En una casa del pueblo de su infancia, Montserrat es velada. Solo familiares, los más cercanos, acudieron a despedir a la joven víctima de feminicidio.
Y es que no solo sus padres, sino el resto de la familia, temen ser atacados por conocidos o parientes de los dos hombres, hoy detenidos como presuntos responsables de la muerte de la joven.
Por eso, hoy, en esa casa de adobe y pisos de concreto, no más de 20 personas velan el cuerpo de Montserrat.
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Vestidos de blanco, como dicta la religión Yoruba que profesaba Monserrat y su familia, encienden velas y oran por la joven.
Pero entre sus oraciones también se escuchan los reclamos contra las fiscalías de la Ciudad de México y del Estado de México que según los familiares “nunca se coordinaron para salvar de la muerte a Monserrat”.
Por eso, hoy exigen que no dejen en libertad al hombre que la mató ni a los familiares que vivían con ella y que eran cómplices del feminicida.
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El miedo acompaña a los papás, tíos y primos de Montserrat, pero no los paraliza para continuar en su búsqueda por la justicia.
Aunque saben que los feminicidas podrían hacerles daño, dicen que su Dios los protegerá para encontrar la justicia que Montserrat no encontró.
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