La nueva normalidad llegó a las estéticas y barberías de la ciudad quienes batallan por aumentar la afluencia de clientes después de tres meses de permanecer cerradas por la pandemia del coronavirus.
Como parte de los lineamientos de reactivación de actividades en semáforo naranja, la clientela tendrá que seguir nuevos protocolos como el uso obligatorio de cubrebocas, pasar por filtros sanitarios a la entrada, sana distancia, acudir solos y con previa cita.
En la Zamacueca barbería, un pequeño local ubicado al sur de la ciudad en la colonia San Diego Churubusco de Coyoacán, sólo puede recibir clientes de uno en uno y sin acompañantes debido a las dimensiones de su espacio.
Para evitar contagios, a la entrada tienen un tapete y un rociador sanitizante para todo aquel que ingrese. Hasta el momento han agendado menos de la mitad de citas que las habituales.
“En tiempos normales teníamos entre ocho y quince citas en promedio; ahorita tenemos cinco o seis máximo”, expresó Aarón Ortega, barbero que ya lleva laborando cuatro años en el salón.
Para el personal no fue nuevo la desinfección de sus instrumentos de trabajo, pues ya lo hacían antes de la contingencia, incluso, el uso de guantes de látex ya formaba parte de su trabajo. Sólo integraron el cubrebocas a su uniforme.
“Todo lo que se desinfecta es por servicio, las máquinas y peines, con aerosol alcohol. Pero eso ha sido desde siempre, como el uso de una nueva navaja [de afeitar] por cliente”, explicó Erick, auxiliar y aprendiz de barbero, quien se encargaba de hacer los filtros sanitarios, supervisar la limpieza y la desinfección constante del local.
La barbería cuenta con una plantilla de diez personas con diferentes horarios y funciones, no hicieron despidos, aunque hubo quienes prefirieron renunciar. Además, debido a una de las medidas que implica reducir su horario sólo de 11:00 a 17:00 horas, tuvieron que reorganizar sus turnos, pues antes laboraban de 9:00 a 21:00 horas.
Uno de los clientes que llegó puntual a su cita quien decidió regresar a la barbería tras meses de confinamiento y varios intentos fallidos por arreglar su corte de manera autónoma; solicitó un servicio llamado “ritual plus” que incluye corte de cabello, arreglo de barba, afeitado tradicional, toallas frías, calientes, vapor, mascarilla y masaje. Un proceso que tarda de 30 minutos hasta una hora.
“Me gusta consentirme, ya era cliente desde que abrieron. Venía cada sábado, ahorita con lo de la pandemia como no podía venir les pregunté cómo se hacía y me compré mis máquinas. También, me cortaba la barba con el tradicional rastrillo y cremita. Pero en mi casa no tengo la masajeadora facial y la mascarilla de punto carbón”, expresó Huetman dedicado al comercio y cliente frecuente del lugar.
A unos cuantos pasos, su local vecino la Zamacueca Caprichosa, una estética y spa de uñas dirigida principalmente para un público femenino, cuyo espacio y mobiliario está ambientado en los años 50; ha estado batallando para generar más ingresos debido a la baja económica que le causó la crisis sanitaria.
“Las ventas están bastante bajas, apenas sale la renta, aquí nos perdonan el 50% de renta, sí nos apoyaron en ese aspecto, pero pues es estarse endeudando para pagarla. Tengo una chica que me ayuda y también tengo que pagarle sueldo”, comentó Dulce Sánchez, estilista y dueña de la estética, quien se encontraba sola al interior de su local pues ya había atendido sus tres citas previas.
Pese a que estuvo prohibido brindar el servicio durante la cuarentena, para poder seguir pagando sueldos y no hacer ningún despido, Dulce Sánchez tuvo que arriesgarse en agendar citas previas a la reapertura pero con sólo con una clienta a la vez, a puerta cerrada y con las medidas de protección.
En este sentido, mencionó que sus clientas ya vienen confiadas a la cita porque antes de acudir le preguntan qué medidas deben seguir al interior de su salón.
“Tenemos un desinfectante en aerosol y uno orgánico para las personas que son alérgicas al alcohol y llegando se lavan las manos o si no quieren, les aplicamos gel antibacterial. El peine se tiene que lavar, siempre se lava desde antes de la pandemia. Los sillones cada vez que terminamos un servicio, aplicamos el desinfectante en aerosol. Los cubridores no son desechables, pero constantemente los estamos cambiando”, dijo.
Sin embargo, el uso de cubrebocas se ha vuelto una protección molesta durante su jornada de trabajo.
“Ya estoy fastidiada del cubrebocas, siento que no respiro, que estoy respirando bichos y polvo, y es difícil, porque cuando te quitas el cubrebocas o te lo quieres mover, ahí ya puede haber hasta infección”, manifestó.