“Somos el soundtrack de la Ciudad de México”, dijo Gabriel Rivera, organillero desde hace 10 años en la capital, quien junto con chinchineros participa en el Segundo Festival de Organilleros en la CDMX.
Niños y adultos mayores de Chile y México unieron más de 140 años de tradición y cultura para celebrar este oficio heredado entre familias, el cual tuvo su origen en Alemania a finales del siglo XIX.
“Toda la gente con la que platicamos, extranjeros y mexicanos, dicen que la Ciudad de México no se reconoce sin los organilleros”, añadió Gabriel.
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En la inauguración del festival desfilaron decenas de organillos de todos los tamaños y colores, algunos con una imagen de la Virgen de Guadalupe en la parte trasera.
En la parte superior del instrumento, peluches de changuitos de todos los tamaños, colores y vestimentas acompañan a los organilleros. “Lo usamos así porque antes había monos araña de verdad. Los traíamos con su cadenita y ellos eran los que pedían el dinero, así se usaba, hasta que hace como ocho años nos quitaron los permisos y se quedó la tradición de traer los peluches”, explicó Gabriel.
Desde Chile, la familia Saavedra, integrada por Yair, Karla y su hijo Yair, acudieron al festival por sus propios medios para poner en alto el arte del chinchín de su país.
“El chinchinero es la persona que lleva un bombo y platillos en la espalda, toca y baila al ritmo de los organilleros, es cosa de coordinación”, explicó el padre.
Esta familia se vistió con trajes típicos chilenos, sombrero y falda rojos. “Cada familia lleva su propio traje y debe ser heredado dependiendo de dónde vienes”, comentó Karla Aranzibia.
Luis Lara Paredes, de 66 años y 48 en el oficio, vino desde Chile para “poner en alto” su cultura.
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“Afortunadamente, como en Chile, nos encontramos que en México hay mucho apoyo, hay apoyo del gobierno, eso es muy bueno”, destacó.
En Chile es muy común que niñas y niños, desde muy temprana edad, comiencen con el oficio del chinchín y el organillo, pues se trata de una herencia entre familias, aunque a esa edad lo toman como un juego, agregó Lara Paredes.
Simón Saavedra, de nueve años, acompañó a su hermano desde Chile para realizar la presentación del festival, donde bailó con un tambor en la espalda y unos cordones amarrados a los pies, que usa para tocar el instrumento.
“Yo desde los tres años toco el chinchín, fue algo que aprendí de mi papá, mi hermano y mi tía. Me encanta, me gusta mucho haber aprendido de ellos”, dijo Simón.
El coordinador general de la Autoridad del Centro Histórico, José Manuel Oropeza, anunció que están en pláticas para hacer formal la declaratoria de los organilleros como Patrimonio Cultural de la Ciudad de México.