La señora Hilda trabajó por muchos años en el Centro Histórico, en zonas como Hidalgo y Pino Suárez. Como requería acudir a distintas diligencias por toda la ciudad, compraba boletos de Metro para tres, cuatro días, o incluso para toda la semana.
“Sí fui una de las primeras que usó ese medio, [entonces] las estaciones estaban prácticamente vacías. Yo creo que tenía como unos 22 años al empezar a usar el metro”, cuenta en entrevista para EL UNIVERSAL.
Cuando le preguntamos sobre los primeros boletos del Sistema de Transporte Colectivo (STC), comenta que “eran de un solo color, es cierto, estaba el rosa… Pero fíjese que yo recuerdo primero el naranja, porque recuerdo que los veía como más parditos”.
También en entrevista para este diario, el estudiante de ingeniería del IPN y fundador de la página “Metronomía”, Kevin Cruz, confirma las memorias de doña Hilda y comparte detalles no tan conocidos de este artículo que para algunos resulta cotidiano y para otros, coleccionable.
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Tecnología francesa en cartulina de colores
Los primeros, explica, “fueron boletos de color naranja, decía “Boleto de Prueba”, era totalmente naranja con letras color negro”. Como dato curioso agrega que en la época de la inauguración del Metro se vendieron en más 120 establecimientos autorizados por el gobierno.
Acerca del color, Kevin apunta que cambiaba con frecuencia, aunque no tan seguido como el diseño de la impresión. Quizá podría deberse a la producción del papel, ya que además del rosa y el naranja llegó a haber colores como el mamey o el “amarillo, pero en tonos crema” de los ochenta.
Otro aspecto que resalta el joven es la influencia francesa de esta tecnología. Sucede que, a finales de los sesenta, vinieron franceses a la ciudad para asesorar a las autoridades con el la tecnología de los torniquetes y los boletos.
No hace falta saber francés para apreciar este video, pues tanto los torniquetes como los boletos parisinos lucen muy familiares a los de CDMX. Tomado de YouTube.
Por su parte, la señora Hilda agrega que desde los inicios del STC era clara la diferencia entre los boletos del STC y los de otros medios de transporte. “Los de los camiones eran delgaditos, de papel muy delgado, y también los de los trolebuses; estos eran de cartoncito”.
El material es otro punto en que los registros históricos confirman los recuerdos de la ahora jubilada. Ella describe unos que eran “más gorditos” y en efecto, se sabe que además de cartulina, no tan gruesa, llegó a usarse cartoncillo.
Los abonos, quince días de viaje por el mismo precio
El público usuario de la capital vio pasar los boletos naranjas, rosas y crema, a lo largo de los años setenta. En agosto de 1986 llegó una nueva modalidad, que también era un boleto pero tenía nuevos beneficios: el abono de transporte.
Kevin explica que la mecánica de estos nuevos boletos era que por el precio de una entrada regular era posible viajar “sin límites” por quince días. Como es de suponerse, esto hacía que se agotaran muy rápido, en parte a causa de las filas que esperaban toda una noche para comprarlo a primera hora de la mañana.
Tras leer un informe de labores de Servicios Eléctricos de 1977, el joven señala que el proyecto tardó cerca de nueve años en concretarse, pese a que lo concibieron desde el sexenio 1976-1982.
Cuando por fin llegó, ganó popularidad entre la población, pues lo aceptaban en todos los transportes eléctricos del Distrito Federal. Es decir, además del acceso al Metro, garantizaba el uso de trolebús y Tren Ligero, que recién se inauguró en el 86.
Cruz nos narra que “Los torniquetes eran diferentes, uno para abono y otro para boleto regular. Entonces a veces la gente perdía su abono en el [torniquete] normal, porque ése no devolvía los boletos para reusarlos”.
Este sistema, que sin duda beneficiaba más al usuario que al gobierno del DF, siguió vigente hasta diciembre de 1995. Hubo intentos de traerlo de regreso, pero 1997 fue el año en que esta opción salió del mercado.
Publicidad y tarjetas, su auge y caída
Para finales de los noventa ya se habían impreso diversos boletos conmemorativos, como el “Juárez blanco” de 1972 (año del Benemérito), o los del aniversario del STC. Pero los primeros de tinte publicitario llegaron entre 1999 y el año 2000, con un diseño que promocionaba a cierta línea de autobuses de pasajeros.
Los años dos mil cambiaron la historia del boleto de Metro, pues así como 2006 trajo la tecnología que pronto lo desbancará (las tarjetas), 2008 inició la época de los centenares de diseños pintorescos que van desde la mercadotecnia hasta lo cultural.
Aunque por un tiempo las tarjetas también sirvieron como espacio para variedad de diseños y ocasiones especiales, la estandarización de las nuevas tarjetas de movilidad integrada, válidas en más de seis servicios distintos, parece dejar esa época atrás.
Eso sí, un caso muy particular, como una especie de punto medio entre tarjeta y boleto, surgió en la estación Chilpancingo el año pasado: de acuerdo con Kevin Cruz, aquí se llegaron a emitir tickets que los torniquetes detectaban, en caso de faltar boletos y tarjetas en taquillas.