Más Información
Familias de desaparecidos en Mazatlán irrumpen en evento de Sheinbaum; mandataria promete atender peticiones
Sheinbaum responde a Trump sobre declarar a cárteles como organizaciones terroristas; rechaza injerencia extranjera
Trump declarará a cárteles como organizaciones terroristas; "fui muy duro con México, hablé con la nueva presidenta"
Dictan 600 años de prisión a "El Negro" Radilla y "El Cone"; responsables de secuestrar al hijo de Javier Sicilia
Videojuegos, el nuevo gancho del crimen para captar menores; los atraen con promesas de dinero y poder
Tlalnepantla, Méx.— Del Metro Cuatro Caminos, en Naucalpan, hasta el municipio de Huehuetoca, por Periférico Norte y su continuación la autopista México-Querétaro, son más de 60 kilómetros de miedo. El largo derrotero es uno de los corredores del terror para usuarios del transporte público en esta región del Valle de México.
La vialidad es la columna vertebral que comunica a varios municipios de la región y por ella circulan al día más de 250 mil vehículos, muchos de ellos del transporte público.
“Ya no nada más asaltan, ahora hieren al pasajero o al chofer”, relata el conductor de un autobús del transporte público que cubre la ruta del Cuatro Caminos a Huehuetoca, quien pidió el anonimato.
La autopista México-Querétaro tiene un negro historial de asaltos.
En abril de 2011, dos delincuentes tomaron como rehén a un bebé de ocho meses. “Entreguen todo lo que traigan o el niño se muere”, amenazó uno de los sujetos y apuntó con el arma blanca al cuerpo del menor, cuya madre quedó atónita. Los hechos ocurrieron en un autobús, a la altura de San Sebastián, Teoloyucan, dirección Naucalpan.
En otro caso, un payasito que se subió en Cuautitlán Izcalli a una unidad del transporte público, en la misma autopista, asaltó a los pasajeros, quienes no pudieron describirlo por el maquillaje en su rostro.
José Antonio Álvarez León, profesor de carrera de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, de la UNAM, desarrolla un proyecto que aborda la violencia en el transporte público, particularmente en lo que llama “el corredor del terror”, de Ecatepec a Naucalpan, recorrido que se realiza en su mayor parte por la vía López Portillo y Periférico Norte.
Vienen por todo
“Estamos en las manos de ellos”, dice José, usuario del transporte público, en alusión a los delincuentes. “No es suficiente [lo que hacen las autoridades], sólo nos engañan. Con las reformas a la Constitución tienen muchas más garantías los asaltantes. Aunque los detengan, salen rápido”, se queja.
Coincide el conductor que hace el derrotero a Huehuetoca: “Cada cambio de gobierno dicen que van a acabar los asaltos, a reducirlos. Eso es mentira, crecen día con día. No sabemos en dónde nos va a abordar el cabrón aquel que viene por la feria y se lleva todo. Día con día crece más, no ha disminuido y con un cambio de partido a otro, ha crecido más, como que los han apoyado, pues los protegen, los gobernantes o los secretarios de policía.
“Cuando hay operativos avisan, ‘va a haber operativo’ y el delincuente trabaja más que la policía. Debe ser al contrario, el policía debe trabajar más que el ratero, para atraparlo, para agarrarlo, para encerrarlo. Pero no”, acusa.
El derrotero inicia o termina en el Metro Cuatro Caminos, en Naucalpan. Recorre ese municipio, Tlalnepantla, Cuautitlán Izcalli, Tepotzotlán, Teoloyucan, Coyotepec y Huehuetoca. Primero por Periférico Norte y luego por su continuación, la autopista México-Querétaro.
San Sebastián, en Teoloyucan; Cuamatla y La Ford, en Cuautitlán Izcalli; el tramo entre Perinorte y Valle Dorado, de Cuautitlán Izcalli a Tlalnepantla; Mundo E, en Tlalnepantla, y del palacio municipal de Naucalpan al Metro Cuatro Caminos, en Naucalpan, son los principales puntos de atraco en esta ruta, en ambos sentidos.
Son tan frecuentes los robos, que hay conductores que han sido víctimas de hasta tres asaltos en un día.
“A veces viene puro chavo, a veces viene un mayor y un joven. No tienen límite, de puro chavo o puro viejo. Armados, siempre vienen armados. Inclusive últimamente ya no nada más asaltan, hieren al pasajero o al chofer”, detalla el conductor.
Explica que desde hace unos seis años los ladrones golpean a los pasajeros y los obligan a entregar sus pertenencias, también desde hace tiempo hay mujeres participando en los robos; “vienen por todo”, afirma.
