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“Pedimos justicia, que este crimen no quede impune. No sé cómo esos hombres pueden dormir después de matar a una persona”. La casa de Daniel Torres, en Naucalpan, como siempre la quiso, se llenó de amigos y familiares que se abrazaron para recordarlo como el hermano, hijo y amigo más alegre, el que bailaba cualquier género musical y el que quería poner una empresa para darle un trabajo a los integrantes de su familia.
A Daniel, de 22 años, sus papás le decían Ñoño o Ñoñito. Su mamá cuenta que un día Daniel salió de casa muy temprano, sin avisarles a dónde iba, pero 15 días después les dijo, emocionado: “¡Sí me aceptaron en la escuela, ya voy a ir a la escuela!”.
Para llegar a la UAM Azcapotzalco, para estudiar Ingeniería Mecánica, hacía dos horas todos los días. Su ruta usual era abordar una combi de la ruta 58 que lo llevara a la estación del Metro Cuatro Caminos, de la Línea 2; luego se dirigía a Tacuba y abordaba un camión hasta el campus. El último día que lo vio su padre, José, fue el martes: “Estuvimos cenando, los cinco. Por la mañana siempre nos decía que no nos quería despertar, porque se iba muy temprano para irse a la escuela”.
El miércoles 18 de octubre, a las siete de la mañana, Daniel salió de casa y se subió a una combi; más adelante, en la parada El Campamento, se subieron tres tipos armados: uno con el chofer y otros dos con los pasajeros. Después de amenazar a todos para que les entregaran sus pertenencias se oyó un disparo. El chofer se detuvo, los tres sujetos bajaron del transporte y huyeron. Daniel estaba herido, por eso el conductor lo llevó a un hospital cercano, pero ya era tarde: Ñoñito ya no tenía signos vitales.
La noticia sobre su muerte llegó a oídos de sus padres cuatro horas después, cuando el rumor se esparció en redes sociales. Su padre José fue quien reconoció el cuerpo: “Yo no quería creerlo, pero sí era él. Era su ropa, era su cara”.
La carpeta de investigación que se abrió por el homicidio sólo contiene la declaración del chofer, quien fue detenido después de la muerte de Daniel.
Al no estar ubicado en el lugar de los pasajeros el conductor no presenció el momento exacto en el que dispararon. Por eso sus padres piensan que tal vez Daniel, por su personalidad, quiso defender a otra persona a la que pretendían asaltar; además, no llevaba más que sus cuadernos, su morral, un celular: “No llevaba dinero, yo dos días antes le di 100 pesos porque ya no teníamos”.