En el Estado de México no hay un registro público y oficial sobre los feminicidios que incluyeron mutilación o desollamiento del cuerpo. Tras una búsqueda hemerográfica, se encontró que en la última década han ocurrido, al menos, 30 casos públicos. Mientras que en el mismo periodo, la fiscalía capitalina también contabilizó 14 casos.
Para Liliana López, doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y quien fue parte de la defensa legal de los padres de Lesvy Berlín Osorio, la estudiante asesinada en Ciudad Universitaria en 2017, se trata de una radicalización de la violencia contra hombres y mujeres, pero particularmente contra las últimas, debido a la impunidad legal y a la normalización de la violencia en la que la sociedad ha estado inmersa en los últimos 15 años.
“Hemos atestiguado un recrudecimiento de las formas de violencia contra cuerpos y contra los femeninos en particular. Este componente lo encuentro asociado a la guerra no convencional a la que ha estado sumergido el país después de la mal llamada ‘guerra o lucha contra el narcotráfico’”, dijo.
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Para ella, mujeres como Nallely y Jaqueline son víctimas de la “pedagogía de la crueldad”, concepto acuñado por la antropóloga argentina Rita Segato para hablar de actos que habitúan a las personas a los asesinatos y a la violencia extrema derivada de la masculinidad.
Nallely, 36 años
A sus suegros e hijastra, Hugo les dijo que no sabía dónde estaba Nallely Solano, su esposa de 36 años. Pero cuando él mismo levantó la denuncia por desaparición, ya la había asesinado y descuartizado.
Alison R. Solano, estudiante de 18 años e hija mayor de Nallely, se enteró que el 18 de febrero, a unos metros de su casa, habían encontrado las piernas de una mujer en una alcantarilla, pero no se alarmó, pues su mamá le seguía contestando mensajes por WhatsApp. Ahora sabe que su padrastro tomó el celular de Nallely y se hizo pasar por ella.
Alison vivió con su mamá y Hugo, de 33 años, desde que se casaron hace dos años. Rentaban una casa muy cerca de donde viven sus abuelos en Naucalpan.
El 8 de febrero, la madre de Hugo falleció de Covid-19 y, junto a Nallely, viajó al funeral. Al volver le pidieron a Alison que se fuera con sus abuelos, un obrero y una mucama de la tercera edad, para evitar más contagios.
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Nallely y Hugo se conocieron en una fábrica de tenis de Naucalpan. Ella era secretaria y él auxiliar. Fueron novios un año antes de casarse, fue el segundo matrimonio de ambos. La joven recordó discusiones entre su madre y Hugo, “normales como de cualquier pareja”, pero añadió que el sujeto era extremadamente celoso y controlador con su mamá: “Nunca se separaban”.
El 13 de febrero, Nallely visitó a sus hijos y padres. Al siguiente día, Hugo fue a recogerla: “Como su mamá estaba muerta, vimos que estaba sentido y serio”, dijo la joven. Ese fue el último día que vieron a Nallely viva.
Atónita por la desaparición, la familia de Nallely imprimió carteles con su rostro y los pegó por tiendas y mercados. En la búsqueda de su madre por la colonia, Alison entró a su hogar y notó que olía demasiado a una mezcla que definió como entre “cloro y feo” y en la cama observó algo que comparó con “un bulto”.
Más tarde, la joven se enteró que a Hugo lo habían detenido cuando llevaba en una bolsa los brazos de su esposa. El torso ya lo había dejado en un baldío y la cabeza permanecía en su hogar. En la detención, confesó haberla descuartizado el 16 de febrero.
“En [el penal de] Barrientos confesó que peleó con Nallely porque andaba de canijo, ella le había encontrado unos mensajes en el teléfono”, recordó Alison.
Ella le preguntó a las autoridades cómo había ocurrido el descuartizamiento de su madre, pero le negaron la información “por estar muy chica y no estar preparada mentalmente para eso”; a sus abuelos tampoco les quisieron explicar.
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Actualmente, Hugo está detenido por dos carpetas: feminicidio bajo el folio 274/2021, y por esparcir restos humanos.
A finales de febrero, feministas de Naucalpan hicieron una protesta por los lugares donde fueron encontrados los restos de Nallely, y el 8 de marzo, Alison se manifestó en la avenida Juárez de la Ciudad para exigir justicia.
