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rebeca.jimenez@eluniversal.com.mx
Naucalpan, Méx.— “He rascado la tierra con mis manos, con palas y pagando un trascabo, además hemos recorrido el tiro gritando su nombre, porque lo tengo que encontrar”, afirmó Alejandra Contreras, quien lleva tres semanas buscando a su marido, José Dolores Huerta Vargas, que quedó bajo toneladas de cascajo en el tiradero de El Castillo, en el kilómetro nueve de la carretera Naucalpan-Toluca.
El 28 de enero Lolo, como conocen a José Dolores, avisó a su esposa que iría al tiradero de cascajo a recolectar metales para completar para el gasto. “Fue la última vez que supe de él pues ese lunes ya no regresó a su casa y fue cuando empezó mi peor pesadilla”, dijo Alejandra.
“Pregunté a sus hermanas, a vecinos y compañeros de trabajo si lo habían visto y nadie, por eso fui al Ministerio Público, donde me dijeron que primero tenía que buscarlos en hospitales; fui a la Cruz Roja, al de la vías, al Servicio Médico Forense donde tienen como 350 cadáveres, y nada”, relató la madre de dos jovencitas de 16 y 13 años, y un niño de tres.
Por eso regresó al tiro de cascajo de La Palma, en El Castillo, donde todos los días llegan decenas y decenas de camiones cargados de cascajo procedentes de la Ciudad de México, especialmente de nuevos desarrollos inmobiliarios.
Ahí un compañero de trabajo de Lolo dijo que lo vio, incluso le prestó un marro minutos antes de las 16:00 horas del 28 de enero, cuando se registró un deslave en el tiro, pero fue amenazado por los propietarios para que no dijera nada.
José Dolores podría estar sepultado a una profundidad de entre 5 a 6 metros, dijo su esposa, quien pide apoyo a la fiscalía estatal y al propio gobernador Alfredo del Mazo Maza, para que reactiven la búsqueda.