“Nunca habíamos vivido un año así”, reconoció la señora Rosa, una locataria de artesanías que, tras el cierre desde ayer y hasta el 13 de diciembre de la Basílica de Guadalupe para evitar el arribo de peregrinos y contagios por Covid-19, se vio afectada en sus ventas, al igual que el resto de sus compañeros.
Comentaron que los días 8, 9 y 10 de diciembre son los más fuertes de todo el año; sin embargo, en esta ocasión no fue así por las vallas metálicas colocadas a los alrededores para impedir el paso de las personas.
Lo único que podían hacer ante esa situación era esperar sentados, o bien en la entrada de sus comercios, con la mirada perdida en la nada o sobre Calzada de Guadalupe, que lucía vacía de peregrinos, pero llena de policías y trabajadores de la alcaldía Gustavo A. Madero.
“No se ha visto la afluencia desde marzo a la fecha. Lo que habíamos ahorrado ya se nos fue, y eso lo ahorramos en los meses buenos”, añadió Rosa.
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La comerciante aseguró a EL UNIVERSAL que las autoridades no les avisaron que todo estaría cercado con vallas, pues así ellos hubieran podido analizar si abrían o no su negocio.
Otras personas, un tanto molestas, comentaban entre platicas —con sus mismos compañeros— “mínimo nos hubieran dicho que no abriéramos, hijos de su (...) como ellos [las autoridades] sí van a comer y a tener aguinaldo”.
En el primer día de cierre de las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe, para evitar contagios de Covid-19, pocos peregrinos acudieron al templo mariano.
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Durante un recorrido realizado por EL UNIVERSAL, a las 10:00 horas no se percibió ningún grupo de feligreses que quisiera pasar las vallas custodiadas por personal de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México.
Desde la avenida Euzkaro hasta la Basílica, el paso fue cerrado para los transeúntes, únicamente comerciantes y residentes de la zona podían entrar y salir sin inconvenientes.
Eran pocos los comercios que sobre Calzada de Guadalupe decidieron abrir. Entre ellos algunos tiendas, cafeterías, farmacias y bancos, además de locales de souvenirs.
El paso vehicular estaba permitido en las calles Malintzin, Cuauhtémoc y Garrido. Las estaciones del Metrobús y Metro estaban cerradas para evitar el ingreso de personas.
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Aunque hasta las 11:00 horas habían arribado esporádicamente 165 feligreses, la Basílica lucía desolada.
Jorge fue uno de los peregrinos que desde lejos observó el templo. Sus ojos lo decían todo: había llegado luego de tres días de recorrido desde Puebla.
Se accidentó en una motocicleta y al salir del hospital se dijo que todos los aniversarios de la Virgen de Guadalupe viajaría a la Ciudad para cumplir con su manda. Ahora pidió por la salud de su familia y la de él, para no sufrir otro percance.
Se quedó varios minutos bajo el sol, sin decir nada, observando el templo religioso a lo lejos. Sus ojos se perdían en él, bajo el clamor, para recordarle a la Virgen que cuidara de los suyos.
Luego se dio media vuelta y se marchó, perdiéndose entre los pocos transeúntes que se observaban por la zona.