Decenas de personas que añoran el regreso de sus difuntos limpian, decoran, colocan flores y ofrendas para ellos, los que se les adelantaron y yacen en las tumbas del panteón San Jerónimo , de alcaldía Magdalena Contreras .
Es 1 de noviembre de 2022, la antesala del Día de Muertos . En este camposanto, que ya dejó atrás las restricciones sanitarias del Covid-19 , hay caras alegres que hoy no lloran por la muerte. Al contrario, le dan vida al enorme terreno atiborrado de tumbas y cruces.
“En la entrada no nos dieron alcohol como el año pasado. La mayoría de la gente usa cubrebocas, se lo quitan porque hace mucho calor, pero las medidas hoy ya son opcionales para nosotros, por ejemplo, yo traigo mi propio alcohol”, comentó Valeria Covarrubias, quien acompañó a su abuelo a visitar a su esposa y hermanos que descansan en este sitio.
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Palas para remover la tierra y cortar hierbas; cubetas para acarrear agua o para almacenar basura; escobas que quitan el polvo de las criptas; y pintura para remodelar la última morada del ser querido se ven por las veredas.
Aquí, al menos estos días son de júbilo y, aunque se alcanza a ver la nostalgia en una que otra persona que pierde su mirada en algún “siempre te recordaremos”, grabado en una lápida, pronto regresa a la faena con ímpetu.
“Veo que ya hay más fluidez porque creemos que ya se está terminando la pandemia, ya los panteones están todos abiertos y hoy tuvimos la oportunidad de poder venir a dejar flores a nuestros difuntos”, narró el señor Jesús Nájera, él acudió a visitar a sus padres.
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Las fotos enmarcadas no faltan. Hay quienes rezan en tanto el olor a cera quemada de las veladoras se combina con el aroma del cempasúchil y se impregna en el ambiente del mediodía caluroso que algunos usan de motivo para destapar una cerveza y brindar, a la distancia quizás, con aquel o aquella que extrañan. Se oyen canciones que muy probablemente alguien disfrutó en vida.
Sonríen y disfrutan esta fecha porque en México y en sus tradiciones, morir también es vivir: se vive en el recuerdo de la familia y amigos, en la foto de la ofrenda y en cada pétalo de las flores naranja que inevitablemente les hace creer que los que partieron siguen entre ellos compartiendo la comida en la mesa, bebiendo el café de la mañana, bailando el bolero de Agustín Lara, comiendo el pan de muerto con sabor a naranja y persignándolos antes de salir de casa.
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