Doña Anita -como le gusta que le llamen- trabajo más de 40 años como trabajadora del hogar. En todo ese tiempo hace apenas cinco, uno de sus patrones le empezó a pagar la aportación en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), algo que a decir de la ahora empresaria, le sirvió de mucho pues gracias a eso se pudo atender algunos males que ya la achacaban; el dolor de rodillas y hombros por el desgaste dice, es irreversible luego de fregar el piso, lavar y planchar desde los ocho años.

“Las trabajadoras del hogar somos humilladas, trabajamos ocho o 10 horas seguidas y algunos patrones son muy exigentes y malos con nosotras, no contemplan que tenemos vida, que tenemos que atender a los hijos y que también tenemos casa, gracias a Dios que se está reconociendo nuestro trabajo y se está valorando, aunque creo que se tardaron mucho en hacerlo”, dice apresurada la mujer mientras prepara la comida del día.

Gracias a su esfuerzo y a la ayuda de sus tres hijas, hace apenas mes y medio, Doña Anita, concretó uno de sus sueños, tener su propio restaurante. Se llama Romero y Menta, se ubica en las inmediaciones de la colonia Tenorios en la alcaldía Iztapalapa.

Desde ahí dice, ni uno de sus empleados será tratado con malos tratos y se pagará lo justo, incluso, el Seguro Social, beneficio que ella no disfrutó gran parte de su vida pues como podía se atendía y se curaba sola porque en aquellas fechas, “ni si quiera había tiempo de enfermarse”.

“Trabajé en casa desde que tenía ocho años, hice de todo y no todos los patrones son buenos con una, algunos quería que trabajara más de 10 horas seguidas, que toda la casa quedará limpia en un día y nos pagaban 200 o 300 pesos y eso era imposible, pero lo hacíamos porque no sabíamos nada de leyes, no conocíamos de los derechos laborales y pensábamos que eso era normal cuando no lo era, de hecho tengo amigas que a la fecha siguen viviendo en esas condiciones”.

“Que bueno que ya se fijaron en nosotras, que ya hay leyes pero falta mucho para ayudarnos, falta que se conozca, que nos preparemos, que la misma gente y los patrones nos reconozcan y sepan que el trabajo que hacemos es muy difícil y duro y se debe pagar como tal. Yo no me puedo quejar, gracias a Dios y a ese trabajo le di estudios a mis hijas y ahora tengo ya por fin mi negocio”, comenta Anita.

Fue en abril de 2019, cuando el Senado de la República aprobó una serie de reformas en la Ley Federal del Trabajo y la Ley del Seguro Social, que reconocen y garantizan los derechos de los empleados del hogar, entre los que se incluyen el horario de trabajo, descanso semanal, vacaciones pagadas, salario mínimo y seguridad social, sin embargo no todos los patrones les otorgan lo que ya por ley les corresponde, ni todas las empleadas reciben este beneficio.

Según datos del (INEGI ) que presentó en su reporte del 2020, en México sigue existiendo la desigualdad de género, pues las mujeres destinan más tiempo a los cuidados del hogar y en oficinas que los hombres. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) de 2019 del INEGI, las mujeres mexicanas destinan en promedio 25.7 horas a la semana para labores dentro del hogar, mientras los hombres ocupan 11 horas para la misma actividad.

El Inegi reveló que aunado a ello, el 66% del tiempo de las féminas lo ocupan en labores de trabajo no remunerado en el hogar y el 30% es para el mercado de trabajo, mientras que en el caso de los masculinos dedican el 67% a su oficio mientras el 30% para trabajos domésticos. Otro de los puntos que señala la brecha desfavorable para las mujeres en el mundo del trabajo, pues su promedio de tiempo laboral a la semana es de 59 horas, mientras que en los masculinos es de 53 horas.

“Creo que el trabajo debe ser equitativo, al menos que ya se regulen las horas que de verdad trabajamos y si lo hacemos demás, como en todos lados, que se pague extra, es todo lo que una pide como trabajadora del hogar”, sentencia Anita al tiempo que se apresura a terminar pues los comensales, comienza a llegar a Romero y Menta.

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