Metrópoli

“¿Cómo le decimos al niño la muerte de su madre?”

Padre de Rubicela dice que nada más espera recibir restos de su hija, víctima de Andrés

Armando Gallegos Vázquez se ha refugiado en el trabajo. Foto: Emilio Vásquez. EL UNIVERSAL
24/02/2022 |02:55
Redacción
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Monterrey, N.L.— Para sobrellevar el dolor por la pérdida de su hija Rubicela, víctima del asesino serial de Atizapán, Armando Gallegos Vázquez se ha refugiado en el trabajo. Hoy enfrenta el dilema de no saber cómo avisarle a su nieto que han sido identificados los restos de su madre mediante el ADN.

Tampoco sabe cuándo recibirá los restos de Rubí, como la llamaba de cariño. Lo que tiene claro es que hará una ceremonia para darle un lugar definitivo, al que puedan acudir su nieto y su familia a llevarle una flor en homenaje por su vida.

Se disculpa por ser más parco al hablar sobre la desaparición de su hija, el 20 de julio de 2019. Argumenta que ya no quiere remover los sentimientos que le dejó el asesinato despiadado.

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Considera que las personas que cometen ese tipo de crímenes es porque quieren ser recordados de alguna manera, y luego hasta surgen imitadores.

Resignado a lo peor desde que el 19 de mayo de 2021 fueron encontradas dos credenciales de su hija en posesión del asesino serial de Atizapán, don Armando, hoy de 58 años, señala: “Ya estamos confirmados por el ADN, ya no hay nada que buscar, ya nada más hay que esperar” a recibir los restos de Rubicela.

“Me he preparado para ver las intenciones de cada uno de nosotros, ese señor quería ser recordado de una manera diferente, igual que muchos. No se me hace nada agradable seguirle el juego y seguirlo recordando”.

Todavía no tiene una fecha para que los restos de Rubicela sean traídos a Monterrey.

“La autoridad nos ha apoyado con todo, no tengo nada de qué quejarme de ellos, la verdad me tocó tratar con una persona muy humana”, expresa sobre el trato que ha recibido de la fiscalía del Estado de México, pero también de la Fiscalía de Desaparecidos.

“La idea es pedir el apoyo de la autoridad, para que nos manden los restos a Nuevo León y tener un lugar donde mi nieto y nosotros mismos llevemos una flor a donde quede Rubicela”.

Desde los días posteriores a la desaparición de Rubí, su hijo vive con el abuelo. El niño de ocho años “ya entiende muchas cosas, y ese es el problema más grave: ¿cómo le vamos a decir [que ya se confirmó la muerte de su madre], qué le vamos a ofrecer? La verdad es algo muy cruel”.

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