Jaqueline, Brenda y Sofía
Jaqueline Alva Cuello se separó del padre de sus hijas, un hombre 19 años mayor que ella, por violencia doméstica y acoso de sus cuñados, pero Pedro utilizaba a las niñas para intimidarla.
En diciembre de 2019, la asesinó, mutiló su cuerpo, mató a sus hijas y se suicidó. A la fecha, la familia de la joven de 19 años no logra respuesta de las autoridades para saber cómo es que nunca se resguardó la escena del crimen —donde viven más personas—, no se consideró un feminicidio sino un homicidio, y la carpeta no ha avanzado.
Los padres de Jaqueline tienen pruebas de que la relación fue un delito desde el inicio, pues ella tenía 14 años cuando el sujeto, entonces de 33, se la llevó a vivir con él pese a la oposición de su padre, Gaudencio Alva, militar retirado.
Al paso de los años, tras hechos de violencia doméstica, ella levantó un acta informativa el 9 de octubre de 2019. A pesar de estos dos antecedentes, las autoridades mexiquenses ignoraron el riesgo bajo el que vivían Jaqueline y sus hijas, de cuatro años y un año y seis meses.
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Pedro, herrero de oficio, usó una de sus herramientas de trabajo para cometer las atrocidades antes de suicidarse.
“La acosaba el cuñado, otro hombre mucho mayor, para todo la espiaban, cuando se bañaba sentía la mirada del cuñado. Que por qué se vestía así, que ya era una señora, la regañaban si venía para acá con su papá. Su suegra le decía: ‘Ya te casaste, ya de la casa no sales’. Ella era una niña”, reveló Sayuri.
Un mes antes del crimen, tras una pelea en La Marquesa, Pedro la aventó de una moto en la carretera, lo que le ocasionó lesiones. Pidió ayuda a su madrastra, pues no podía caminar con normalidad, pero al vivir aún en la casa del agresor, no le permitieron irse. A las semanas se mudó con su madre, pero dejó a sus hijas con Pedro por falta de dinero. El 8 de diciembre fue el último día que la vieron viva.
No son monstruos
Los casos de feminicidio en los que existe descuartizamiento de la víctima suelen magnificarse en la prensa. En la hemeroteca de este diario, uno de los primeros casos con esas características registrado en el Estado de México data de 1967, al reportarse el desmembramiento de una niña de seis años en Cocotitlán a manos de un hombre de 34 años, descrito como un “repugnante criminal”.
El propio asesino de Nallely Solano fue llamado por algunos medios como “monstruo”, algo que la socióloga Liliana López considera equivocado, pues no se trata de enfermos mentales.
“Por mucho tiempo se recurrió al argumento de la patologización de estos hombres, es decir, enfermos, monstruos o que eran parte de prejuicios racializantes contra las personas pobres que eran ignorantes, y en realidad a lo largo de los años nos hemos dado cuenta que no son anomalías, no son varones con un perfil económico, genotípico, de carácter sicológico, sino que son en realidad hombres comunes. El problema no es un cierto tipo de varones con rasgos característicos, sino que el tipo de masculinidad, el modo en el que los hombres aprenden a ser hombres”, dijo.
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Para Dylcia García, fiscal central para la Atención de Delitos Vinculados a la Violencia de Género en el Estado de México, se trata de una forma en la que los feminicidas reafirman su poder, objetivizan el cuerpo de la víctima mediante la destrucción del mismo, y aseguró que esa especificidad no se está registrando oficialmente, más allá de que el tipo de lesiones sí se está asentando en las carpetas.
“No es algo que desde la perspectiva estadística nosotros veamos o estemos separando como dato, pero conociendo las carpetas de feminicidio del Estado de México, podría decir que más de 80% de los feminicidios son íntimos [relación amorosa entre víctima y victimario], y el resto otros tipos de feminicidio, tal vez 10% o menos es cuando se encuentra una muerte con esta situación de desmembramiento”.
De 2012 a marzo de 2021, el Estado de México tipificó 749 feminicidios, y los años 2019 y 2020 fueron los más letales, con 117 y 149 casos, respectivamente. Hasta 2019, 347 obtuvieron sentencia condenatoria. Se preguntó a la fiscalía vía transparencia cuántos de los feminicidios presentaron desmembramiento o desollamiento, pero no se cuenta con esa información.
En la mayoría de los crímenes de ese periodo, las autoridades no publicaron la relación entre víctima y victimario. En los casos donde sí existe ese dato, el concubino y el cónyuge son quienes más asesinaron, como en el caso de Jaqueline y Nallely.