Martes por la mañana, la conferencia diaria del gobierno federal se escuchaba en varios departamentos de un condominio de la colonia Escandón, no era para menos, se informaba el inicio de la contra la epidemia de Covid-19 en México.

Luego del anuncio de permanecer en casa y salir lo menos posible como han solicitado las autoridades, una chapa descompuesta, trámites bancarios y dar apoyo a un adulto mayor, hacen necesario salir del hogar.

El local de uno de los cerrajeros del barrio luce sin clientes. Está acompañado de dos niños que ríen al ver a esta reportera portando un cubrebocas. Él se acerca y anota la dirección del servicio, pero no puede ocultar su molestia cuando se le solicita acudir guardando las medidas sanitarias indicadas, luego dice que asistiría más tarde. Nunca llegó.

Al abordar un taxi sobre la calle de José Martí rumbo a Tacubaya, la colonia vecina, el chofer se queja de la temperatura que ayer alcanzó los 31 grados en la capital. En el camino a los bancos se ve a la gente caminar riendo, cercana, paseando perros, los comercios venden. Entre dos novios no hay espacio para la heroína , se abrazan y besan en las afueras de una frutería, junto a un grupo de personas que compran tranquilamente.

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Ya en el banco de color azul, la fila llega hasta la calle, un joven atiende a los usuarios, trata de agilizar de distribuir y de separar. Al llegar con los cajeros las personas están a distancia, las sillas tienen un aviso: “Favor de no sentarse en esta silla”, es la medida para respetar lo recomendado y así tratar de contener la aceleración del contagio que se ha visto en otras naciones.

El servicio del primer banco fue ágil, menos de 15 minutos, nada que ver con el segundo de color verde sobre la misma calle de José Martí, esquina con Jalisco, muy cerca a la estación del metro Tacubaya, misma que hace unas semanas registró el .

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El sentido común indicaba no entrar al ver dos grandes filas de gente, sin ninguna autoridad del lugar al frente que orientara, ni agilizara el servicio. A la clientela parecía no importarle las medidas de seguridad ante la contingencia y menos exigirlas a la institución bancaria, el objetivo era claro: recibir las remesas enviadas y sacar dinero de los cajeros.

La pollería cercana que también vende fruta y verduras, tampoco respetó precios. Su mercancía escasa, escogida y muy madura. El kilogramo de una papaya chica era elevado, 32 pesos, y tajante el argumento del tendero, el motivo, dijo, fue un incremento el fin de semana; sin voluntad de negociar, no hubo compra.

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De regreso a la colonia Escandón, sólo faltaba adquirir cubrebocas sencillos en la tlapalería, cada uno a 6 pesos, cuando el precio habitual hubiera sido menor a tres sin contingencia, la actitud del dueño es similar a los demás comerciantes: “lo toma o lo deja”.

Mañana temprano nuevamente se oirá la conferencia gubernamental en varios departamentos del condominio de Escandón, se repetirá lo mismo: quédese en casa, guarde “Susana distancia”, cuide a los mayores, solidaridad ante la contingencia … y los precios elevándose.

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