“Me dijo que mirara la contaminación, que lo más probable es que fuera eso. Me dijo que yo era muy sensible y que en el aire hay unas partículas que no logramos ver, súper chiquitas, que llegan a romper los vasos sanguíneos. Que si respiraba eso todos los días me iba a ir mal”, explica. Roxana, como el resto de citadinos, es víctima del aire de su ciudad.
Del periodo que va de enero de 2008 a abril de 2019, durante la mayoría de los días, la Zona Metropolitana del Valle de México tuvo valores de contaminación por partículas suspendidas PM10 y PM2.5 superiores a lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). De cada siete días, cinco han tenido una mala calidad del aire de acuerdo con dicho estándar.
Estas partículas se denominan así por su diámetro. Las PM10 suelen venir de polvo geológico y, como son relativamente grandes, duran poco tiempo en el aire. Las PM2.5, mucho más pequeñas, se generan por malas combustiones como los incendios y los vehículos en mal estado. Por su menor tamaño, aguantan mucho más tiempo suspendidas, y fueron las responsables de la Contingencia Ambiental Extraordinaria del pasado mayo y el aspecto apocalíptico que tenía el cielo de la capital.
En el periodo de 2008 a abril de 2019, se declararon en la Ciudad 20 contingencias, todas desde 2016: 16 fueron por ozono y sólo cuatro por partículas PM10. Para decretar una contingencia por PM10 o PM 2.5, sus valores deben alcanzar los 214 y 97.4 microgramos por metro cúbico, respectivamente. Es decir, cuadriplicar los límites de la OMS.
Cómo afecta a tu salud
"Es un riesgo sobre la salud vivir en estos ambientes. Las afectaciones dependerán del tipo, tiempo y concentración del contaminante, e irán desde síntomas irritativos agudos, como comezón en los ojos, irritación nasal, en la garganta, o afectaciones respiratorias, principalmente en personas con antecedentes de enfermedades respiratorias y alérgicos, hasta implicaciones directas en la muerte causada por enfermedades de afecciones cardiorrespiratorias, conllevando a la disminución de la esperanza de vida en la población”, explica el doctor Guillermo Guidos Fogelbach, académico del Instituto Politécnico Nacional y especialista en alergología.
El doctor distingue entre la exposición aguda, como la que se registró hace unas semanas, con niveles altísimos, y la crónica, que es la de estar día tras día respirando cantidades menores. Los efectos, argumenta, dependen de cada persona y sus condiciones, con algunos grupos, como los adultos mayores o los niños, más sensibles. En casos concretos, como los pacientes con problemas cardiacos o respiratorios, es probable que aumenten los infartos y las crisis respiratorias. También, en estos entornos es más probable acabar sufriendo este tipo de padecimientos.
“Los valores que usa la OMS no son datos inventados ni dados de forma arbitraria, son datos precisos donde se ha visto la relación entre superar este valor y la salud del ser humano. Están muy acordes con proteger la salud”, aclara el médico.
Las guías de la OMS ponen números a los riesgos por las concentraciones de partículas suspendidas en 24 horas. Cuando son de 75 microgramos por metro cúbico de PM 10 o 37.5 de PM2.5, se da un “incremento de alrededor de 1.2% de la mortalidad a corto plazo”.
El doctor Guidos Fogelbach explica que esto significa que, si en un día normal mueren tres personas de cada 100 con enfermedades cardiovasculares o respiratorias, ese número subiría en 1.2 fallecimientos. Estos valores se superaron en al menos una de las estaciones de monitoreo de la Zona Metropolitana del Valle de México en casi la mitad de los días del periodo analizado en el caso de las PM10 y un tercio en el de las PM2.5.
Cuando las concentraciones duplican los valores recomendados por la OMS, el incremento de la mortalidad a corto plazo es de alrededor de 2.5%. Esto ocurrió en 20% de los días de dicho periodo para las PM10 y 7.5% para las PM2.5.
Otra forma de medir las partículas son las concentraciones medias anuales. El valor guía que marca la OMS es de 20 microgramos por metro cúbico para PM10 y 10 para PM2.5. En los últimos ocho años, la Zona Metropolitana del Valle de México al menos dobló ambos valores, de acuerdo con las diferentes ediciones del Informe Anual de Calidad del Aire en Ciudad de México.
