Toluca, Méx.— Daniel Plácido, de 26 años, apela a ser uno de los primeros presos en recibir la y salir del penal de Almoloya de Juárez, donde se encuentra recluido desde hace tres años, cuando fue sentenciado por secuestro a 65 años de prisión.

Su hermana, Laydi Plácido, comenta que sin testigos, víctimas, ni pruebas fue condenado por el delito de secuestro bajo el argumento de haberlo identificado por ser “moreno y estar sucio de la ropa”.

En entrevista, narra que de acuerdo con los señalamientos del Ministerio Público “para justificar su aprehensión”, su hermano habría secuestrado a un muchacho que tomó un taxi en la calle Carranza, cerca del centro de .

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“Se supone que a bordo del taxi que tomó la víctima en la calle iba mi hermano, quien lo amagó con un arma, se robó el vehículo y secuestró a la víctima cuando circulaban por una delegación de Toluca”.

Dice que en las audiencias, la fiscalía estatal presentó como único testigo a una persona que no vieron físicamente sino escucharon en una grabación con voz distorsionada, quien dijo haber visto a Daniel conducir un taxi al tiempo que empuñaba un arma con la que amagó a la víctima.

Expone que su hermano tenía 23 años cuando se lo llevó un grupo de hombres vestidos de negro que llegaron una tarde a casa de sus papás, donde él vivía junto con su esposa y dos hijos, en San Pedro Totoltepec, en Toluca.

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“No portaban órdenes de aprehensión, no dijeron por qué lo subían a un auto sin placas, de cristales polarizados y por 24 horas no supimos de él”, recuerda Laydi.

Detalla que lo buscaron en hospitales y el Servicio Médico Forense, hasta que fueron a la primera audiencia en el penal de Santiaguito, en Almoloya de Juárez, donde fue acusado “injustamente”.

En una primera ocasión Daniel fue sentenciado a 70 años de prisión, resolución que fue apelada, pero sólo logró la reducción a 65 años, sentencia que se obtuvo con la declaración de un sólo testigo, pese a que la defensa comprobó que Daniel se encontraba en su taller de talachas cuando se cometió el supuesto secuestro, pues el juez desechó los argumentos y los exámenes que comprobaron la “tortura” a la que fue sometido por horas.

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“Esta injusticia jamás debió suceder. A mi hermano le destrozaron la vida y no les importó. Es inocente y lo privaron de ver crecer a sus dos hijos a cambio de cumplir una cuota porque era inocente”, afirma Laydi.

La hermana apela a que a través de la Ley de Amnistía “por fin haya justicia”.