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Todos estaban dispuestos a ayudar desde temprano. Autoridades de Protección Civil, la Marina, ingenieros, bomberos y voluntarios llegaron preparados para remover escombros del edificio derrumbado en Gabriel Mancera y Escocia, en la Colonia Del Valle.

La alarma sísmica provocó una reacción inmediata en los rescatistas, mas no perdieron la calma. Siguieron el protocolo de seguridad y se mantuvieron tranquilos hasta que el temblor se detuvo.

Silencio. Entre murmullos, se esperaba la indicación de las autoridades correspondientes para regresar a la labor. El inmueble en ruinas era el foco de atención. Se desconocía si ese pequeño movimiento causaría algún otro daño.

Al inspeccionar la zona, se reportó una fuga de gas, por lo que se tuvo que pedir aún más paciencia a los voluntarios, nerviosos por la situación en suspenso. Eran las primeras horas de la mañana y el día ya estaba complicado.

Los bomberos descartaron cualquier situación de peligro; los ciudadanos, de vuelta a los escombros.

Sin embargo, a unas tres cuadras y media del desastre, se escucharon gritos de auxilio: "¡Paramédicos! ¡Un paramédico, por favor!".

Sobre la avenida Eugenia, entre Amores y Eje 3 Poniente, Eva Rico, una señora de la tercera edad, se desvaneció.

Los habitantes del edificio #721 se encontraban reunidos para revisar y analizar cualquier daño del inmueble, ya que, de acuerdo con ellos, las autoridades de Protección Civil los han abandonado.

Al escuchar la alerta sísmica, todos salieron rápidamente y observaron si la construcción se movía, como sucedió el martes pasado. Después de la leve sacudida, ingresaron de nueva cuenta a la junta, pero otra alarma los asustó y provocó que Doña Eva fuera llevada de urgencia al hospital.

"Era un coche, pero eso te habla del pánico en el que vivimos", declaró Pilar Briz, administradora del inmueble. "Tenemos un gran miedo en cada temblor".

Según Briz, desde el sismo que sacudió a la Ciudad de México el martes pasado, han reportado varias veces a Protección Civil sin recibir alguna respuesta.

"El edificio no tiene un daño estructural fuerte, pero los habitantes necesitan una certeza para estar tranquilos. También sabemos que ellos están muy ocupados, aún así... los necesitamos para tranquilizarnos", subrayó la administradora.

El ingeniero Enrique Iglesias, voluntario, tuvo que hacer un chequeo rápido para tranquilizar a los habitantes del #721 de la avenida Eugenia y aseguró que el "edificio es totalmente habitable", lo que dejó más tranquilos a los vecinos.

En el transcurso de la mañana, diversos voluntarios se presentaron en la esquina de Gabriel Mancera y avenida Eugenia. Unos venían más preparados que otros, con cascos, guantes y cubrebocas. Las filas para ingresar al terreno destrozado eran de una cuadra. Hombres y mujeres dispuestos a arriesgar su vida para intentar encontrar a alguien.

La gran asistencia de ciudadanos permitió una forma de relevos para que cada uno tuviera la oportunidad de ingresar a los escombros y ayudar a los expertos. Mientras esperaban, no les importó esperar alrededor de una hora para formar parte de la ayuda a los afectados.

Las grúas facilitaron el trabajo de los especialistas y de los voluntarios. Los tráilers se llevaban kilos y kilos de escombros. El polvo opacó la vista.

Después de quitar pedazos grandes de piedras y metales, los brigadistas alzaban el puño, la señal de silencio. Se buscaba cualquier señal de vida.

Para hoy, los brigadistas quieren que se presenten la misma cantidad de personas como voluntarios, ya que todavía queda mucho por hacer.

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