El sonido “La Changa” no sólo reventó la plaza del zócalo capitalino el sábado por la noche, en la noche de Primavera, sino que al día siguiente, el domingo, logró sacudir la polilla a más de 300 internos del Reclusorio Sur.  Salsa, guaracha, bachata y hasta música de banda fue lo que por más de cuatro horas se disfrutó en los pasillos del penal donde los convictos dejaron a un lado su estancia en el lugar y se pusieron a bailar.

El evento sirvió también para que los internos sacaran los pasos prohibidos.  Un total de 10 parejas -de todos los géneros- se inscribieron en un concurso de baile que fue amenizado por la tradicional voz de Ramón Rojo Villa, quien al momento de tomar el micrófono, les comentó del magno evento en el zócalo. “No es por presumirles pero ayer -sábado- llenamos la plancha del zócalo, lo que vieron de Grupo Firme, fue nada. Se quedaron chiquitos”, dijo el DJ para luego dar paso a las tornamesas y subirle el volumen a su tradicional frase… “la-la-la-la Changa”...

Abajo, en la explanada, poco a poco los convictos se fueron concentrando; había de todo desde aquellos que veían a gente nueva y extraña y pedían unos pesos para comprar cigarros sueltos, hasta los recién ingresados que no se terminaban de adaptar, al fondo “el que controlaba todo”, un interno repleto de tatuajes que dialogaba con los celadores y que solo con la mirada, ordenaba que “todos estuvieran tranquilos” pues había medios de comunicación, así tranquilizaba a los pedinches y colocaron hasta el frente a los que menos miedo daban.

Era domingo y día de visita, entonces esposas, madres e hijos también deambulaban; los niños compraban dulces mientras que las mujeres compraban tepache o sangrías preparadas; el vaso estaba escarchado con chamoy y se veían rodajas de limón o naranja.

De entre los que destacaban en el baile, fue la pareja 9. Con brincos y pasos bien coordinados, arrancaban aplausos, “siempre nos ha gustado el baile, afuera salíamos mucho y los domingos o miércoles cuando también hay visitas ensayamos un poco, sabíamos que iba a venir la changa y la verdad este tipo de eventos se en muy pocos y aprovechamos”, dijo Ruth, pareja de Ezequiel, sentenciado a 20 años por robo con violencia en calles de la alcaldía Iztapalapa.

Mariano, otro de los participantes mostró también todo lo que aprendió en las calles, afuera dijo, siempre asistía a los bailes de barrio y ahí empezó a escuchar a La Changa, hace poco más de 10 años que no los escuchaba en vivo pues en uno de esos mismo eventos mató a un “rival de amores” y ahora, tendrá que esperar otros 10 años para volver a ver a otro sonidero “que recuerdos, la neta esos compas los sonideros son mera banda porque nos llevaban lo mejor de la música hasta el mero barrio, hasta las calles de Tepito, de Iztapalapa, la GAM y todos los rincones más jodidos en donde ni un grupo ni un cantante llega, por eso los respetamos, ahora ve, los escucho hasta aquí encerrado”, dijo.

Al final y bajo estricta vigilancia, el bailongo se desarrolló con calma. A los internos no les interesaba ganar el primero, segundo o tercer lugar, para ellos con unas horas de esparcimiento y bailar mostrando los mejores pasos prohibidos fue suficiente para sentirse ganadores, aunque como siempre y una vez que las tornamesas callaron; regresaron a sus celdas.

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