Los rayos del sol por momentos se disiparon entre el viento y las nubes, que refrescaron a los asistentes de la 180 representación del viacrucis y crucifixión de Jesús de Nazaret en Iztapalapa.
Atrás quedaron las restricciones por la pandemia de Covid-19 y la escenificación volvió a disfrutarse sin limitaciones, que este año protagonizó David Uriel González Martínez, quien representó a Jesús.
De los 2 millones 152 mil asistentes, en cuatro días de actividades, un millón 500 mil personas observaron y vivieron de cerca la Pasión de Cristo, con saldo blanco este viernes.
Envueltos en fe, esperanza y compromiso del pago de mandas, la gente salió a las calles de los ocho barrios de Iztapalapa, protegidos con gorras, lentes y paraguas, pues el calor por momentos fue intenso.
En las calles se observó a familias, niños, jóvenes y adultos, quienes presenciaron el juicio de Jesús ante Poncio y Herodes; los azotes y la colocación de la corona de espinas que antecedieron el viacrucis de dos kilómetros hacia el Cerro de la Estrella, cargando una cruz de cerca de 10 kilos para finalizar con su crucifixión.
Alrededor de las 16:00 horas, David Uriel, Jesús, arribó a la punta del cerro donde fue crucificado simbólicamente.
A sus pies reposaron los nazarenos, luego de haber cumplido sus mandas con cruz al hombro. Fueron alrededor de 4 mil adultos y niños quienes agradecieron por tener buena salud o pidieron por un familiar. Desde las 8:00 horas inició su recorrido por los ocho barrios, cubiertos con una túnica morada y blanca.
Este año, a diferencia de las anteriores escenificaciones, se observó a un mayor número de mujeres y niños, quienes también efectuaron el trayecto, portando una cruz de madera.
Axel Palma caminó durante cuatro horas cargando una cruz de casi seis kilos; cumplió ayer su segundo año consecutivo de una promesa de tres años, por enfrentar la pandemia que trajo enfermedad y desempleo en su familia. Hoy agradece estar vivo.
“Ya tres años de que no habíamos salido. Y este año que lo retomamos, me siento alegre porque son tradiciones de Iztapalapa”, dijo.
Óscar Hernández por momentos descansaba para refrescarse y continuar su paso mientras cargaba una cruz de más de 5 kilos. Lo acompañó su mujer y su hija, por quienes hizo el compromiso.