Ante el endurecimiento de las nuevas restricciones por la fase 3 del coronavirus, los comerciantes de la Ciudad de México hacen todo tipo de malabares para mantenerse en pie: algunos abren sus cortinas a medias y otros cazan a los inspectores para que no los sancionen. Los negocios son aquellos que no venden productos de primera necesidad, como los que se encuentran en la calle Artículo 123, en el Centro de la Ciudad.
“¿Qué necesita? Pásele”, susurran a las personas que caminan en la banqueta; si alguien se detiene a pedir informes, le dicen que se meta al local “para no hacer bola”.
Por momentos pareciera que se comprará algo clandestino, pero no: las cartulinas sobre las cortinas metálicas tienen anotados teléfonos para pedir servicios.
Las docenas de comercios que se dedican a arreglar aparatos eléctricos y vender artículos para el hogar se arriesgan a todo con tal de sacar “un poco de la cuenta”.
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“Parecemos ambulantes: nada más vemos a alguien de la delegación y a cerrar. Si nos agarran, nos multan. Hay cuidarnos”, dice Delia, empleada de un local de compostura de electrodomésticos.
El pago de agua, luz, internet y otros servicios sigue; el dinero que necesitan para cubrir esas necesidades es “mínimo de 20 mil pesos en la zona”, afirma Eduardo Velasco, quien labora en un local de reparación y venta de maquinaria industrial de limpieza.
“La delegación dice que si tenemos abierto nos van a clausurar y a multar con 86 mil pesos, porque debemos volver hasta diciembre, pero no se dan cuenta de que nosotros tenemos que comer”, dice.
En Artículo 123 los trabajadores se sientan en bancos afuera de los locales para ofrecer sus servicios, pero sólo algunos tienen suerte, como Edgar, quien lleva 10 años trabajando en la venta de equipos de limpieza profesional e industrial.
Este panorama, asimismo, ha alcanzado otros puntos de la capital: a lo largo de División del Norte los negocios dedicados a la venta de artículos para baños están igual; 90% tienen abajo sus cortinas y ofrecen servicio a domicilio.
El resto, más aventurado, se la juega y abre una puerta; coinciden en que “es esto o no comer”.
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Sobre Cuauhtémoc, un negocio que vende refacciones para motocicletas buscó adaptarse a las circunstancias: en la entrada hay una línea en el piso y un anuncio que pide a sus clientes usar el gel antibacterial antes de ingresar, además de que sólo pueden estar tres personas dentro del negocio.
“El plástico lo pusimos desde hace dos semanas, y ya repartiremos caretas a todos los trabajadores. Hicimos esto para protegernos y que la gente siga comprando, pero aun así, las ventas están bajas, cayeron 70%”, comenta una empleada.
Frente al Parque México, en un negocio de paletas, se colocó un plástico de techo a piso, el cual cubre todo el local; de igual modo, por razones de prevención, se les pide a los clientes no cruzar la línea de seguridad, y mediante un pequeño resquicio entregan el producto y se cobra. Los dos trabajadores usan guantes y cubrebocas.
“Estas semanas son las mejores en ventas por el calor, pero la gente no compra porque no hay nadie en la calle”, comenta Gibrán desde atrás de la barrera de plástico.
Así, los comerciantes del norte, centro o sur de la capital del país sortean la crisis sanitaria y económica para subsistir y mantener a sus familias.