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david.fuentes@eluniversal.com.mx
El bullicio de los paseantes y de trabajadores, así como la música de los puestos ambulantes alrededor de las oficinas administrativas de la delegación Iztapalapa, provocaron que la prueba de audio de los altavoces que se activan al momento de una alerta sísmica pasara inadvertida, nadie se percató de los siete segundos que duró el test.
En ese lugar, las bocinas y las cámaras de vigilancia están en la esquina del edificio administrativo; a unos metros, trabajadores de la construcción resanaban un inmueble contiguo que se afectó con el sismo del pasado 19 de septiembre. Alrededor, abundaban puestos ambulantes y camiones de transporte público que contaminaban auditivamente el ambiente.
En contra esquina de los altavoces, don Charly lustraba unos zapatos. Se había enterado de la prueba de sonido por las noticias y estaba atento, trataba de despejar sus oídos de la música, el ruido de los camiones y el cuchicheo de los visitantes de la delegación, pero no pudo, la alerta fue insignificante para él y todos los que ahí estaban.
“No escuché nada, pensé que iba a hacer más ruido o algo. Aquí es muy difícil oír la alerta por todo el ruido que hay, hay muchos puestos, las farmacias sacan sus bocinas y, bueno, con un camión que pase a esa hora no se escucha nada. Si quieren que se escuche bien que le suban un poco al volumen”, comenta entre risas en señor de 60 años, al tiempo que no deja de bolear unos zapatos.
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A unos metros, junto al quiosco de la plaza, Dolores Pineda, trabajadora de limpieza de la delegación, tampoco se dio cuenta de la prueba, “hasta aquí no se escuchó nada, creo que le bajaron al volumen, porque cuando es la alerta sísmica me dicen que la gente siente el temblor pero no escucha las bocinas.
“Una vez estaba en la iglesia y no se escuchó nada, nos dimos cuenta del temblor hasta después. Le deben subir al volumen o decirle a todos que no hagan tanto ruido, para que escuchemos”, comentó la mujer, quien además, mientras levantaba la basura, escuchaba música en sus audífonos.
Lo mismo sucedió en los locales ubicados a unos metros de la bocina, entre el murmullo de los comensales y la televisión prendida nadie se percató de la prueba.
“Híjole, era hoy verdad, ¿a qué hora?”, dice entre risas Margarita, quien comía menudo con su familia en la fonda Los Tecolotes, donde nadie escuchó la prueba, “en esta zona si no le suben al volumen, no se escucha nada”, remató un mesero.