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“No te voy a dejar lujos, empresas, no tengo dinero, no te voy a dejar un quinto, pero te voy a dejar educación y un techo”, es una frase que Israel Ballesteros, damnificado del Multifamiliar de Tlalpan, le atañe a sus abuelos y padres, quienes vivieron y murieron en la unidad ubicada en la delegación Coyoacán.

Aunque sólo es dueño de una séptima parte de un departamento, Israel Ballesteros se convirtió en uno de los voceros de los cientos de damnificados del 19-S, pero no sólo del conjunto de edificios que forman parte del Multifamiliar, también de distintas colonias o delegaciones.

De pie, en medio de los edificios 3b y 3c, cuyo acceso es restringido y en sus puertas hay montones de material de construcción por los reforzamientos en las estructuras, Israel cuenta: “Yo aquí nací, aquí crecieron mis papás, vivieron, se hicieron novios, se casaron en la iglesia de aquí enfrente y se embarazaron de mí. Aquí crecí con mis abuelos maternos cuidándome”.

A Israel se le ve en las asambleas y en los encuentros de los afectados del sismo, a veces con las playeras blancas que tienen los logos propios de la Asamblea de Damnificados y otras con ropa casual, después de un día de trabajo como administrador de condominios.

El 19 de septiembre del año pasado, él estaba al sur de la Ciudad por trabajo. Cuatro horas después de que el edificio 1c se cayera, Israel se enteró por su madre de la tragedia en la que murieron sus vecinos.

Desde ese entonces, los damnificados instalaron campamentos, primero hechos de lonas, afuera de cada edificio para proteger los muros arruinados que siguen siendo suyos. “Ha sido muy complicado, no hubo una organización, hubo una distribución espontánea para acomodar los campamentos por zonas norte y sur. Al principio había una casa de campaña en el parque hacia el Metro Tasqueña y un albergue en una primaria. Ponerse de acuerdo ha sido muy difícil, trataban de generarse en condiciones cercanas a lo que es tener un departamento”.

Este hombre de rizos color castaño claro no vive en los campamentos del Multifamiliar, pero sí pasa parte de sus tardes entre las casas de madera donadas a sus vecinos. Vivir en un campamento, dice, “exacerba las tensiones, las diferencias y se precariza la vida”.

Los damnificados del Multifamiliar cuentan que 16 personas, la mayoría de ellos adultos mayores, han fallecido después del sismo, lejos de sus casas.

Israel tiene buenos recuerdos del “Multi”. “Mi abuelo más o menos a la edad que tengo hoy tuvo circosis, perdió la mitad del cerebelo. Su equilibrio fallaba, entonces empezó a usar muletas y bromeaba mucho, me decía: ‘ponte atrás mío para plancharte’, pero la cosa era para equilibrarlo. Caminábamos, [mientras] él se sentaba en esta zona y yo jugaba en los cajones de cimentación”, recuerda.

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