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Entre los olores del copal y de las coronas de cempasúchil, la tradición por festejar a la muerte, vestirse de ella, guardándole pleitesía, se plasmó en el Desfile de Día de Muertos, ya icónico en la Ciudad de México.
En pleno 2 de noviembre, en que los mexicanos recuerdan a sus difuntos, un millón 300 mil personas —según cifras del Gobierno de la Ciudad de México—, y muchos turistas internacionales, abarrotaron cada espacio de la ruta que siguieron las Catrinas enormes, el ajolote, así como cientos de bailarines desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo capitalino.
Antes de las 14:00 horas, cita programada para el arranque del desfile, cientos de familias y grupos de amigos ya estaban apartando su lugar sobre la acera de Paseo de la Reforma.
Muchos iban con el rostro maquillado de Catrinas o portaban diademas con flores. Unos compraron bancos en 150 pesos y otros más los alquilaron en 50 pesos por las casi cinco horas que duró el evento.
En una de las mejores posiciones para observar el paso de los carros alegóricos se encontraba Jesús Román, disfrazado de Lucifer.
“Día de Muertos es México, las Catrinas es México”, dijo quien desde Tultepec, Estado de México, hizo una travesía de dos horas y media para asistir con su familia al Desfile por el Día de Muertos.
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A Paseo de la Reforma llegó después de las 11:00 horas y la cantidad de gente, dijo, ya era bastante apartando lugares. “Abracen sus culturas, vengan a México, es de los pocos países que somos completamente hermanos y nos encanta mostrar nuestra cultura, lo que amamos. Es más, el hecho de ser tan solidarios es parte de nosotros y lo que nos inculcaron de pequeños”, expresó.
Y sí, cientos de extranjeros, incluso maquillados, se paseaban junto con los mexicanos para encontrar el mejor lugar. De Sudamérica, Europa o Estados Unidos. De todos lados hubo representación.
Para la señora Julia fue su primera vez de observar el evento y lo hizo con su hermana y sobrinos, para ver exactamente cómo “se pone el ambiente”. “Hay mucha gente y se siente un ambiente muy bonito, ver a muchos con sus caras pintadas o con sus familias, pues enorgullece esta tradición”, comentó.
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Minutos después de las 14:15 hora, en la puerta de los Leones, la jefa de Gobierno, Clara Brugada, dio el banderazo de salida.
“Aquí, para los mexicanos, para las mexicanas, la muerte no es el final, sino es parte del camino. Y es un camino no sólo de ida, sino también de vuelta. Y cada año los muertos regresan del Mictlán a nuestra Ciudad y a nuestros hogares. Y durante la fiesta, durante la celebración del Día de Muertos, toda nuestra Ciudad se ilumina”, dijo Brugada.
Para ese momento ya era casi imposible moverse libremente.
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Las comparsas que hicieron presencia representaban el ajolote, una especie en peligro de extinción en el país. La Catrina y el día en que se pide calaverita.
También los alumnos de los diferentes Pilares participaron con diversos contingentes como aquellos que hacen audiovisuales.
El Mueve en Bici desplegó a personal a bordo de su bicicleta, algunas forradas como si fueran hueso de Catrina.
Cada grupo musical o carro alegórico era recibido con centenares de celulares, aplausos y gritos de los asistentes. Y a los costados de Paseo de la Reforma, maquillistas instalaron sus mesas de trabajo.
También había puestos de comida, desde tacos hasta hamburguesas 2x100, parada obligada para aguantar hasta que termine el desfile, según expresaron.
En el Zócalo, la parada final, los centenares que estaban observando la megaofrenda también se volcaron a ver a las Catrinas y Catrines.