“Es una tontería, nosotros invertimos en comprar los termómetros, gel, capacitamos y le damos equipo a nuestro personal.
“Invertimos en caretas, guantes, cubrebocas, pagamos impuestos, mantenemos y seguimos generando empleos, ¿qué nos han retribuido?, nada”, comenta molesto Camilo Herrera, propietario de un café ubicado sobre la avenida Reforma que de nueva cuenta, por disposición oficial, se ve en la necesidad de bajar su cortina.
Al hablar sobre la nueva disposición de las autoridades tras la implementación del semáforo epidemiológico rojo, el comerciante expresa molesto: “Entonces nosotros no somos el problema, que [las autoridades] vayan y cierren todos los tianguis, los mercados sobre ruedas, todos los comercios informales, las romerías y cualquier puesto ambulante de la calle.
“Que se metan a Tepito, ahí no hacen nada. Ahí es donde pasa todo y todos se contagian, no con nosotros, que tenemos todo en regla”, explica mientras barre la banqueta de su negocio.
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La situación es similar en los pequeños negocios de la Zona Rosa. Se observan cortinas cerradas y cartulinas en las que se anuncia que abrirán de manera formal “hasta nuevo aviso”.
“Vi que abrieron y se llevaron algunas cosas, quién sabe si vuelvan a abrir”, dice un bolero del cruce de Génova y Reforma, luego de ser cuestionado por lo que sucede en una taquería ubicada en ese cruce.
La molestia de los negocios establecidos es la misma, ya que se quejan porque las autoridades se “ensañaron” con ellos, pues mientras las restricciones son fuertes con el ramo establecido, por otro lado son blandos con el comercio informal, en el que, aseguran, no hay mínimas normas de sanidad.
“Esta Ciudad es el mundo al revés. Basta con ver las imágenes del Centro Histórico para que vean cuánta gente hay, de ahí cuántos crees que se contagien diario y esparzan el virus en el transporte público, en sus colonias o en sus casas.
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“Esa es otra, si de verdad quiere frenar la cadena de contagios, que regulen más el sistema de transporte. Nosotros entendemos eso, que la gente tiene que salir a trabajar, aquí nuestros empleados llegan en Metro, pero entonces que nos ayuden a nosotros, que ayuden a la gente trabajadora y no que premien la informalidad, así nomás no vamos a salir nunca y luego, cuanto todo esto pase, vamos a enfrentar otra pandemia, la de la crisis económica, la falta de trabajo.
“Con esa estrategia quieren que nos vayamos todos, a cerrar los negocios y que viva la informalidad”, expuso Claudia Martínez, gerente de una cafetería que durante la emergencia por el Covid-19 se vio en la necesidad de recortar a su personal.
Ella sola atiende su local, el cual, asegura, está por “tronar”, si no regresa a la normalidad.
Sobre la misma avenida Reforma se ven a jóvenes que regresan a tocar las puertas de su antiguo trabajo, con la esperanza de que ya estén abiertos o, en su defecto, “moverse” para la Condesa, Roma o Polanco, donde confían en que los puestos como garroteros, meseros, bartender o de limpieza, estén disponibles.
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“Está muy cabrón, [antes] atendía una cafetería en la [colonia] Del Valle, pero cerraron y ahora no hay para dónde hacerse. Llevo dos días que peino la zona y por aquí también está muerto. Ni modo, a seguir caminando, de aquí me acerco a Polanco y espero que ahí sí pueda encontrar algo”, comenta Arturo, quien —por si las dudas— camina ataviado con su mandil y en su mochila carga todo lo necesario para ponerse a trabajar de inmediato.
En ese sentido, el panorama también se ve gris para los pequeños empresarios, pues mientras las grandes cadenas y franquicias de cafeterías y restaurantes pueden aguantar este nuevo embate de la emergencia sanitaria por coronavirus, los establecimientos chicos ruegan para que esta situación termine o, en su defecto, que sean tomados en cuenta por los gobiernos local y federal.
“No se habla de condonación de impuestos ni nada. De verdad, luego de esto [el confinamiento] a ver cuántos vivimos”, concluye Claudia.