Esto aumenta el riesgo de mortandad prematura en 3%. Es decir, si la esperanza de vida de una persona con enfermedades cardiovasculares o respiratorias es de 50 años, bajaría a 48 y medio. “La verdad es que poca gente está en conocimiento de cuáles son los niveles diarios de contaminación”, dice Karen Nava Castro, experta del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.
“La gente se entera cuando dejan de circular o hay una gran crisis. Las campañas gubernamentales no tienen el impacto que deberían tener en la población”, indica.
El área de Nava Castro en el Centro estudia los efectos tóxicos de los extractos orgánicos presentes en el material particulado. La investigadora explica que, aunque son diferentes las afectaciones en la zona industrial al norte de la ciudad que en la parte menos contaminada del sur, sigue sin ser sano en ninguno de los dos casos. A la larga, las partículas pueden, además de los pulmones, atacar a otros órganos como el corazón, el cerebro y el hígado y hasta alterar el sistema reproductivo.
“La exposición constante a contaminantes genera un estado de inflamación crónica que puede tener daños respiratorios a largo plazo, pero también puede transformar tejido sano en tumoral, además, la exposición crónica en periodos críticos, como son durante la gestación o la adolescencia, pueden tener repercusiones a nivel reproductivo como infertilidad o alteraciones hormonales”, detalla la experta Nava Castro.
Costos y soluciones
Para poner negro sobre blanco las consecuencias de la contaminación habitual en los ciudadanos, Fátima Masse, autora de varios artículos sobre esta problemática para el Instituto Mexicano de la Competencia, realizó un estudio en 2016 usando una fórmula de la Organización Mundial de la Salud.
“No existe un certificado de defunción por mala calidad del aire”, señala, “así que calculamos qué fracción de las muertes naturales, por causas respiratorias y cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, estaban asociadas a lo largo de un año con la mala calidad del aire en CDMX”.
El total fue de mil 823 muertes prematuras, más 4 mil 494 hospitalizaciones y más de 247 mil 729 consultas médicas en 2015. En el plano económico, estimaron que suponían unos mil 600 millones de pesos por los gastos hospitalarios y las mermas en la productividad.
El estudio Estimación de impactos en la salud por contaminación atmosférica en la región centro del país, elaborado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático y el Instituto Nacional de Salud Pública en 2016, calculó cuántas muertes se podían haber evitado en la región centro de México —Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo, Puebla, Querétaro, Tlaxcala y Morelos— en caso de haberse cumplido con las guías OMS. Para PM2.5, estimaron que pudo haberse evitado la muerte de 9 mil 767 personas; mientras que para las PM10 calcularon que hubieran sido 12 mil 089.
“Tratamos de ser mucho más oportunos con nuestra información. Sabemos que la reacción de la gente puede ser distinta y habrá quien se preocupe y habrá quien no. Por ello pensamos en estrategias de comunicación más directas como una aplicación”, razona Sergio Zirath Hernández, titular de la Dirección General de Calidad del Aire de la CDMX.
Los niveles de la OMS, comenta, son mucho más restrictivos que la norma mexicana, que aplica como límites permisibles para los contaminantes de 75 microgramos por metro cúbico en el caso de PM10 y 45 en el de PM2.5 en concentraciones diarias. Los primeros se superaron en cerca de 45% de los días que van de 2008 a abril de 2019, mientras los segundos poco más de 10%.
“Aunque no tengo claro si deberíamos aplicar los niveles de la OMS, ya que eso debe decidirlo el sector salud, sí creo que debe haber una revisión por parte de la Confederación Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios para ir a unos valores más protectores, aunque implique que haya con más frecuencia eventos con mala calidad del aire”, dice.
En su dependencia están inmersos en el proceso de crear el nuevo programa de mejora de la calidad del aire, que tendrá una vigencia de 2021 hasta 2030. “No se trata de descubrir el hilo negro, sólo ver lo que ha sido exitoso en otros países e identificar las políticas que tengan mejor costo-beneficio”, comenta.
Pero el aire no entiende de fronteras. La Zona Metropolitana del Valle de México no es un ente aislado y las acciones y planes que haya en la CDMX deberían replicarse en el Estado de México y otros estados limítrofes.
“Tenemos que tener coordinación con otros gobiernos municipales y estatales, tenemos que trabajar en políticas muy agresivas en temas de transporte, desarrollar normas, pero también aplicarlas”, y sentencia: “hay muchas cosas por hacer”.