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Después del temblor de magnitud 7.1, registrado el pasado 19 de septiembre, los habitantes de la Ciudad de México reportaron que la alerta sísmica no sonó con anticipación; a diferencia del 7 de septiembre cuando, después de las 11 de la noche, avisó a los citadinos 120 segundos antes de que el temblor moviera al Valle de México.

Ante esto, surgió la propuesta de instalar sensores que detectan los movimientos telúricos en los estados de Puebla, Morelos y Estado de México. El inventor de la alerta sísmica, el ingeniero Juan Manuel Espinosa, explica para EL UNIVERSAL que colocar más sensores en estas ubicaciones no hará la diferencia porque las afectaciones de los sismos dependen de su magnitud y epicentro.

“Los sensores que tenemos actualmente están donde deben de acuerdo con el sismo… No hay razón para instalar más porque hacia el norte no hay fallas activas que puedan dar ese tipo de temblores. Estamos en los lugares correctos, no podemos cambiar la distancia porque es muy corta, aunque pongamos más podríamos ganar tres o cuatro segundos, más que eso, no se puede”, explicó.

“No podemos cambiar la velocidad de propagación de las ondas. La luz ya va muy rápido, pero el tiempo que tarda uno en saber si el temblor amerita que la alerta sísmica suene depende de sus características”, agregó.

El ingeniero es el director del Centro de Instrumentación de Alerta Sísmica (CIRES), una asociación civil sin fines de lucro, donde se detectan todos los sismos; cuando son mayores a una magnitud de 5 y afectan a la Ciudad de México, los altavoces del Centro de Comando (C5) replican la alerta en los casi 11 mil altavoces.


Sensores. Para mejorar la alerta sísmica, desde hace 32 años, el ingeniero, un grupo de sismólogos y otros especialistas retoman los registros de los terremotos y sus magnitudes para proponer en qué ubicaciones del país son más útiles. “Actualmente tenemos cien sensores. Hay más proyectados en Chiapas, Veracruz y Tabasco... No sabemos dónde brinca el sismo pero tenemos que estar preparados para captarlo en el momento que empiece, de ahí advertir para que la gente tome las acciones que tenga consideradas”, agregó.

El especialista comentó que instalar un sensor tiene un costo de 50 mil dólares, y se hace en lugares apartados de la vida ajetreada de las ciudades. “Están lejos de zonas urbanas porque el ruido cultural de coches u otras cosas puede generar vibraciones que no son de temblores. Tenemos que usar lugares tranquilos, los geofísicos califican el sitio, ya que está aceptado se pone una estaca y se ponen los sensores, cimientos, torres, y alambrado”, agregó.

Después se realizan varias pruebas desde ubicaciones cercanas y otras más alejadas. Para saber si un sensor funciona adecuadamente, éste manda una señal al CIRES dos veces al día los 365 días del año. “Se ha programado que se escuchen voces, que son las llamadas de estaciones y con esto se hace una bitácora. Si hay alguna alteración en la secuencia vemos. El sistema se auto diagnostica y no están mandando reconocimiento. Hay visitas regulares y extraordinarias”, dijo.

Si un sensor no funciona automáticamente cambia su color del verde al rojo y se hace un registro que aparece en la página web del CIRES.

Alerta sísmica. “La razón del CIRES se debe a que en 1985 hubieron muchos daños y generó la necesidad de hacer más mediciones de los sismos en la Ciudad de México”. El centro creó la Red Acelerográfica de la Ciudad de México, en 1987, para avisar automáticamente cuando se presentaba un temblor en la capital, basado en el principio de las ondas sísmicas superficiales que viajan de entre 3.5 y 4.0 kilómetros por segundo.

El primer temblor que se alertó fue en 1991, cuando el epicentro se ubicó en el municipio de Marquelia, en Guerrero. “Alertamos de un sismo que ocurrió el 13 o 14 de mayo de 1993. Sonó la alarma en el despacho de estas autoridades y a los sesenta segundos inició el movimiento. Aunque era un proyecto experimental, después de una hora o poco más, las autoridades anunciaron que tenían un sistema de alerta sísmica”, detalló.

En ese entonces el CIRES inició con 12 sensores, ahora se ubican decenas, desde Bahía de Banderas hasta el Istmo de Tehuantepec. La primera forma en la que se avisaba a la población que temblaría era a través de altavoces instalados en escuelas y dependencias, programas de radio y televisión, pero no era suficiente.

“El sistema de altavoces es un medio de anuncios de emergencia para la población. Nos apoyamos de la tecnología para ampliar la cobertura de la alerta sísmica… Nos trajimos un receptor a los servidores del C5”, refirió el coordinador general del C5, Idris Rodríguez Zapata.

Ante la emergencia de que la capital es una zona sísmica, el gobierno capitalino planea aumentar las vías por las que se alerta a la ciudadanía. “Quisiéramos tener todas las cámaras con altavoces, tenemos 75% pero es un tema presupuestal. Estamos buscando ampliar el dinero para tenerlas en los siguientes meses o años [estos medios de alerta]”, mencionó.

Respecto a la voz masculina que anuncia la alerta sísmica, el ingeniero Espinosa explicó que antes el sonido era parecido al de una ambulancia o patrulla, por lo que la población se confundía y realizaban simulacros. “Era necesario que tuviera un sonido distintivo, y las radiodifusoras de la Ciudad de México definieron un sonido típico”, destacó.

El ingeniero Espinosa propone que en un futuro, la gente pueda ser alertada de que un sismo a través de espectaculares de las principales vías de la ciudad. Si suena la alarma, se vería un mapa para conocer el epicentro, y tomar la decisión de evacuar o no el inmueble donde se ubica.

Por su parte, el Gobierno capitalino planea a corto o mediano plazo una aplicación, que cuente con la normativa oficial, para avisar a los ciudadanos sobre posibles desastres naturales como un sismo.

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