En el primer fin de semana de la nueva normalidad, los restaurantes que reabrieron ante el semáforo epidemiológico en naranja fue bajo la instrucción de mantener 30% de la ocupación o 40% si cuentan con mesas en el exterior, pero en la zona de la Fuente de la Cibeles, en la colonia Roma norte, se observaron inmuebles casi a 90% de su capacidad.
“Apenas empieza a venir la gente. Hace unos días todo se veía muy triste por aquí. Todo estaba vacío y cerrado, pero esperamos seguir trabajando. Algunos todavía no han podido abrir y otros han tenido que cerrar definitivamente”, dice Manuel, quien trabaja como mesero en un restaurante de la zona.
Las medidas de sanidad impuestas para que los clientes ingresen a los establecimientos se vuelven estrictas o laxas, dependiendo del lugar.
Los platillos que suelen pedirse al centro de la mesa para compartir parece que por el momento quedaron atrás. En los restaurantes se recomienda que las porciones de comida sean individuales, además de que no puede haber grupos de más de cuatro personas ni se podrá solicitar juntar mesas.
Las áreas de juegos para niños quedaron suspendidas y los establecimientos que contaban con música en vivo para amenizar la comida han cancelado esa opción, ya que el sonido hace que los comensales suban el volumen de la voz y se busca prevenir o evitar la propagación de gotas de saliva en el ambiente.
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Ante la desigualdad de condiciones para mantener a flote los establecimientos, el gremio restaurantero busca en la nueva normalidad el apoyo de sus clientes para salir adelante.
“Los mexicanos no estamos acostumbrados a estar encerrados, además ya teníamos una rutina, pero tuvimos que abandonar todo. Sí tenemos miedo, pero también necesitamos distraernos”, explica Fátima Hernández, una comensal.
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El personal del restaurante Mythos hace mención de que algunas medidas son exageradas, como los cubiertos en plástico.
“Habíamos tratado de evitar tanta generación de basura, sobre todo del plástico, pero nos tenemos que adaptar”, comenta Jessica García.
“Estos tres meses fueron muy difíciles. Para el gobierno es muy fácil decir que cerremos, pero ellos cobraron su sueldo íntegro. Nosotros vivimos de los clientes”, considera Verónica Mirada, mesera desde hace un año.