Los asaltantes actúan en grupos de dos o más personas, a veces hasta cuatro, sobre todo hombres, pero también mujeres. Con frecuencia un cómplice los sigue detrás de la unidad en un vehículo, en el que escapan luego de cometer el atraco.
“Son bandas que están preparadas. Un atraco no lo hacen a lo pen...: ‘Vamos a darles en la torre en tal entronque, en tal lugar y nos bajamos en tal parte. Vemos que la policía está en esa parada, antes de que llegue a esa parada nos bajamos’. En la siguiente parada está una patrulla, está el policía, les llega uno a decir y se hacen tontos, como que los encubren”, explica el chofer.
El dirigente de una línea transportista que presta servicio de Zumpango a las estaciones del Metro Cuatro Caminos, El Rosario y Politécnico, quien pidió resguardar su identidad, detalla que se registran entre uno y cuatro asaltos diarios, en autobuses, microbuses y camionetas. El año pasado les robaron 10 unidades y este año suman cuatro; de estas últimas, recuperaron dos por el GPS y de las otras dos desconocen su destino.
“Nos atacan muy duro, está muy denso el panorama. Se suben como pasajeros, llegan en el momento en que ven que va llena la vagoneta o el camión. ‘Esto es un asalto’, gritan”, narra el chofer.
En los últimos meses, pasajeros que van armados se resisten al robo y enfrentan a los delincuentes.
“Según los reportes de los operadores, ahí vienen vestidos de civil algunos del Ejército y son los que no se han dejado robar, enfrentan a los rateros. Nos dicen ‘para mí que era militar’, exactamente no se sabe, pero no se dejó robar y traía con qué. Ya les pusimos cámara, GPS y todo eso [a las unidades]. Los rateros son muy hábiles. A las cámaras no sé con qué le pegan, lo primero contra lo que van es la cámara, ‘esto es un asalto’ y le pegan a la cámara, le ponen no sé qué cosa, por decir plastilina o chicle, la tapan. Y con eso ya no se ve nada.
“El ratero ya sabe dónde están [los operativos policiacos]. No pasan por ahí o pasan, pero muy discretamente, como usuario. ¿Qué pasa?, el ratero es muy hábil, mete abajo del asiento lo que traiga de arma, los bajan a todos, no traen nada, se vuelven a subir. Así de fácil, es lo que hacen. ‘Oye, pero si los bajaron a revisar y aquí adelante surgió el asalto’, pues sepa la chingada cómo le harían, pero aquí sacó la fusca”, dice el dirigente transportista.
Fabiola Sánchez García, supervisora de Análisis y Estadísticas de la Central de Emergencias C-4 de Cuautitlán Izcalli, asegura que diariamente llevan a cabo operativos policiacos para inhibir los asaltos cometidos en unidades del transporte público que cruzan por el municipio.
La policía de este municipio recibe entre una y dos denuncias de asaltos a transporte público a la semana.
A pesar de ello, hasta junio pasado apenas cinco personas fueron detenidas por este tipo de robo en la localidad, a las que les aseguraron dos armas blancas.
Sánchez García rechaza que los policías se encuentren vinculados con delincuentes y responsabiliza a las líneas transportistas de no tener control sobre los conductores, que con frecuencia trabajan drogados o en estado de ebriedad.
Incumplen reglas
Profesores y alumnos de la FES Acatlán, ubicada en Naucalpan, desarrollan desde hace casi dos años un proyecto de investigación que tiene que ver con la Movilidad Situacional de los Individuos y la Prevención Social del Delito, el cual inicialmente estaba enfocado a conflictos vecinales, pero posteriormente incluyeron una variable ausente en forma de violencia, que tiene que ver con el transporte público.
José Antonio Álvarez León, profesor de carrera de la institución y quien encabeza el proyecto, detalla que las reglas de funcionamiento del transporte público no se cumplen en el Estado de México, lo que propicia los asaltos a bordo de las unidades.
“Tiene que ver básicamente con la prevención situacional, qué pasa con el transporte público en su funcionamiento, en las reglas de operación respecto dónde se recoge al pasaje, cómo se recoge al pasaje y los paraderos.
“Es decir, desde las revistas para controlar las características del transporte público, las rutas, los trayectos y los paraderos no cumplen con medidas estratégicas de prevención, lo que facilita que el ladrón se suba, asalte, pueda escapar, moverse rápidamente y tener un botín, a veces corto, a veces no tan jugoso, pero digamos fácil. Tienen presa fácil. Creo que este es el punto de partida de por qué se ha incrementado la violencia”, detalla.
El académico destaca que existe incumplimiento de las reglas por parte de los transportistas, lo que es tolerado por las autoridades del Estado de México, tanto municipales como estatales, lo que facilita a los delincuentes cometer delitos y lograr impunidad.