, quien ahora vive en la Ciudad de México, donde su padre compró una casa, con el dinero de la indemnización que prácticamente sólo alcanzó para eso.
Fallecimientos. En la explosión de Ixhuatepec “contabilizamos 503 cadáveres y tan no estaba mal el número que no tuvimos reclamos de cuerpos, si hubiera estado mal, hubiéramos tenido reclamos por 600 cuerpos, porque se estaban pagando indemnizaciones a los deudos”, recordó Abel Huitrón Rosete, quien en 1984 fue subprocurador de Justicia del Estado de México.
El gobierno pagó en total “más de 2 mil millones de viejos pesos”, como indemnización, recordó Abel Huitrón en entrevista realizada esta década.
En ese tiempo, Alfredo del Mazo González era gobernador y “ordenó que se le pagara a la gente el doble de lo que establecía la Ley Federal del Trabajo, por cada muerte, al igual a los sobrevivientes”.
Además de los muertos, la explosión que devastó a San Juanico dejó entre 800 a mil personas lesionadas con quemaduras, reveló Abel Huitrón Rosete, quien fue uno de los encargados de realizar el censo de víctimas.