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metropoli@eluniversal.com.mx
Toluca, Méx.— “Jamás me arrepentiría de ser gay porque no conozco otra vida, no sé lo que es ser mujer ni lo que se siente ser hombre, porque te juro que no lo soy. Soy una mujer transexual”, así sintetizó su vida Rudy Rafael Díaz Méndez, una de las trabajadoras sexuales fundadoras de la zona tolerada en Toluca, capital del Estado de México.
Sabe que en la Ciudad de México ya existe la opción para cambiar su documentación y ser identificada oficialmente como mujer, pero se rehusa “a molestar al vecino, si en mi casa [el Estado de México] pago mis impuestos” y lamentó que las autoridades mexiquenses ignoren las necesidades de una comunidad que debe tener la misma importancia que el resto de la población, pues para los trans no hay servicios médicos especializados ni oportunidades para formalizar su matrimonio o acceder al cambio de identidad sexogenérica.
Sobreviviente de dos intentos de asesinato por su padre a los cinco y nueve años de edad, abuso sexual de un maestro hasta los 12 años, situación que se repitió ya de adulta por policías municipales, estatales, y constante violencia física extrema por parte de clientes, parejas sentimentales, además de su familia, se convirtió en una eterna luchadora por los derechos de las personas Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Trasvesti e Intersexual (LGBTTTI).
Ella es una de las iniciadoras del trabajo sexual por personas trans en Toluca, conocidas como “Las Famosas de Humboldt”, un grupo que actualmente está conformado por más de 80 mujeres, casi todas transexuales, quienes gracias a la lucha de esta mujer, dejaron de ser atosigadas por autoridades locales.
Desde 1990, cuando Rudy llegó a Toluca, se mantiene en la lucha por defender los derechos huma nos de gente, que como ella, tienen una orientación sexual que los convierte en objeto de crítica, acoso y, a veces, de burla.
Nació en una comunidad de Veracruz y tituló esta entrevista como “nunca me preguntes de dónde soy porque no te lo voy a decir”. Dice que acostumbrada a los desprecios, las caricias la hacen llorar, por lo que pidió hablar sólo con la verdad sobre lo que enfrenta una persona transexual.
Platicó que en 1970, el año en que nació, todavía era considerada como una enfermedad la homosexualidad y en su caso, la tercera de siete hijos de un matrimonio analfabeta, “ser gay me hizo la vida todavía complicadísima”.
Rudy lleva en la cabeza, la espalda y el resto de su cuerpo las marcas por la violencia de la que fue víctima, aún así es una mujer cálida, amable. A sus casi 50 años de edad, vive en Toluca rodeada de amigas trans, que se convirtieron en la única familia que reconoce, pues de la consanguínea sólo habla con su madre. “Yo no reniego lo que soy”, resaltó.
A los 17 años se inició en la prostitución, incluso su sobrenombre al principio era Calle, fue hasta los 24 años que dejó el puerto y llegó a la capital mexiquense junto con otra amiga, rentó un cuarto en la vecindad que antes se ubicaba en la calle de Humboldt. “Ahí comenzó todo”, dice.