“Para nosotros es más difícil que otros migrantes porque no hablamos español, no podemos conseguir trabajo y hay personas de México y otros migrantes que no nos quieren por ser de piel negra”, dijo Leila Elena, quien llegó a la Ciudad de México en abril de este año luego de viajar cinco meses desde su país natal, Angola, en África.
Ella es una de las casi 200 personas de origen africano que viven en el campamento migrante ubicado en la parroquia de la Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, en la alcaldía Venustiano Carranza.
Leila huyó de su país con sus tres hijos de seis, ocho y 10 años en busca de una nueva oportunidad de vida en Estados Unidos tras huir de la difícil situación económica y la violencia que se vive en su país del sur africano, pero dijo que las condiciones en las que vive en la Ciudad de México no son mucho mejores.
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“Aquí en México no tenemos que comer, muchos otros migrantes nos tratan mal por ser negros, no podemos conseguir trabajo por no hablar español, llevamos una semana sin poder bañarnos y es muy difícil conseguir dinero”, comentó Leila en portugués, su idioma natal.
Para llegar a México, expuso que primero viajó a Brasil en barco junto a otros migrantes de África para después viajar cuatro meses a pie pasando por Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala y finalmente entrar al país por Chiapas.
Ahora ha encontrado refugio en este campamento, de vez en cuando utiliza el Metro para salir en busca de un trabajo en lugares como la Merced o el mercado de Jamaica, acude a avenidas como Circunvalación en busca de apoyo económico y pasa el resto del día cuidando de sus hijos.
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A las afueras de su tienda de campaña, Leila y sus tres niños han creado una cocina improvisada con un comal y algunos pedazos de madera que utilizan como leña para cocinar aquello a lo que tienen acceso, como verduras o carne en raras ocasiones; mientras tanto duermen bajo un techo improvisado con lonas de plástico y tela entre otras tiendas.
“Algunos otros de mi familia han conseguido algunos trabajos cargando y descargando camiones en mercados y también comemos de lo que la gente nos regala o la ropa que nos dan”, detalló.
Aseguró que su intención es llegar a Estados Unidos, aunque también afirmó que hay algunos migrantes que consideran quedarse en México si logran conseguir un trabajo estable, un techo bajo el que dormir y los papeles suficientes para conseguir su estancia y permiso laboral. Uno de ellos es Idir, quien llegó a la Ciudad de México desde su natal Guinea-Bissau y externó en francés que consideraría quedarse en México debido a las dificultades y la poca posibilidad de llegar a Estados Unidos.
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Además de Leila, otras 17 familias provenientes de Angola viven en el campamento, cada una con al menos cinco o seis integrantes, que van desde bebés con menos de un año hasta jóvenes, mujeres y adultos mayores.
Dentro de esta comunidad hay personas que provienen de otros países del continente africano, como la República Democrática del Congo, Burkina Faso, Senegal, Guinea-Bissau o Gambia que, en total, suman más de 180 que conviven con migrantes de Venezuela, Cuba y Colombia y ascienden a casi 2 mil individuos, según el dirigente del campamento, Héctor Javier.
Cynthia Pérez, directora general de Coordinación Nacional de la Comar, informó la semana pasada que en 2023, la institución realizó más de 140 mil atenciones a refugiados y dijo que a lo largo de este año se ha desacelerado el acceso a los procedimientos por lo que se atiende a menos personas.