Toluca, Méx.— Ítalo Ricardo Díaz Díaz ha entregado 20 años de su vida a la primaria y secundaria pública Sentimientos de la Nación, de la que actualmente es director.
En sus ojos se refleja la pasión y el amor a la docencia mientras narra cómo pasó de impartir clases en casas de lámina que prestaban los vecinos de San José Guadalupe Huichochitlán para tres grados de primaria, con apenas unos cuantos niños compartiendo el espacio con guajolotes, cerdos y tierra, a ser el encargado de la instrucción de 800 alumnos de los seis grados de primaria y tres secundaria, en turnos vespertino y matutino, en aulas de concreto edificadas por los propios padres de familia y docentes.
El plantel está enclavado entre campos de siembra secos y es una de las seis escuelas de organización, como las denominan las secretarías de Educación federal y estatal, las cuales deben compartir el presupuesto público con la mano de obra y participación de los papás.
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El entorno de esta región de Toluca es marginal, apenas transita el transporte urbano. Ítalo, quien porta una boina y ropa sencilla, se define como un fiel creyente en que la educación es la única forma de desarrollo para una comunidad y de crecimiento personal, del Estado y el país.
Inició su carrera como docente en los municipios de Valle de Chalco y Chicoloapan. Llegó a Toluca empujado por una visión de servicio: “Los desafíos que enfrentamos fueron muy distintos a los de docentes en zonas urbanas, porque fue desde convencer a los adultos de construir una escuela de cero y la renuencia del gobierno del estado para invertir recursos en una zona olvidada”.
En un principio, acompañado por un par de docentes, recorrió los caminos sinuosos entre las milpas y convenció a los padres sobre el beneficio de contar con una institución en la comunidad. Para ellos enviar a sus hijos a la escuela implicaba gastar hasta 30 pesos o más en pasajes.
Mientras se balancea en una silla desvencijada, Ítalo señala que uno de sus grandes orgullos es ver cómo los niños egresan de la secundaria, pues dadas las condiciones económicas, la mayoría comienza a trabajar desde temprana edad, pues “hay que llevar comida a casa” y a su vez, se convierten en padres muy jóvenes, por lo tanto, concluir la educación básica es un logro digno de reconocimiento.
Aun así ha visto algunos de sus alumnos volver, ya con la preparatoria terminada, otros que concluyeron hasta la educación superior, y otros más que regresan como padres a inscribir a sus hijos.
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Los retos de la pandemia
En esta escuela, la pandemia por Covid-19 representó grandes retos. Difícilmente los estudiantes contaban con un dispositivo electrónico para seguir las clases por Zoom o el televisor, por lo que los docentes dejaban las guías educativas en papelerías o tiendas, donde las recogían los padres y niños que seguían a lo largo de la semana para después organizar visitas a domicilio.
No fue la adversidad más grande a la que se han enfrentado, pues tras la emergencia sanitaria vino una ola de inseguridad en la región que resultó con un niño asesinado, una alumna víctima de abuso sexual de una escuela contigua y el saqueo de esta institución que los dejó sin 15 equipos de cómputo. Un panorama que ha puesto alerta a la comunidad, desprotegida.
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