Norma Dianey García tenía 24 años
, amaba cantar las canciones de Mon Laferte y Bunbury.
“Mira mamá ya viste que hermosa está la luna”, recuerda su madre Lourdes Arizmendi que eran las palabras de su hija emocionada.
Este 15 de enero se cumplen cuatro años de la última vez que la vieron salir con rumbo al trabajo y su madre escuchó su voz al teléfono cuando le avisó que ya iba para la casa y cenarían juntas.
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Norma laboraba en el turno vespertino del Coopel ubicado en la Calzada Ignacio Zaragoza, colonia Santa Martha Acatitla en la Ciudad de México; por lo que llegaba de noche a su domicilio en Chimalhuacán, Estado de México.
Lulú, comenzó a preocuparse cuando su hija no llegó a la hora habitual, llamó a su teléfono pero no hubo respuesta. A las nueve de la noche estaba apagado. A las diez y media salió la familia a buscarla por el trayecto que hacía del trabajo a su casa.
Por lo que a las 12 de la noche fueron al hospital de la Perla, al Ministerio Público cercano al hospital y al de Palacio Municipal de Nezahualcóyotl pero les dijeron que debían esperar 72 horas para levantar la denuncia por desaparición. Por lo que continuaron su búsqueda sin apoyo alguno hasta las seis de la mañana del 16 de enero.
Durante la noche estuvieron preguntando a sus compañeros de trabajo y cuando, al día siguiente se presentaron para saber si alguien sabía algo todos respondieron lo mismo: “e lla vino a trabajar y se fue a la hora de siempre”.
Las zapatillas favoritas de Norma Dianey.
Así comenzaron a movilizarse, Juan Carlos García, papá de Dianey, y Lulú. Los infinitos trámites burocráticos de una dependencia a otra, con horas de trayecto, desvelados, preocupados, ansiosos, desesperados, sin ganas de comer, entre la Ciudad y el Estado de México.
El mismo martes 16 de enero por la tarde su madre recibió seis mensajes en el celular en los que le pedían dinero a cambio de su hija. Decidieron acudir a la fiscalía para ver si con esto se iniciaba la investigación.
Efectivamente esto permitió que las autoridades comenzaran 24 horas después el proceso. Pero la cuenta que mandaron los supuestos secuestradores no era real. “Cuando íbamos a depositar al Oxxo nos decían que la cuenta no existía, además pedimos una prueba de vida y no hubo. Desde ahí todo fue muy extraño”, explica Juan Carlos, nervioso y algo ansioso.
“ Para el viernes 19 de enero me dicen las autoridades que detuvieron a dos tipos que fueron los que interceptaron a mi hija , la subieron en un carro, la estuvieron paseando entre Los Reyes, La Paz, Chalco, San Vicente para terminar en el municipio de Tezoyuca, Acolman, Estado de México.
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“En la noche nos dio la noticia un asesor de la fiscalía: efectivamente a mí hija ya le había quitado la vida , que le tuvieron que hacer lo que le tenían que hacer a una mujer, que la echaron en bolsas negras y la arrojaron en unas nopaleras por allá”, dice Juan Carlos.
Para el sábado 20 realizaron una búsqueda en la zona pero no hallaron nada. Preguntaron a los habitantes del municipio pero les aseguraron que “aquí al tercer día un cuerpo sale”.
Se ejecutaron tres pesquisas con drones y perros. Otra de las inconsistencias en las declaraciones de los presuntos culpables, padre e hijo, fue el lugar en donde dejaron a Norma. “Primero que en unas nopaleras y luego en unas minas”, cuenta Juan Carlos.
El hijo murió seis meses después, dentro del penal, mientras que el padre fue liberado al poco tiempo al no haber pruebas suficientes del feminicidio. Sin embargo, los padres de Norma Dianey viven en la angustia de saber qué pasó con su hija.
Los sacos no faltaban en su vestimenta diaria.
Investigación por cuenta propia
Toda la familia ha puesto su tiempo, dinero y esfuerzo para lograr encontrar a Dianey. “Me he tenido que convertir en investigadora privada, abogada, activista y hacer el trabajo de las autoridades porque hasta ahora solo me dicen ‘venga otro día, aún no tenemos nada’”, denuncia Lulú.
Ellos consiguieron la sábana de comunicaciones de su hija para poder dar con el responsable. Fue ahí donde corroboraron la versión de uno de los testigos que aseguró haber visto a Dianey en la combi esa noche, rumbo a su casa y escuchó que habló con alguien y le dijo: “estoy por llegar a la base de taxis”.
Efectivamente hay una llamada a alguien cercano a Dianey. Por eso sus padres están seguros de que está relacionado con la desaparición de su hija. Pero las autoridades lo descartaron por falta de pruebas.
Durante mucho tiempo no contaron con ningún apoyo económico del gobierno hasta hace unos días que se comenzó a realizar el trámite y esperan ver si habrá una respuesta positiva dado que Lulú no piensa detenerse, pero a veces tiene que decidir si continuar buscando o pagar la renta.
Enfermedades y shock postraumático
Han pasado los años y las cosas no han cambiado, a raíz de la desaparición de Norma, su padre se enfrentó al shock postraumático y Lulú desarrolló diabetes por la mala alimentación y las subidas y bajadas de presión.
“A veces despertaba y creía que mi hija estaba cerca de mí, luego comencé a sentir que los autos aunque estuvieran lejos estaban casi a punto de atropellarme. Fui al médico y me recetaron medicamentos para poder dormir por lo que los papeles cambiaron y Lulú comenzó a salir a hacer los recorridos con sus amigas”, expone Juan Carlos.
Esta mesa se la regaló a su sobrino quien la recuerda como otra mamá.
Norma escucha tu madre está en la Lucha
Lulú comenzó a acercarse a otras madres víctimas de feminicidio , así como a colectivas que la han apoyado en el proceso. El pasado 13 de marzo de 2021 se realizó un mural en Chimalhuacán como protesta pacífica para exigir justicia. Y convocan el próximo domingo 30 de enero a una marcha en el municipio de Chimalhuacán. En caso de tener alguna información sobre el paradero de Norma o apoyo al caso pueden escribir a la página de Facebook: Buscando a Dianey .
“Solo pido un milagro, encontrar a mi hija, empezar de cero, irnos lejos, porque no soporto no saber si ya comió, si está bien, si le están haciendo daño. Los días más tristes para mí son Navidad y Año Nuevo, no tengo nada que festejar”, dice llorando Lulú.
“Nuestra hija vive hasta que no tengamos su cuerpo”, asegura su padre.
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acmr