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Metepec, Méx.— Por más de seis décadas los artesanos en Metepec perfeccionaron la técnica de transformar el barro en las figuras de la Virgen María, San José y el Niño Dios, los elementos más importantes del nacimiento, aunque es una actividad casi exclusiva de los hombres de la localidad y está en peligro de extinguirse porque las nuevas generaciones ya no están tan interesadas en continuar la tradición.
Este Pueblo Mágico destaca por la calidad de los nacimientos que van de los cinco centímetros a los dos metros de altura y que llegaron a varias partes del mundo.
Son decenas de talleres de artistas originarios de esta localidad en el Valle de Toluca que se dedican a dar vida también a los Reyes Magos, el arcángel, la vaca, el burro y los peregrinos.
Es el caso de los cuatro hermanos del Taller Rodríguez que atienden César, Rubén, Rogelio y Jorge Eduardo, quienes hace 20 años comenzaron a especializarse en la representación del nacimiento de Jesús en Belén, que según la iglesia católica es también el elemento representativo de la Navidad en México y donde destacan las creaciones de artesanos como estos cuatro jóvenes artistas.
Este escenario lo forman sólo algunas de las piezas galardonadas a nivel nacional e internacional, triunfadoras en concursos de artesanías. Y ahí, sobre una mesa junto a la ventana se encuentra Miguel dando forma al cuerpo de María para completar un nacimiento de 1.80 metros de altura.
En las repisas abundan ángeles, arcángeles, borregos y Reyes Magos. Hay un apartado donde se encuentran las vírgenes. Dice que son piezas ornamentales, sin moldes, casi todas manuales en su totalidad, que surgieron de su creatividad e imaginación.
“Nosotros heredamos el amor por el barro de los abuelos, pero ellos sólo hacían cazuelas, con el tiempo cada uno fue buscando su técnica y trabajamos por temporadas para Día de Muertos, La Virgen de Guadalupe”, dijo.
Los artesanos coincidieron en que recuperaron el interés de la gente cuando Frida Kahlo y Diego Rivera comenzaron a buscar las artesanías tradicionales, “hechas por manos mexicanas y con ellas decoraron la Casa Azul de Coyoacán”.
Para responder a la demanda de los clientes comienzan con la producción de nacimientos en julio, pues los pedidos varían en número y cada uno es distinto; por ejemplo, pueden ser de 20 centímetros a los dos metros e integrados por 12 o más elementos.
“Es muy importante para nosotros porque no sólo es nuestro trabajo, sino que es divertido, es una pasión, porque cada uno tiene un detalle particular, competimos entre talleres para ganar al cliente, pero creemos que estas piezas tienen un significado importante”, platicó.
Para concretar estas piezas, los artesanos explicaron que primero compran los costales de barro seco en polvo, después sobre el piso lo muelen con metate, lo baten, lo preparan hasta que tenga la consistencia adecuada que depende del artesano, para después comenzar con una bola de masa sobre la mesa, que dependiendo el tamaño, tardarán hasta tres días en transformarla hasta su terminado en barro natural o a color.
Las que son muy grandes, precisó, se llevan dos o tres días en el secado, mientras que las miniaturas se llevan más tiempo en el decorado.
También hay nacimientos en miniatura. En el barrio vecino está Miguel Ángel González, del Taller Arte en Barro. La actividad en esta familia inició en 1800, cuando Timoteo González Degollado, el más anciano de la familia, inició con la idea de crear árboles de la vida. Con el tiempo, este artesano fue transformando su técnica hasta llegar a las figuras miniatura.
Aunque Miguel destacó por el nacimiento monumental para Galerías Guadalajara, con tres metros de altura, también se especializa en los que miden apenas cinco centímetros.
Precisó que muchas veces se adaptan a la solicitud de los clientes, que compran los portales y piden el nacimiento para ese tamaño específico, por ejemplo de siete a 18 centímetros o los especiales que son más grandes.
De esta manera es como inician las fiestas decembrinas y se enaltecen las tradiciones mexicanas en el Pueblo Mágico de Metepec.
Los artistas metepequenses se dijeron afortunados y bendecidos porque gracias al arte de hacer niños Dios, vírgenes y a José hoy son reconocidos en el mundo por su máxima pasión: dar vida al barro.