El 19 de febrero pasado afuera del penal de Chiconautla, en el Estado de México, aparecieron dos cuerpos mutilados, asesinados con extrema violencia. Junto a los restos humanos se dejó un en el que se advertía de la disputa que se libra por apoderarse de las cárceles asentadas en la metrópoli —Ciudad y Estado de México— entre el Cártel Jalisco Nueva Generación ( CJNG ) y La Unión Tepito.
Horas más tarde, las autoridades mexiquenses informaron que los cuerpos eran de dos custodios: uno trabajaba en el penal de Chiconautla y otro, que vivía en el mismo poblado, en el Reclusorio Sur.
Los empleados del Sistema Penitenciario de la Ciudad de México entraron en pánico y revelaron que de diciembre a la fecha, tres custodios fueron asesinados presuntamente a manos de la delincuencia organizada.
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Según el informe más reciente realizado por autoridades federales sobre el estado de las cárceles de la metrópoli , el cual se puede consultar en el apartado “Campos de Poder” y que forma parte de los documentos filtrados en Guacamaya Leaks , revelan que el Cártel Jalisco Nueva Generación busca arrebatar el control de las drogas, renta de celdas, aparatos celulares y todos los negocios ilícitos dentro de los penales a La Unión Tepito, que domina los dormitorios de esos lugares en la Ciudad y el Estado de México.
Desde el año pasado, la Secretaría de Seguridad Ciudadana ( SSC ) tomó el control de las cárceles de la Ciudad de México donde se han desarrollado acciones para despresurizar y evitar motines, como el traslado de 138 reos de penales capitalinos a prisiones federales. También se sabe que se han hecho operativos para confiscar celulares.
Datos recabados por la policía de la Ciudad de México dan cuenta que de momento, en el Reclusorio Sur , así como en el Oriente, está presente La Unión Tepito, mientras que la operación del Cártel Jalisco Nueva Generación es más fuerte en el Norte y en el módulo conocido como de Alta Seguridad. Mientras que en las cárceles del Estado de México, los del CJNG poco a poco fueron desplazando a los tepiteños, pues el grupo preponderante se impuso a través de la fuerza y violencia que ejercen.
La investigación detalla que en un principio las organizaciones criminales que ahora se disputan los corredores y celdas de los reclusorios eran aliadas.
Así fue que poco a poco desplazaron a quienes controlaban los penales hasta 2020: los delincuentes identificados como El Duke y El Avispa, que por aquellas fechas también sostuvieron una cruenta guerra, y como consecuencia de la disputa, se dejó un cadáver colgando en el lugar conocido como Puente de la Concordia , en la alcaldía Iztapalapa.
“Si tomamos en cuenta que en realidad en ninguna de las cárceles mexicanas existe o se preocupan por la verdadera reinserción social, nos queda de inmediato el otro punto, los cotos de poder. Esto no es nuevo, que aquí en la Ciudad de México se oculte la información es otra cosa, pero basta recordar lo que sucede en Ciudad Juárez recientemente; los delincuentes entraban y salían luego de asesinar gente, tenían cajas fuertes, armas y todo lo que ellos querían, para los grupos criminales son como sus pequeños palacios.
“En el [Reclusorio] Norte, en el Sur, en Oriente y en todos lados es lo mismo. El que tiene dinero vive bien, el que es narcotraficante o líder criminal vive bien, de ahí mismo se siguen haciendo las llamadas de extorsión, la droga de todo tipo se puede comprar, hay armas y es como en las calles, el grupo más fuerte, con más gente o más sanguinarios son aquellos que terminan controlando porque corrompen todo, y si no participas con ellos, pues te mandan matar y la muestra, los custodios muertos”, mencionó en entrevista con EL UNIVERSAL el criminólogo Luis Hinojos, del Colegio de la Frontera Norte (Colef).
En el Sistema Penitenciario de la Ciudad de México hasta febrero pasado se tenían registrados 25 mil 499 internos —23 mil 992 hombres y mil 507 mujeres— de ese universo, las celdas las abarrotan 34% imputados por robo calificado; 18% por homicidio; 13% por delitos contra la privación ilegal de la libertad; 9% por delitos sexuales; 7% por ilícitos derivados de la portación de armas de fuego y explosivos, y 4% por delitos contra la salud, es decir, narcomenudeo.
“Hay autoridades implicadas”
Para Olivia Garza, directora de la asociación civil Modernizando el Sistema Penitenciario, que el estado actual de las prisiones en la Ciudad de México sean deplorables y se disputen por grupos de poder, es resultado de años de desinterés por parte de los gobiernos locales a este sector.
La activista recordó que desde hace años parte de la violencia que se vive en la capital del país es coordinada desde los reclusorios, especialmente desde el Oriente y el Norte, en donde se encuentran presos integrantes de La Unión Tepito.
“El estado en el que se encuentran las cárceles de la Ciudad de México es el reflejo de nuestra Ciudad y de nuestro país, en donde el gobierno pacta con el crimen organizado ante la incapacidad de poder erradicarlo. Así como en las calles de la capital operan los cárteles sin ninguna restricción, lo mismo sucede en estas prisiones, en donde ya también opera el Cártel Jalisco Nueva Generación”, expuso la especialista.
Olivia Garza sostuvo que la venta de drogas, la coordinación de extorsiones y secuestros se opera desde estos lugares desde hace décadas y ningún gobernante se ha interesado por acabar con ello, pues hay muchas autoridades implicadas en esos negocios, especialmente los cuerpos de seguridad.
Cuestionó que el pasar la tutela del Sistema Penitenciario a la Secretaría de Seguridad Ciudadana no ha tenido ningún resultado positivo , ya que no existe una política pública encaminada a mejorarlo de fondo.
Estimaciones de organizaciones dedicadas a buscar una verdadera reinserción social de las cárceles en el país consideran que cada penal les deja ganancias al crimen organizado de por lo menos un millón de pesos por cada centro de reclusión.
Dichos recursos se obtienen de la venta de drogas, las extorsiones que se ordenan desde adentro de las cárceles y de las que sufren los mismos internos, pues al interior deben pagar por las visitas conyugales, por tener acceso a agua, comida, a un lugar limpio y evitarse conflictos con los otros reclusos.
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