Más Información
“Es un día triste para la democracia”: Presidente del INAI reacciona a extinción del instituto; “dimos la batalla”, dice
Cae en EU “El Guacho”, yerno de “El Mencho”, líder del CJNG; había fingido su muerte para vivir en California
Comienzan las entrevistas de los aspirantes a la Fiscalía capitalina; Ulrich Richter promete ciudadanizarla y despresurizarla
El artículo de José Narro que hizo reaccionar a Sheinbaum; ¿qué dice y por qué lo calificó como “mucha ignorancia”?
En punto del mediodía, un enorme jaguar con una corona de plumas, alas de mariposa y cola de escorpión de al menos cinco metros de largo comenzó a andar sobre avenida 5 de Mayo a paso lento, seguido de un reptil multicolor con alas de murciélago y siete ojos.
Así, una a una, más de 180 criaturas de colores vibrantes, formas exóticas y enormes dimensiones desfilaron desde el Zócalo de la Ciudad de México hasta el Ángel de la Independencia al ritmo de la música, tambores y en medio de las expresiones de asombro de niños y adultos.
Alas, cuernos, aletas, plumas, colmillos, antenas e, incluso, branquias fueron algunos de los aspectos más creativos de estas piezas de arte creadas a partir de una base metálica, cartón, papel, litros de pintura y la imaginación de sus artistas.
En la edición 16 del Desfile de Alebrijes Monumentales, participó El Uy uy uy un enorme monstruo con articulaciones en la boca y los ojos que abrían y cerraban mientras avanzaba, como si estuviera saludando a la gente al pasar.
“Yo trato de venir cada año desde que inició, porque siempre es muy bonito ver el talento y la creatividad que los mexicanos tenemos para expresar nuestra cultura y nuestra imaginación”, dijo Hugo, quien iba acompañado de su familia.
Los capitalinos también vieron el paso de Pancho Brilla, una combinación entre lobo y águila y piel de nopal, Ocepilli, un jaguar con branquias de ajolote y cuernos de distintos colores o El Cochiloco, una especie de cerdo de cuya boca salía todo su cuerpo.
Cuatro horas después, los seres fantásticos y multicolores, dieron paso a los muertos vivientes, quienes salieron, con su lento andar, desde el Monumento a la Revolución al Zócalo.
Entre ellos estaba Andrick, quien simuló que una motosierra atravesó su cráneo, disfraz que le tomó una semana en idear y una hora para caracterizarse.
Para Andrick, ser zombie representa “lo bonito de la cultura mexicana y poder cotorrear con la gente, divertirnos un rato y ser felices, que muchas veces nos hace falta eso en este país que no siempre es lo que quisiéramos”.
En esta edición de la Marcha Zombie, el disfraz de Beetlejuice, personaje de la película de los 80, fue uno de los más utilizados. Ese fue el caso de Jorge, quien llegó del primer cuadro de Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México; utilizó un cuchillo en la cabeza para diferenciarse del resto de los personajes.
“Esta es mi tercera vez que vengo, y cada año intento traer algo distinto, y a mí esa película me gustó mucho, creo que da un mensaje muy claro: los muertos tienen su lugar y los vivos estamos acá, y hay que disfrutar lo que nos toque”, expresó mientras caminaba por avenida Juárez.
El ambiente del público, que ocupaba las orillas de las vialidades por donde pasaron los zombies, era de fiesta, risas y sustos, ya que de manera muy recurrente entraban por algunos segundos a los contingentes para bailar y pedirles que posaran para la foto.
Según el Gobierno capitalino, sólo al desfile de alebrijes acudieron más de 630 mil personas.